lunes, 24 de noviembre de 2014

Análisis discursivo de la película Irreversible. El entorno social como detonador del sentimiento de ira
INTRODUCCIÓN
La nuestra es la era del descontento. La instantaneidad en el envío y recepción de los mensajes, característica de los flujos de información en nuestros días, facilita el contagio de nuestros sentimientos. El descontento es general y propagado globalmente gracias a las redes de comunicación que las nuevas tecnologías ponen a nuestra disposición. La hostilidad en la sociedad en que nos desenvolvemos viene dibujada por las condiciones que el entorno actual nos ofrece. Y aunque la era de la información nos cobija con la más amplia gama de posibilidades para la adquisición de información, el contenido de esta puede llenarnos del más profundo desaliento.
Pese a los esfuerzos de quienes buscan el mejoramiento de las condiciones del entorno que compartimos –artistas, intelectuales, académicos, estudiantes, periodistas, activistas, padres de familia, trabajadores, etc.- sucesos como los levantamientos armados, pérdida de derechos básicos y de garantías de los trabajadores, crisis financieras y políticas, crecientes tasas de violencia y delincuencia, repercusiones ecológicas como resultado del avance tecnológico,  rezago educativo, debilitamiento de los lazos afectivos entre los individuos gracias a la creciente cultura del self, entre una posible creciente lista de peripecias, el individuo suele experimentar sentimientos de descontento, desaliento, ira y odio que pueden tener repercusiones en la inmediatez de sus interacciones habituales. Todo ocurre frente a nuestros ojos, ignorarlo no es posible,  y sólo reconocerlo ya no es suficiente, se hace urgente la necesidad de dar cuenta de ello. 





Planteamiento del problema
Dados estos acontecimientos el quehacer sociológico no puede relegar un estudio de tales sentimientos. Las implicaciones que estas circunstancias tienen en la sociedad necesitan ser evidenciadas y las herramientas que la sociología  aporta al investigador  deben servir  para la creación de teorías que puedan explicar cómo las condiciones del medio crean en el individuo ciertos sentimientos que le llevan a actuar de manera violenta, acrecentando el círculo de hostilidad en el que nos vemos inversos. Ahora bien, aunque el estudio de las emociones  es un tema relativamente nuevo desde el ámbito sociológico, el interés por estas ha ganado terreno recientemente y de manera acelerada. Pese a las cerrazones que la sociología de las emociones puede encontrar  desde la propia academia, los esfuerzos por hacer un estudio con bases científicas de estas y con las herramientas que la sociología da al investigador, permiten entender desde otra perspectiva las implicaciones que ciertas emociones tienen en el  individuo y en su manera de interpretar la realidad social.
Justificación
 Vale la pena apuntar que resulta difícil obtener una investigación científica que esté cimentada en objetividad total. Toda investigación trae consigo cierta carga de subjetivismo en el momento que refleja los intereses y las intenciones del investigador, denota su contexto, da luces de su pensamiento, deja entrever su orientación.  De esta manera en mi experiencia durante la carrera, he tenido la oportunidad de ahondar  en los estudios que contemplan al individuo que adquiere un conjunto de conocimientos, aptitudes y saberes como miembro de una sociedad determinada.

Ahora bien, me parece correcto señalar desde el inicio del presente trabajo mi interés por el estudio de las emociones desde el ámbito sociológico. En mi paso por la Licenciatura he podido percatarme del amplio campo de investigación que la Sociología abarca. Considero que los estudios culturales no pueden dejar de lado un acercamiento al estudio de las emociones y que el procurar tal acercamiento no se traduce en dejar de hacer sociología, sino ampliar el estudio de esta a otro de los aspectos inherentes al ser social. Creo necesario enunciar además que mi interés por el estudio sociológico de las emociones responde también a la necesidad de comprender cómo es que la experimentación individual de una emoción determinada afecta la interacción social en la vida cotidiana.

