lunes, 1 de marzo de 2010

Texto de la presentación del libro de Francisco Pamplona

Como prometí en persona, el texto NO coincide con el comentario oral realizado en esa ocasión...

Francisco Pamplona, editor. 2009. Paradojas del miedo. Encuentros con la ambigüedad, la incertidumbre y el absurdo. Universidad Autónoma de la Ciudad de México. 393 págs. Ilustraciones. ISBN: 978-607-7798-26-2

Resultado de un coloquio realizado en la Ciudad de México en noviembre de 2008, este libro se terminó de imprimir en noviembre de 2009. Los 12 autores son especialistas de diferentes disciplinas, y sus textos reflejan miradas diversas, aunque coinciden en el tema central de miedo. Quizá en mayor grado que otros libros, éste ofrece la posibilidad de una reflexión que nos saca de nuestra vida cotidiana al postular miradas sobre el miedo y otros elementos que los autores y autoras encuentran relacionados, por su paralelismo o su oposición, al sentimiento/emoción del miedo.

A la vez, este libro nos remite a preguntarnos acerca de si los miedos de los que hablan quienes escriben los textos guardan alguna relación con nuestros propios miedos, temores, angustias, incertidumbres.

Los doce textos, como bien anuncia, desde la introducción Francisco Pamplona, editor de este volumen, están escritos con diversas perspectivas y en buena parte delatan las formaciones y deformaciones de quienes los escriben. Los textos incluidos en Paradojas del miedo no carecen de dificultades ni de alusiones, tanto del tipo erudito como aquellas referidas a la cultura, propias de quien se mantiene actualizado en la producción académica, pero también artística, plástica, musical, cinematrográfica. Las referencias a la filosofía y a la literatura, sobre todo “del siglo”, como suele definirse Francisco Pamplona, editor del libro, nos remiten a diversos contextos tras los cuales se esconden no sólo el miedo, sino también el temor y la angustia y otros sentimientos que quisiéramos no tener, asociados con la ambigüedad y el absurdo. De tal modo, las referencias a autores como Michel Foucault, Martin Heidegger, Michel Maffesoli, Jacques Derrida, Georges Bataille, se entrelazan en los textos de este libro con los de María Zambrano, Jean-Paul Sartre, Franz Kafka, Karel Kosik, George Steiner, Guy de Maupassant…

El texto de Pere Saborit se encuentra entre aquellos en el libro que parten de imágenes para desarrollar su argumentación (“Sucedáneos del Ángel exterminador – los miedos del ‘último hombre’”). Saborit comienza con alusiones a la imagen del ángel exterminador, acompañadas de las del sacerdote y el intelectual que se hacen pasar por sus sucedáneos, pero también de sus complementos, bastante cercanas a las figuras (freudianas o casi) que nos angustian en las infancia y que nos molestan en la edad adulta, del niño déspota, la muejr fatal o el terrorista puro de corazón. Esta primera aproximación al miedo, que Saborit remite al del “último hombre” se expresa en este primer artículo en la alusión al “lenguaje a través del silencio”, el “saber a través del no saber” y “la felicidad a través del sufrimiento”. En su propuesta, Saborit destaca que frente al modelo del ángel exterminador, resentimiento de un ser puro destructor, “habría que sustituir al ángel por el ser humano material de carne y hueso (…) dotado de alas (…) para expresar la capacidad de asumir la condición oscilante de ser determinado e indeterminado…”

Indeterminación que se vincula con lo que la autora del siguiente capítulo, Ma. Concepción Delgado Parra señala cuando escribe acerca de la comunidad por venir: “acogemos la voz del otro (…) nunca es uno quien comienza. Ya todo comenzó hace tiempo (…) Para ellos fue un tiempo por venir marcado por el acontecimiento, para nosotros es una herencia que nos llama a la responsabilidad”. Y algo de lo más notable de su contribución es la manera que el soberano, el poder, nos llaman a formar comunidad para resguardarnos de los peligros de fuera de ella: la comunidad de amigos es una delimitación que define qué se incluye y qué se excluye. La comunidad tradicional remite a la decisión sobre qué o quiénes se va a excluir (pág. 55). Como señala Delgado Parra, el proyecto humanista de la ilsutración “perdió su razón al abrir una profunda grieta entre el ‘nosotros’ excluyente y un ‘ustedes’ colocado bajo el signo de la sospecha, el estigma y el rechazo…A diferencia de la comunidad que viene, indeterminada, la comunidad tradicional se atrinchera sobre sí y genera en sus miembros el miedo a lo externo… Valdría usar el texto como trampolín para reflexionar sobre los miedos que causa la posibilidad de salir de la “legalidad”. ¿Es el miedo a lo externo a “nosotros” un miedo similar al que nos causa la llamada “guerra contra el narco”, guerra en la que el estado se abroga la facultad de pisotear a todos los demás bajo la sospecha de ser nacotraficantes, como se mostró en las recientes declaraciones de la presidencia ante los adolescentes muertos en Cd. Juárez? Delgado Parra lo expresa de este modo: “en este enfrentamiento con el exceso, la comunidad tradicional retorna a sí misma ensayando dispositivos como el miedo para re-unificar a sus partes, pone en juego los vínculos místicos y contractuales de unión con rostros habitados por la angustia y el miedo (…) al final, sólo consigue una comunidad reunida por el estallido de una risa que se burla del estrechamiento insoportable de la pérdida de todo límite” (pag. 58). La argumentación de la autora deriva en que la comunidad por venir nos arroja a una exigencia política: la de “interrumpir el artificio de una comunidad que sólo trabaja para salvaguardar el poder del soberano” (pág. 74).

