lunes, 7 de junio de 2010

Ensayo

Raúl Vladimir Sánchez Valencia
Universidad de Guadalajara
Expresión en ciencias sociales.

Narración de un Zamorano en Guadalajara

A lo largo de este tiempo aquí en Guadalajara he vivido algunas extrañas experiencias.
Como pretexto de este ensayo estoy dispuesto a decir lo que pienso de esta ciudad.
Primero que nada, cuando vas arribando a la zona Metropolitana te das cuenta de lo alto en lo que se encuentra la ciudad, pasando el llamado Río Santiago ves el enorme montón de casas y construciones que forman parte de la ciudad, el templo de la luz del mundo que sobresale a lo lejos, el montón de casas con su arco en la fachada, una línea de árboles que se ven delineando algunas calles y las vastas carreteras siempre llenas de autos, trailers, camiones y autobuses.
Que parece que abastecen a la ciudad día a día.
Bienvenidos a la ciudad "Toro", ciudad de anchas banquetas o aceras, ciudad sin topes, donde los conductores son verdaderos aventureros al conducir por los rápidos de la ciudad. Donde las calles parecen ríos de autos.
Inmediatamente ves a las hermosas y carnosas mujeres que caminan por las calles sin preocupación alguna y con firmeza.
Un cuerpo bien definido, una hermosa cara son lo que las define. Mientras los hombres suelen ser rojizos y burdos perdidos en el mar de conductores de la calle Revolución.
El municipio de Tlaquepaque al ser poco conocido por mí lo dejaré de lado.
Tonalá el vecino de arriba observa a la enorme Guadalajara desde sus lomas. La noche suele ser espectacular pues puedes observar a la capital jaliscience desde su vecino de la loma. La tierra es estéril y vana, como arena, infértil y vacía.
El agua es verdosa y nauseabunda.
El resplandor de la tarde parece que te envuelve en colores y los edificios coloniales del centro se mantienen quietos y vacíos, enormes y hermosos pero al fin de cuentas vacíos.
La gente desaliñada y perdida camina por las Iglesias que se mantiene siempre llenas de creyentes, llenas de ese fanatismo religioso que a veces no deja respirar.
Voy rumbo a Chapultepec por avenida Vallarta y observo que las calles son mas amplias, observo que la gente cambia, ahora el gran edificio de la U de G, se gana mi admiración.
Tiendas de vestidos de novia, Bares y otras tiendas predominan en este rumbo.
Hasta finalmente me encuentro en Chapultepec donde un vacío en el ambiente se adueña de la atmósfera, sin duda es una hermosa ciudad, pero existe algo que no está bien.
Ahora me encuentro de vuelta entre las calles de Medrano, casas y mas casas pequeñas e insignificantes, pues parecen hechas casi con lodo, pecan de humildes.
Carne y más carne, una sociedad que no sufre de hambre, pues parece que el alimento se encuentra hasta en el suelo.
Cuesta trabajo creer esto para alguien que viene de un lugar donde todo cuesta.
Decenas y decenas de casa en el centro se desmoronan por su vacuedad.
El cúmulo de coches que pasan a diario solo entorpecen su utilidad.
Me dirijo a la Universidad de Guadalajara, al centro universitario de ciencias sociales y humanidades.
El tráfico es inevitable, las banquetas accidentadas y las estudiantes caminan elegantemente a sus clases de derecho, mientras los hombres con camisa y algunos con saco caminan orgullosos.
Mientras que algunos hippies sobresalen entre la masa de egocentrismo, acentuando su ropa rasgada y sucia, su cabello largo y sus novias también hippies.
Acaparo algunas miradas e inmediatamente la gente trata de influir en mi, no pueden dejarte tranquilo.
La risa de unos tontos siempre se escucha de fondo. Las coquetas mujeres platican bajo árboles y me dirijo por un incómodo conducto que me lleva al resto del edificio.
Inmediatamente el paisaje cambia, los estudiantes son ahora más liberales y no cargan con ese egocentrismo que se percibe en derecho. Un tapiz de ideas revolucionarias se respira en el aire, aunque el edificio más modesto y limitado es punto de mi admiración.
Ya no existen los tapatíos o tapatías, ya sólo existen las ideas, algunos me reprueban con su mirada y otros me aprueban, la lucha de ideologías parece latente incluso antes de conocerlos.
Es molesto estar en un ambiente tan asfixiante donde la gente trata de devorarte son su mirada.
Salgo de nuevo de la Universidad y me doy cuenta de la superficialidad del ambiente.
Recorro calles hacia arriba y hacia abajo en un tsuru, montañas de casas, lomas y cerros están abarrotados, no encuentro sentido al subir y bajar siempre como un enorme laberinto que no te lleva a ningún lado.
Pareciera como si todo estuviera demasiado junto, en montones.
Es mejor ver la ciudad en coche, caminar por sus calles suele ser peligroso, el desaliño y la barbarie predominan.
En el Pretren la gente es mas educada y reservada, pareciera que todo es mas calmado y menos caótico.
Se ven algunos extranjeros que caminan por las calles del centro, que regularmente visten ropa simple y ligera.
Una ciudad donde todo es sencillo, pero también muy superficial.
Una ciudad donde manda el hombre, pues la naturaleza raquítica es pisoteada por el toro. Mientras que mi lugar de origen la naturaleza es la dominante y dueña del paisaje.
Diferencias abismales entre dos pueblos que no se encuentran tan lejos.
Siempre es emocionante visitar la perla de occidente ahora que conozco algunos secretos de ella, puedo caminar tranquilo y satisfecho a las verdes y frescas calles del Valle de Zamora, dónde el cielo no está tan cerca y dónde se respira el aire de la sabiduría.

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