Objetivos
En un intento por sumarnos a los esfuerzos antes mencionados el objetivo del presente trabajo se centra en dar cuenta de cómo las condiciones del entorno social pueden conducir a los individuos a experimentar episodios de ira que pueden llevarlo, en momentos determinados, a cometer actos que podrían repercutir en el mismo entorno. Siguiendo la línea de una investigación básica, se pretende contribuir al desarrollo de teorías que puedan explicar el sentimiento de ira como un fenómeno social, producido por causas sociales más que físico-neurológicas, y con repercusiones totalmente sociales. Sabemos que los patrones cerebrales están correlacionados con la conducta, por ejemplo la depresión, la obsesión y la violencia, pero esos estudios corresponden a las áreas de neurología, psicología y psiquiatría y los conocimientos obtenidos de este tipo de investigación como el del psiquiatra Daniel G. Amen especializado en estudios de medicina nuclear que miden el flujo sanguíneo y los niveles de actividad del cerebro (2011), entre muchos otros, son un gran aporte para la medicina y la ciencia.
Se pretende aquí, desde una perspectiva cualitativa ampliamente interpretativa, realizar un análisis de la naturaleza social de la ira, sin pretender generalizarla con el resto de las emociones ya que ésta es única y distinta del resto de las otras; considerándola así desde la perspectiva de algunas teorías de los sentimientos que califican a la ira como una emoción básica, presente tanto en los humanos como en algunas especies animales. De acuerdo con estas clasificaciones cada emoción es distinta a las otras desde su génesis y en su externalización (Luna, 2002:116). De acuerdo con Peter Sloterdijk la ira o cólera no es una emoción primaria, sino reactiva. El filósofo supone que se puede comparar ese tipo de sentimientos con una escalera de sonidos. En el escalón más elevado de esa escalera estaría la jovialidad, que supone estar completamente a gusto consigo mismo, la generosidad. El segundo sonido sería el orgullo que uno puede sentir; el tercero es la ira, que se detona cuando el orgullo  está herido; el cuarto es el deseo de vengarse; cuando no se le puede hacer frente aparece el resentimiento, que con el tiempo se convierte en odio estructural, y puede denigrar y descender a sonidos inferiores (Sloterdijk, 2010). Los debates existentes en torno a la naturaleza y la clasificación de las emociones serán tratados con mayor detenimiento más adelante.
Se busca entonces  dar cuenta de cómo las condiciones del entorno social, entendido éste como el escenario en el que se desarrolla la actividad social, pueden conducir a los sujetos a experimentar episodios de ira, que pueden llevar a estos en determinados momentos a cometer actos que repercuten en el  mismo entorno.  De esta manera se pretende comprobar que el sentimiento de ira que experimentan algunos  individuos como pertenecientes a la sociedad, ante determinados eventos límite, tiene su génesis en el seno de la sociedad.  El individuo, como perteneciente a una sociedad, que se desarrolla e interactúa en ella,  se enfrenta a condiciones hostiles, propias del medio que detonan en él diversos estados. De esta manera, son las condiciones que el entorno presenta las que disparan en el individuo la sensación de ira.

Preguntas de investigación
¿Cómo las condiciones del entorno social influyen para que el sentimiento de ira sea experimentado y expresado mediante diversas acciones por los sujetos que forman parte del cuerpo social? ¿Qué repercusiones tienen para el medio social las acciones que los individuos emprenden tras experimentar un episodio de ira que las condiciones del propio medio crearon en él? Se procurará que estas preguntas orienten nuestro análisis y cuenten con una respuesta de tipo explicativo al término del presente trabajo de investigación.  
Hipótesis
 Se parte del supuesto que enuncia la ira como posible respuesta a las  hostilidades del medio social, que si bien tal sentimiento está presente en todos los seres humanos, se expresa de maneras diferentes según el contexto social en el que el individuo se desenvuelve. Que el modo en que el individuo –contemplado siempre  como miembro de una sociedad y jamás aislado de esta- externaliza su sentimiento es diferente y que tal expresión puede representar consecuencias en la misma sociedad en que este se desenvuelve. De esta manera suponemos que  son las condiciones del entorno social las que sirven como detonador del sentimiento de ira.
Ya hemos mencionado antes que nuestro interés principal ronda en aproximarse a una teoría que dé cuenta de cómo las condiciones del entorno social propician los episodios de ira que sufren los integrantes de una sociedad cualquiera. Se parte del supuesto entonces  de que existen ciertos detonadores que contribuyen a la génesis del sentimiento. La génesis de las emociones ha sido tratada ya desde diversos aspectos que van desde la concepción psicológica, la biológica, y la social. Desde esta última, los detonadores de los sentimientos surgen en el exterior del individuo. De acuerdo con Vigotsky  la causa de las emociones está constituida por inevitables actos reflejos que aparecen por factores externos y que alcanzan de manera inmediata nuestra conciencia (Vigotsky, 2004:39).




