René Millán nos propone un análisis de la incertidumbre y el miedo desde una perspectiva que resulta ya clásica en la reflexión sociológica, la de la modernidad. Concepto éste que remite a los de racionalización social, a la interacción humana, al futuro y, enfatiza Millán, “a los males que necesitamos erradicar y a los medios que precisamoa incorporar para mantener relativamente articulada (…) racionalidad, convivencia social y tiempo” (pág. 86). Para Millán, el miedo y el riesgo implican incertidumbre o al menos remiten a ella. Millán recurre a Zygmunt Bauman, a Ulrich Beck y a Niklas Luhmann para ayudarnos a entender, en clave sociológica, la relación de la fase sólida de la modernidad con la fase líquida de ésta y a la vez la sociedad del riesgo en la que estamos inmersos y a los sistemas en los que puede o no ser válido equiparar al riesgo con el peligro y las inquietudes, populares o científicas que estas visiones son capaces de desencadenar. En todo caso, nuestras diversas identidades pendulares (con las que demostramos que “nadie está en grado de ocuparse de todo”), concluye Millán, remiten a la posibilidad de una selectividad de la identidad que evita “que la incertidumbre inconmensurable del mundo nos paralice, nos sofoque. Bien visto el asunto, nos obliga (…) a confiar en los demás. De otro modo, la vida nos resultaría insoportable” (pág. 131).

Alberto Constante, en su colaboración “una ética del miedo”, propone una historia del miedo, algo que podría haber seguido igual en distintas épocas, porque “siempre hay una escena que se repite, el sacrificio y el exceso” (página 139). Pero, señala Constante, “la construcción de la ética del miedo (…) se muestra como el epílogo de la ética del sacrificio”. Su colaboracion apunta a señalar una paradoja evidente: mientras más miedo tenemos, más vigiliados somos y más se da el sentimiento dominante de Unsichercheit, de incertidumbre, inseguridad, vulnerabilidad…en un mundo en el que la tendencia es a que cada uno de sus habitantes sea monitoreado en sus actividades cotidianas, este planeta vuelve a comvrtirse en un encierro angustiante y descomunal (pág. 157).

Raymundo Mier remite a la reflexión de Maquiavelo en el sentido de que el miedo es la pasión fundamental capaz de sustentar y preservar el ejercicio del gobierno (pág. 163). Con alusiones psicoanalíticas y políticas, su reflexión permite entrelazar la experiencia singular del miedo y sus entrelazamientos con la pasión indiviual, con las medidas adoptadas por el estado para asegurar una dosis de anticipación del dolor, de control jurídico e impersonal. Daniel Gerber, por su parte, es explícito desde el título de su trabajo y señala que su reflexión sobre la angustia y la fobia se encuadran en un enfoque psicoanalítico. Y nos plante una cuestión que resulta fundamental no sólo en el replanteamiento que hace Jacques Lacan de la angustia como angustia específica de castración a que refiere la escuela freudiana (a veces a pesar de Sigmund Freud) y que remite a la posibilidad de un deseo de castración (pág. 216). El argumento de Gerber, siguiendo a Lacan, desemboca en la posibilidad de que el síntoma fóbico restaure al padre en su función de limitar el goce (pág. 229).

El trabajo de Marco A. Jiménez, “Las afinidades ético-políticas del miedo”, ofrece, además de su argumentación en tornal al vínculo ene stos campos, un análisis de las diferencias coneptuales y experienciales de términos como miedo, angustia, aprendizaje social y propone un develamiento del discurso de la globalización económica y cultural en la que vivimos. Para entrar en detalle en cuanto a las afinidades ético políticas aclara una serie de conceptos y señala el papel impulsor del miedo en el ámbito de lo colectivo, por estar dotado de significación. Cito: “Antes de suponer que el miedo anule cualquier acción social, cabría pensar en las estrategias prácticas que éste produce, hacia dónde suele dirigir la institución de lo social…” (pág. 244). Y concluye, tras ejemplos y delimitaciones, que “el miedo es un producto indispensable en esta vida fingida” (pág. 254).