MARCO DE REFERENCIA DE LA INVESTIGACÍON  
 Para el seguimiento y la optimización en la comprensión del presente trabajo será necesario enunciar la manera en que los conceptos principales serán tratados, es decir, estos serán definidos para comprender en que sentidos son usados. No dudamos que en curso de la investigación surjan nuevos conceptos que se irán definiendo también con el propósito de delimitar el campo en el que pretendemos trabajar. Cabe señalar que dada la naturaleza del presente trabajo es preciso recurrir no sólo a las ciencias sociales, ya que algunos de los conceptos tienen también relevancia en las áreas médicas y biológicas, por lo que recurrir a ellas no sólo será de utilidad, sino hasta necesario en la búsqueda de la objetividad en el desarrollo del tema.
En este sentido, consideramos prudente aportar  una nota introductoria que nos sirva para definir la manera en que el concepto de emoción está siendo abordado en el presente trabajo. Posteriormente tendremos la oportunidad de ahondar en el término, dibujar un boceto histórico de este, diferenciarlo de términos con los que pudiera confundirse y tocar de a poco los debates existentes a su alrededor. Por el momento sólo se presenta la definición que se ha creído la más adecuada para el fin del presente trabajo. De acuerdo con Carlos Gurméndez, la emoción es la respuesta inmediata a un estimulo exterior que nos agita, pero que no nos ciega totalmente, pese a las pulsaciones corporales que causa, el individuo siempre puede captar la realidad por mas emocionado que este se encuentre. La emoción surge inmediatamente de la percepción de una situación y el desorden que nos afecta permite una reacción activa del sujeto. Gurméndez enuncia que algunos eventos llegan de manera inesperada, al tomarnos desprevenidos, causan emoción. Así la gran causa de la emoción es la sorpresa (Gurméndez, 1981:57).
De igual manera, el concepto que se hace urgente delimitar es el de ira, puesto que refleja el fenómeno observable de nuestro interés.  De acuerdo con el El Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales-IV  (DSM. En inglés Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders,)[1] existen ciertos factores sociales –crisis estacionales en los negocios, o vivir en una comunidad de criminalidad elevada como ejemplos- que fungen como detonadores del sentimiento de ira. La aparición de tal emoción  puede o no estar asociada a trastornos  mentales.  La característica esencial del trastorno adaptativo –trastorno usualmente ligado al sentimiento de ira- es el desarrollo de síntomas emocionales o comportamentales en respuesta a un estresante psicosocial identificable (2013). [2]  A pesar de que este enfoque es meramente clínico, el DMS sugiere tener siempre en cuenta el entorno social del individuo al generar el diagnóstico de cualquier paciente, ya que este tiene gran significado en la interpretación de la conducta. 

Entenderemos pues al entorno social a partir de la perspectiva de Lev Vigotsky (1996) quien lo  define como medio en que el individuo se desenvuelve, con determinadas condiciones de vida y de trabajo, nivel de ingresos y de educación. Estos aspectos están condicionados por los grupos en los que el ser humano se desarrolla. Para el autor el entorno social condiciona el contexto social.  Según Vigotsky el contexto social es percibido en diversos niveles: el nivel interactivo inmediato, individuos con los que el individuo interactúa; el nivel estructural, formado por las estructuras sociales que influyen en el individuo como la escuela, el trabajo y la familia, y finalmente el nivel cultural, comprendiendo aquí a elementos de la sociedad en general, como el lenguaje o la tecnología. Así todos los contextos influyen en la manera de pensar, de sentir y de expresar lo que sienten las personas (Vigotsky, 1996).
Marco teórico-histórico
En la inmediatez de la vida cotidiana es posible observar como las actividades humanas, ya sean  económicas, profesionales, familiares, educativas o de recreación, van formando vínculos entre los actores, así el desenvolvimiento del hombre se ve siempre dibujado a través de las relaciones que emprende como miembro de determinada sociedad. A pesar de la fuerte tendencia a la individuación de las actividades, característica de nuestra sociedad actual, el desarrollo del hombre como ente inmerso en una realidad social sigue estando sujeto a la forma en que este se relaciona con los demás miembros de dicha realidad social. La manera en que este interactúa y se relaciona está determinada por  procesos cognitivos que  dentro del actor se efectúan y que tiene  como resultado las emociones que son usadas como herramientas en el proceso de interacción con los otros. El presente apartado hará referencia a algunas de las concepciones que han sido usadas para dar cuenta de las emociones de manera general y del sentimiento de ira específicamente.
De acuerdo con Cristina Casado y Ricardo Colomo el pensamiento filosófico sobre las emociones puede dividirse en dos grandes orientaciones: en la primera se agruparían las doctrinas que dotan de significado a las emociones, la segunda estaría representada por las que niegan dicho significado (Casado y Colomo, 2006). Las teorías que reconocen un significado a las emociones consideran a estas como los valores de las situaciones con referencia a las posibilidades de conservación, de desarrollo, de realización de los intereses o deberes que se ofrecen al individuo. Por otro lado las doctrinas que niegan el significado de las emociones consideran que el mundo es una totalidad perfecta que garantiza la existencia del individuo y la realización de sus intereses legítimos. Desde esta perspectiva la noción de “pensamiento confuso”  aplicada a las emociones aparece en las obras de filósofos  como Spinoza, Leibinz y Wolff. [3]
En primer lugar consideramos pertinente enunciar algunas de las concepciones más generales de los conceptos para después aterrizar algunas de las ideas más concretas. Para efecto de esto creemos prudente apuntar la aportación que Fernández Poncela hace al definir  a las emociones como procesos físicos y mentales, neurofisiológicos y bioquímicos, psicológicos y culturales, básicos y complejos.  De esta manera se nos da un abanico de posibilidades para el tratamiento de las emociones desde varias perspectivas, incluyendo la sociológica. De  acuerdo con la autora, las emociones son la forma en que experimentamos el mundo y las respuestas emocionales reflejan la cultura toda vez que son moldeadas por ella. (Fernández, 2011)
 Antonio Damasio hace una afirmación importante al respecto al decir que la emoción es indispensable para la ejecución de los comportamientos racionales y que por tanto es  probable que la capacidad de expresar y experimentar emociones forme parte de los engranajes de la razón (Damasio,2006:54). En este sentido la concepción de Damasio da un carácter social a las emociones. Esta peculiaridad en el estudio de las emociones llega a ser compartida por otros autores quienes reconocen que si bien estas manifiestan una combinación de sensaciones corporales y  gestos, también se ven reflejadas en significaciones culturales aprendidas a través de las relaciones sociales.
Así Eva Illouz  define la emoción como el aspecto “cargado de energía” de una acción. Esta acción comprende significados culturales y relaciones sociales. De acuerdo con ella es, más que un elemento psicológico, un elemento cultural y social ya que buena parte de las disposiciones sociales son también emocionales, como ejemplo la división más fundamental de toda sociedad  -entre hombres y mujeres- basada y reproducida a través de culturas emocionales (Illouz,”007: 15-17). En esta línea de concepción el estudio de las emociones desde la sociología exige una mirada a la forma en que los individuos se relacionan no sólo entre iguales, sino que es necesario detenerse a observar la relación individuo-institución. De esta manera Marithza Sandoval enuncia que es la naturaleza  de las instituciones y por tanto, de las prácticas sociales lo que determina el comportamiento colectivo. Por esto, la comprensión de la conducta individual requiere un análisis del contexto institucional en el que ocurre y del diseño cultural subyacente (Sandoval, 2012, 183).

Por su parte y desde una perspectiva no tan distante, John Elster asegura que el impacto de las emociones sociales sobre la conducta depende enormemente, en realidad, de las normas sociales a las que se adscriben los agentes. Dado que las normas varían de una de una sociedad a otra, no se puede tener un buen conocimiento de las emociones sociales si tomamos únicamente en consideración las sociedades occidentales contemporáneas. Para ir más allá de esté dominio debemos deshacernos del límite espacial, del límite temporal o de ambos.  Elster recurre a Aristóteles y en referencia a La Retorica[4] asegura que Aristóteles muestra mejor que ningún otro filósofo como las emociones están enraizadas  no sólo en la psicología individual, sino también en la interacción social.  Para el autor, el tratamiento que hace Aristóteles de las emociones es a su vez una fuente de primera magnitud para entender la sociedad y política ateniense. La definición de Aristóteles expone para el concepto de emoción es la siguiente: las emociones son aquellas cosas que hacen que, al experimentar un cambio, las personas acaben por diferir en sus juicios  y que viene  acompañadas de dolor y de placer (por ejemplo la ira, la compasión, el miedo y sus opuestos). De acuerdo con el autor, su trabajo puede tomarse como punto de partida  para tener una mejor comprensión del papel de las emociones en su mundo social (Elster,2002).