Edgar Sandoval, en su capítulo “Los temores en el cuerpo: estigmas, dicursos y roces” propone que “la construcción de cuerpo está dada por signos (…) culturales y artificiales” (pág. 262) y el miedo al propio cuerpo y al demás deriva en cirugías, dietas, impregnación de perfumes, exclsuión, repucio, marginación. Con el “control individual y social producto del miedo y el temor al cuerpo estigmatizado y sus expresiones, consideradas por la cultura de forma negativa, se construye un cuerpo artificial, que se sitúa como un objeto de deseo. Se desea la apariencia, es decir, una imagen y se oculta el cuerpo bajo el discurso de lo dedente, bello, sano, perfecto” (pág. 267). Partiendo de Foucault y los castigos del cuerpo, Sandoval argumenta que en las ciudades, el cuerpo envuelto en la exigencia de las imágenes, trata de evitar el contacto con otros cuerpos y por ello en las ciudades se hace lo posible por alejar las zonas residenciales de los centros de trabajo y, en general, se generan esfuerzos por cancelar el roce y el contacto e incluso el cultivo del cuerpo.

Los autores y autoras nos proponen complicaciones en las que nos daría miedo internarnos pero que sin embargo ellos asumen con valentía pues, como dice el mismo Pamplona en su contribución (“Morir de miedo: sobre el absurdo y lo ambiguo en la literatura”), aludiendo en un mismo párrafo a las narraciones de Guy de Maupassant y a la sociología de Zygmunt Bauman, “aunque uno esté muerto de miedo, la valentía surge y contrapesa aquella emoción” y, señala Pamplona, “en esta sociedad habremos de contender con los miedos como si nada pasara; más que contender, convivir, aceptarlos. Inmunizados del miedo, de las incertidumbres y de los riesgos…” (pág. 314). El análisis de Pamplona remite a la noción de miedo a través del absurdo y lo ambiguo en la literatura. Se texto no trata de la literatura del terror, lo que sería quizá demasiado obvio, sino que remite a algunas reflexiones sobre el miedo en relatos relacionados también con la congoja, como son los de Franz Kafka, Maurice Blanchot, Georges Bataille, Guy de Maupassant y Carlos Gurméndez.

María Teresa Favela Fierro vuelve a un tema ya tratado por Sandoval en el mismo volumen, “El cuerpo como territorio del miedo y como objeto estético” pero lo retoma a partir de un recorrido por el arte plástico mexicano, desde Coatlicue hasta la actualidad y analiza pinturas, esculturas y fotografías. Describe, así, cómo los artistas en cada época “han elevado al miedo a la categoría de arte” y han convertido al cuerpo en escenario del miedo.

Fréderic Saliba, periodista y sociólogo, propone un análisis de la figura de la Santa Muerte como regulador social y describe en detalle cómo lo miedos en la sociedad permiten recurrir a figuras que la sociología de la religión de Weber anticipaba como obsoletas en un mundo secularizado. Describe en detalle el altar ubicado en Tepito y el papel que juega la guía “Doña Queta” en ese “barrio bravo”, en un contexto urbano de riesgo e incertidumbre.



El capítulo final, escrito por Edith Pacheco, remite a algunos miedos muy concretos en este mundo de crisis económicas: “Sobre la inseguridad que viene: desempleo, pensiones y vulnerabilidad social”. Destaca en su argumentación que la precariedad en el empleo en México es notable y que, con todo y que existen diferencias de género en el acceso y retribuciones del mercado laboral, todos estamos en condiciones de temer por el hecho de que nuestro futuro ciertamente no es el más prometedor.

En pocas palabras, este libro es recomendable para quienes quieran adentrarse en las discusiones filosóficas, sociológicas, políticas, antropológicas, e incluso psicoanalíticas en relación con el miedo, las incertidumbres, nuestras formas de concebir y reaccionar ante la inseguridad y los discursos que nos previenen contra ella o que nos proponen acciones que, en gran medida, nos dejan todavía más expuestos a la vigilancia por parte de los poderosos. Se trata de un volumen con discusiones conceptuales serias, muy bien documentado y actual y que ayuda a sospechar de los discursos de quienes quieren “protegernos” a través de “meternos miedo” por nuestro propio bien…

A pesar de que un libro con tantas referencias eruditas podría sonar, de entrada, como una lectura pesada, acaba siendo una grata sorpresa que se trata de un texto con colaboraciones amenas, actualizadas, que hace accesibles una serie de relaciones teóricas y empíricas entre los afectos, las pasiones y la vida cotidiana. Ciertamente, a pesar de no ser una lectura fácil, tampoco es un libro que deba dar miedo a los principiantes y que en cambio sí deja la satisfacción de ayudarnos a entender mejor los mecanismos psicológicos, políticos y sociales por los cuales construimos y aprendemos nuestros miedos e incluso nos dan algunas pistas para, socialmente, aprovechar la conciencia de nuestros miedos para la constucción de nuevas comunidades y estrategias para develar las amenazas de un poder que, parafraseando a Sor Juana(1) , primero nos pone el coco y luego nos protege para que acaben nuestros miedos…
 
(1) Parecer quiere el denuedo / de vuestro parecer loco, / al niño que pone el coco / y luego le tiene miedo.

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