En el curso del tratado de las emociones desde la sociología es frecuente encontrarse con el señalamiento que se hace alrededor de un debate existente en la naturaleza misma de estas. De acuerdo con Rogelio Luna existe un debate en torno a la naturaleza fisiológica o sociocultural de las emociones (Luna, 2002:116). Así, las emociones son agrupadas en dos grandes bloques; por un lado están las emociones básicas o primitivas, las cuales tienen un carácter universal en tanto que son observables en cualquier periodo histórico y casi en cualquier sociedad, incluso además en algunas especies animales. Estas emociones además presentan claramente un diseño fisiológico. En el segundo grupo se incluyen las llamadas emociones complejas. Estas tienen relación con el sistema moral de cada sociedad. Al respecto, Zeyda Rodríguez asegura que es sobre esta segunda tendencia que se ha desarrollado un subcampo disciplinario denominado sociología de las emociones (Rodríguez,2006:45)
Opuesto al enfoque que afirma que la afectividad humana es completamente similar a la de los animales, Surrallés enuncia que estos enfoques resumen la afectividad a un conjunto de emociones fundamentales como la ira, la alegría, el miedo y la sorpresa. De acuerdo con el autor, los afectos en el hombre son distintos a los experimentados por los animales en el momento en que la humanidad posee el lenguaje y la organización social. Sólo comparten un origen orgánico común. Así los afectos son susceptibles a diferenciación cultural al ser asumidos por el lenguaje, mediatizados por el intelecto y la cultura (Surrallés, 2005:2)
Por su parte, Rodríguez  recurre a Pablo Fernández y al término afectividad colectiva para denominar a la forma en que es posible designar a los sentimientos socialmente. De acuerdo con Rodríguez ya que los sentimientos en sí mismos no tienen un contenido positivo, no pueden ser definidos ontológicamente mas allá del supuesto de que el sentir crea una implicación (Rodríguez, 2006:46).
Debe apuntarse que esta concepción de los sentimientos como implicaciones se hace alrededor de la definición que Agnes Heller da para estos. Así, y en palabras de Heller, sentir significa estar implicado en algo; estas implicaciones constituyen un factor constructivo inherente al actuar. Ya que no hay nada que la cultura no toque, de acuerdo con la autora no existe sociedad que no trate de regular la intensidad en la expresión de los sentimientos. Estos llamamientos al control se hacen a través de ritos y normas que a su vez son moldeados e internalizados por medio de la cultura (Heller, 1993:15-16). Así  y de acuerdo con la filósofa el tratado  teórico de las emociones se ha ido moldeando desde la aparición del pensamiento teórico propiamente dicho.
Por esto último resulta oportuno invocar a la filosofía clásica. Para Aristóteles las emociones tienen dos antecedentes, por un lado precondiciones cognitivas  y por otro, otras no cognitivas, por ejemplo estar ya en una condición de angustia o dolor. La relevancia de las personas con las que nos enojamos por ejemplo, se ve medida por nuestras creencias acerca de ellos. Recurrir a Aristóteles se hace urgente con la necesidad de adentrarse ya al tratado del sentimiento de ira propiamente dicho. Al igual que en el tratado de los sentimientos se hará un esbozo puntual para lograr un recorrido por algunas de  las concepciones que de el concepto de ira se han desarrollado. Creemos prudente comenzar pues con la definición que da el propio Aristóteles para después ir engarzando las concepciones que también se creen prudentes para el desarrollo del presente trabajo.
En La Retórica, Aristóteles afirma que la ira es un deseo de venganza ante un claro insulto a cargo de hombres que no tiene ninguna razón para insultarnos a nosotros o a nuestros amigos. Este sentimiento siempre ha de ir acompañado de un cierto placer, el que surge de la propia expectativa de venganza. La ira  para Aristóteles aparece cuando alguien que ni está en una posición social para hacerlo nos insulta. La clave del análisis de Aristóteles reside en el “desaire” como causa de la ira. De esta manera  la ira implica un complejo juicio  acerca de nuestra relación con otra persona. Pero la ira no sólo implica un juicio, sino que además es una emoción enjuiciadora. Según Robert C. Solomon la ira es enjuicidora en dos sentidos diferentes: por un lado como todas las emociones, se constituye a base de juicios, modos de percibir, concebir y evaluar al mundo. Por otro, la ira se distingue del resto d las mociones por construir un escenario que implica una actitud particularmente enjuiciadora hacia el mundo. De esta manera vamos advertiendo algunas de las aristas del sentimiento que se han percibido a través del tratado del la ira.
La duración del sentimiento es otro de los aspectos que se han abordado en el estudio de estos. De esta manera y de acuerdo con  Solomon,  la ira no es  solo un fenómeno neurológico-hormonal-muscular, sino un fenómeno cognitivo y valorativamente complejo; no es sólo un estado momentáneo sino un proceso que se desarrolla lo largo del tiempo y que puede prolongarse mucho.  Uno de los desacuerdos fundamentales en torno a la concepción de la emociones básicas consiste precisamente en la duración de la emoción, así se asegura que si la ira fuese un fenómeno puramente fisiológico, esta no podría durar mucho.
El carácter fisiológico en la génesis del sentimiento de ira desata un debate con las premisas teóricas que catalogan a esta entre las emociones básicas.  Solomon insiste en que:
La ira puede ser básica en la medida en que es una emoción común, poderosa, dramática y casi universal, pero no es ni mucho menos, tan primitiva como señalan algunos teóricos. De cualquier forma la ira es más que una emoción básica o un conjunto de sentimientos.  Es una forma de interacción con otra persona y un modo de situarnos en el mundo. Y una ofensa no es sólo una conducta particular,  viene definida y circunscrita típicamente por nuestra cultura y nuestro lenguaje. (Solomon, 2007:38).
En el curso del  trabajo  de investigación se buscará profundizar en este debate y con el desarrollo de las hipótesis antes mencionadas se buscará además  llegar a un punto que pueda conciliar tanto con la génesis fisio-bilogica de la ira como con su génesis sociocultural.
 De acuerdo con lo que hemos enunciado el tema de las emociones es incipiente desde la perspectiva sociológica. De acuerdo con Rogelio Luna la sociología de las emociones como campo disciplinario emerge en la década de los setentas del siglo pasado. (Luna, 2002: 115) Esta percepción no difiere de la de algunos otros autores. Hay quienes aseguran que las ciencias sociales han relegado el estudio de las emociones; según ellos, es como si los estudios sociales hubiesen olvidado que toda la filosofía social de los siglos anteriores al XIX se había escrito en forma de tratados sobre las pasiones. 
Tal es el caso de Alexandre Surrallés  que asegura que a partir del siglo XVII los filósofos de la Ilustración trataban de comprender las pasiones como la manera en que se conectan  el individuo y la sociedad. Así las pasiones eran entendidas como los síntomas de una realidad que afectaba al mundo social. De acuerdo con el autor, a partir  del siglo XIX, siglo de la aparición de la sociología, la concepción de los afectos como lazo entre la individualidad y la colectividad desaparece, y solo la economía política sigue interesándose por las motivaciones afectivas del sujeto en sociedad. Es a partir de entonces que psicología se apodera del estudio individual de los afectos. Por su parte la sociología olvida al sujeto pasional, dado que la sociedad aparece como una entidad susceptible de una coloración de orden afectivo (Surrallés, 2005:4).
Jon Elster  por su parte, asegura que los primeros estudios de la emociones que utilizaron metodología científica datan de poco más de cien años - La expresión de las emociones en  el animal y el hombre de Darwin en 1872 y ¿Qué es una emoción? De William James- sin embargo reconoce tratados antecedentes sobre el tema. Desde la percepción de Elster,  la Retorica de Aristóteles es el más antiguo tratado sistemático de la psicología humana en el mundo occidental. En el libro I las emociones son tratadas como variables independientes que explican el comportamiento (Elster, 2002:11-12). Así la disciplina que se ha ocupado en mayor medida de las emociones es la Filosofía. El estudio de estas como pasiones inherentes al ser y determinantes de su modo de actuar constituye un tema clásico en la historia del pensamiento filosófico.
Los autores insisten que el aspecto que mayormente se repite a lo largo de la línea histórica del pensamiento filosófico sobre las emociones que hemos venido desarrollando es el del dualismo que existe entre emoción y razón. La tradición filosófica ha considerado las emociones como incompatibles con los juicios inteligentes.
 Sin embargo dentro de la psicología  y la sociología –aunque en menor medida en esta última- existen ciertas concepciones que marcan una ruptura con los pensamientos de la filosofía clásica y que tienen que ver con la perspectiva cognitiva que se ha desarrollado desde el campo de la psicología y que se trataran con mayor detenimiento líneas abajo.
En tanto consideramos urgente el apuntar cómo el estudio de las emociones ha ido teniendo notoriedad en el campo de la sociología. De acuerdo con Rogelio Luna, el estudio de las emociones es palpable ya desde algunos clásicos de la disciplina sociológica. El autor menciona por ejemplo como en la tipología elaborada por Durkheim en La división social del trabajo, la solidaridad orgánica implica el deterioro en la importancia de los lazos comunitarios, de la homogeneidad de la población y, sin duda, afecta el mundo emocional del sujeto. Durkheim se interesó en diferenciar la psicología de la sociología; en particular, encuentra en los sentimientos religiosos una fuerza moral que ofrece refugio a los sentimientos de la comunidad. Según Luna el mismo Durkheim en su trabajo sobre El suicidio (Durkheim 1951) representa una aproximación de importancia vital a los sentimientos desde una  perspectiva histórica. La obra denota su preocupación por el aspecto emocional, y su interés por entender los fenómenos psicológicos como resultado de procesos sociales globales (Luna,2002)
Haciendo referencia al trabajo de Collins, Luna destaca la importancia  que adquieren de manera un tanto implícita las teorías propuestas por Durkheim y Parsons. Siguiendo a Collins, se menciona  como el orden social y la cohesión descansan en los valores morales compartidos. Pero en última instancia, éstos no son otra cosa que "conocimientos amalgamados con emociones". Y es que según Luna “ los valores invocan, pero también implican la movilización de emociones en el macro y micro nivel de la sociedad.” (Luna, 2000)
Para Kemper el surgimiento de la sociología de las emociones es posible ya que las nuevas perspectivas de la sociología de los años setentas rompen con la lógica lineal que menospreciaban al actor social y su vida emocional.  Así esta nueva perspectiva va más allá en  los  enfoques positivista o antipositivista (Luna, 2000). Kemper asume que la sociología de las emociones tiene como finalidad el estudio de las emociones haciendo uso del aparato conceptual y teórico de la sociología. Desde esta perspectiva las emociones se nutren y tienen sentido en el marco de las relaciones sociales. Así, la naturaleza de las emociones está condicionada por la naturaleza de la situación social en la que las personas sienten.
Desde la perspectiva de Eva Illouz los  relatos sociológicos  de la modernidad contienen de manera inconsciente referencias a la teoría de las emociones, aunque nadie desarrollara una teoría de las emociones realmente. Sostiene que el estudio de las emociones desde la perspectiva sociológica es de vital importancia en el momento en que son estas los aspectos “cargado de energía” de una acción. Esta acción está conlleva significados culturales y relaciones sociales. (Illouz, 2007:15-17)
Thomas Scheff es otro autor que  aborda el estudio de las emociones desde una perspectiva  Sociológica. Su estudio se centra en la comprensión social de la vergüenza y el orgullo. Para Scheff  estos son expresión directa del vínculo social.  Según el autor los  vínculos sociales se definen y alimentan por los procesos emotivos de la vergüenza y el orgullo. (Scheff, 1990)
La declaración de Eduardo  Bericat es fundamental en la solicitud por un estudio de las emociones a la disciplina sociológica. En el texto La sociología de la emoción y emoción en la sociología declara:
“a la sociología le queda la tarea de incorporar la emoción a su núcleo metateórico fundamental. Seguir prescindiendo de las emociones no constituye sólo un lamentable olvido, constituye un verdadero suicidio, una renuncia deliberada a la legítima aspiración por lograr explicaciones completas de la realidad y de los procesos sociales” (Bericat, 2000: 152)




METODOLOGÍA
En la búsqueda del entendimiento del fenómeno de la ira del que hemos venido hablando,  decidimos analizar la película francesa IRREVERSIBLE (2002) del director argentino Gaspar Noé, porque en ella se hacen explícitos eventos que ponen a los personajes frente a situaciones límite y los impulsan a tomar decisiones  basadas en la ira. ¿Por qué elegir una película y no un caso o historia de vida? La selección obedece, en primer lugar, a mi inquietud y preferencia por trabajar con este tipo de materiales que sin duda son un depósito de nuestra memoria social y en segundo, porque es la natural consecuencia de mi paso por la especialidad de cultura que la carrera de Sociología contempla dentro de las líneas especializantes que forman parte del Plan de Estudios. El hecho de trabajar con el análisis discursivo de una cinta no resta importancia a la posibilidad de observar episodios como los presentados durante el filme en los contextos sociales reales e inmediatos en los que se encuentran inscritas las personas como entes sociales. Es decir, la cotidianeidad de la vida social no se encuentra privada de la aparición de eventos en los que los actores sociales, al enfrentarse a diversas situaciones hostiles y que atentan contra su seguridad,- ya sea física, emocional y hasta económica- experimentan episodios de ira que les llevan a emprender acciones que repercuten en el medio social. Estas repercusiones pueden  o no afectar a otros miembros de la sociedad, pero tiene siempre cabida en el estudio de la sociología. Considero además que  dentro del ámbito de la disciplina sociológica en el que me muevo, este trabajo puede insertarse dentro de los incipientes estudios que sobre sociología de las emociones existe.
Para el análisis de IRREVERSIBLE retomaremos algunos aspectos del método Sociocrítico del Francés Edmond Cros, porque nos permite trabajar en dos direcciones. Por un lado, el  análisis discursivo centrará su atención en los aspectos sociales y en las condiciones del entorno presentadas en el curso del filme para enmarcar las acciones ejercidas por los personajes,  y por otro, hacer visibles las representaciones de la realidad social a la que se ven enfrentados los sujetos como parte de una sociedad determinada, contemplar sus acciones como respuesta a hechos hostiles y medir el impacto de esta respuesta en el medio en que el sujeto social se desenvuelve.
 Para Elster, las novelas y las obras de teatro son otra fuente inagotable de intuiciones e hipótesis. Si bien muchos de los ejemplos de ficción utilizados por los filósofos para ilustrar una teoría de las emociones no son convincentes porque resulta obvio que han sido inventados para ese propósito especifico, las palabras y las acciones de los personajes tiene una autoridad independiente que hacen posible que las utilicemos como ejemplo y contraejemplos. Como piedras de toque para elaborar teorías de las emociones escoge algunos autores como Shakespeare o George Eliot. El autor cree que podemos aprender mucho sobre la emociones a partir de las obras literarias y de teatro (Elster, 2002).


















Bibliografía
AMEN, G. Daniel (2011), Cambia tu cerebro cambia tu vida, Barcelona, Ed. Sirio
BERICAT, A. Eduardo (2000)   La sociología de la emoción y la emoción en la sociología en Revista Papers no. 62 Malaago, España recuperado en http://davidhuerta.typepad.com/blog/2012/01/la-s ociolog%C3%ADa-de-la-emoci%C3%B3n-y-la-emoci%C3%B3n-en-la-sociolog%C3%ADa.html
 CASADO, Cristina y COLOMO, Ricardo (2006) Un breve recorrido por la concepción de las emociones en la Filosofía Occidental en A Parte Rei Revista de Filosofía 47, recuperado en http://serbal.pntic.mec.es/~cmunoz11/casado47.pdf
DAMASIO, Antonio (2006)    El error de Descartes   La emoción, la razón y el cerebro humano. Barcelona, España. Ed. Crítica

DSM-IV Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, Asociación Estadounidense de Psiquiatría, 2013. Encontrado en: http://www.mdp.edu.ar/psicologia/cendoc/archivos/Dsm-IV.Castellano.1995.pdf
ELSTER, Jon (2002) Alquimias de la mente. La racionalidad y las emociones.  Barcelona, España    Ed. Paídos
FERNÁNDEZ P. Ana María (2011) Antropología de las emociones y teoría  de los sentimientos,  Revista Versión Nueva Época  Junio encontrado en http://version.xoc.uam.mx/index.php?option=com_ content&view=article&id=38:antropologia-de-las-emociones-y-teoria-de-los-sentimientos&catid=7:articulos

GURMÉNDEZ, Carlos (1981) Teoría de los sentimientos. México, Ed. Fondo de Cultura Económica
HELLER, Agenes. (1993)  Teoría de los sentimientos (15-35) México. Ed. Fontamara
ILLOUZ, Eva (2007) Intimidades congeladas. Las emociones en el capitalismo, Argentina, ed. Kats pp 105-122
LUNA Z. Rogelio (2002)  La naturaleza de las emociones desde la perspectiva sociológica en Cultura, comunicación y Política, (115-134) Celia del Palacio Montiel, cord. México, Universidad de Guadalajara
______________ (2000)Introducción a la sociología de las emociones” en Revista Universidad de Guadalajara no.18 Primavera  recuperado en http://www.cge.udg.mx/revistaudg/rug18/art3.html
RODRÍGUEZ M, Zeyda. (2006)   Paradojas del amor romántico.  Relaciones amorosas entre jóvenes  (45-65)  México, D.F.   Instituto Mexicano de la Juventud   

SANDOVAL , Marithza. (2012). Comportamiento sustentable y educación ambiental: una visión desde las prácticas culturales en Revista Latinoamericana de Psicología Volumen 44 No 1 (181-196)
SCHEFF, Thomas J.   (1990)  Microsociology   discourse, Emotion, and Social Structure.  Chicago, EUA.  The University of Chicago   
SLOTERDIJK, Peter (2010) Ira y tiempo ensayo psicopolítico, España, Ed.  Siruela
SOLOMON, Robert C.  (2007)  Ética emocional.   Una teoría de los sentimientos    Barcelona, España  Ed.  Paidós   
SURRALLÉS, Alexandre (2005)  Afectividad y epistemología de las ciencias humanas en Revista de Antropología Iberoamericana,  Antropólogos Iberoamericanos en Red, (edición especial Nov-Dic) España
VIGOTSKY, Lev S. (1996) Pensamiento y lenguaje   Teoría del desarrollo cultural de las funciones psíquicas,  México   Ed. Quinto SOL
_______________ (2004) Teoría de las Emociones   Estudio Historico-psicológico,   Madrid, España. Ed.   Akal





[1] El Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (en inglés Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, DSM) de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría  contiene una clasificación de los trastornos mentales y proporciona descripciones  de las categorías diagnósticas.

[2] La edición vigente es la quinta, DSM-V, publicada el 18 de mayo de 2013 sin embargo la traducción al castellano estará disponible hasta el 2014 . Por esta última situación y dado que la edición vigente no presenta diferencias a la consultada con referencia al tema que aquí tratamos, hemos decidido usar esta.

[3] De acuerdo con el artículo Un breve recorrido por la concepción de las emociones en la Filosofía Occidental  de Cristina Casado y  Ricardo Colomo, un “pensamiento confuso” es equivalente a la noción de “opinión vana”  perteneciente a la filosofía estoica.  Desde esta misma perspectiva algunos filósofos reducen las emociones a “accidentalidades empíricas”,  a particularidades sin importancia.
[4] En el texto de Elster se analizan las obras la Retorica, la Política y La Ética Nicomaquea, aunque  según el autor sólo La Retorica ofrece un análisis sistemático de las emociones, aunque  las otras dos obras también hacen alguna referencia a la relevancia de estas en diferentes aspectos de la vida social.

No hay comentarios:

Publicar un comentario