sábado, 10 de noviembre de 2018

ensayo final


La llaga del género en las bases de la teoría sociológica
Yutzil Alitzel Rios Marinez

Al estudiar cualquier tema, debemos por fuerza tener alguna base de donde partir.  En la universidad, hablando de la carrera de sociología, nuestros primeros semestres abarcan a los primeros teóricos de la materia, los padres fundadores, la base teórica en la que muchos sociólogos y sociólogas vigentes se apoyan para seguir haciendo trabajo sociológico. Hay que hacer hincapié en las palabras “padres fundadores”; y es que, si observamos el plan de estudios de la carrera de sociología en la Universidad de Guadalajara, solo analizamos a los hombres que iniciaron la sociología. Podríamos pensar que la razón de que  solo estudiemos a pensadores masculinos es que no había mujeres o que el trabajo de estas era escaso o no era de calidad. En este trabajo pretendo demostrar que sí había, por lo menos, una mujer que podría ser enseñada como base teórica y que la razón de que no se haga, no es por la calidad de su trabajo ni la cantidad, ni siquiera por el poco reconocimiento que tuvo en su época, sino simplemente por haber sido mujer y, cómo este hecho influyó en su trabajo y en su posterior no-incorporación a la disciplina de la sociología.

En las siguientes páginas hablaré sobre Harriet Martineau, teórica británica de, la que se considera primera generación de sociólogos y, como pretendo demostrar, también sociólogas. Trataré de dar una mirada objetiva a su obra y de compararla con la de sus contemporáneos Comte, Spencer y Tocqueville, autores clásicos y conocidos de la teoría sociológica. Todo con el objetivo, no de menospreciar el trabajo de los padres fundadores, sino de conocer y reconocer el trabajo de esta mujer que no fue la única, pero es de las pocas que se conserva, apenas, su trabajo (aun sin poder alcanzar en fama o reconocimiento a sus coetáneos); así como entender, a partir de su ejemplo, cómo el ser mujer pudo haber influido a otras sociólogas de la época, a posteriores y a actuales; no solo sus obras, sino sus vidas.

Los inicios de Harriet

Nacida en 1802 en Inglaterra, Harriet creció en una familia acomodada, estudió hasta los 16 años en su casa. Aprendió latín, francés, italiano y alemán por las obras de Locke, Hartley y otros. Ingresó a la iglesia comunitaria, donde educaban a las mujeres para que fueran buenas madres y se acercaran al cristianismo. (Villanueva y Marín, 2009). No sorprende que la principal razón de que pudiera ser una mujer letrada, fuera para cumplir adecuadamente su labor de ser madre; Mabel Burín, parafraseando a Luce Irigaray, presenta a las mujeres como las reproductoras y educadoras de la próxima fuerza de trabajo (los hombres) y señala que para que la mujer sirva en una sociedad patriarcal debe ser madre (Burin, 1987; 129). Entonces, podemos inferir que desde los comienzos de su vida, Harriet no solo tenía la misión de ser madre por ser mujer, sino que esto fue lo único que le permitió instruirse. Aquí notamos ya una de las diferencias marcadas en la vida de Martineau, comparada con la de los sociólogos de la época, que aunque fueron diferentes sus situaciones de aprendizaje, ninguno tuvo esta responsabilidad.

            Harriet se convirtió en una de las primeras periodistas del Reino Unido, escribió para el Monthly Repository y desde entonces ya se notaba en ella la preocupación por el trato desigual hacia las mujeres; y es que, siendo mujer, ¿cómo no podría notarlo, si ella lo vivió?. Durante toda su vida, su posición de mujer en un mundo gobernado por hombres, le permitió tener una mirada crítica y amplia de la sociedad en la que vivía y de muchas otras, pues tuvo la oportunidad de viajar y conocer otras formas de vida. En 1836 su padre murió y dejó a la familia en crisis económica, lo que la condujo a vivir de sus escritos y bordados, junto con sus hermanas. Esto también la llevó a mirar hacia la clase trabajadora y ampliar su trabajo a la desigualdad de clase. Por si fuera poco, padecía de sordera, lo que provocó que la excluyeran de la docencia (Villanueva y Marín, 2009). Por lo que Martineu no solo sufrió la desigualdad de género, sino también la discriminación por sus problemas de salud.

Harriet, Comte y Spencer

El trabajo de Harriet estaba fuertemente influido por el positivismo de la época, toda su obra se inclina a la necesidad de encontrar la forma de hacer de lo social una ciencia. En 1813, adelantándose 10 años al aclamado Comte con La filosofía positivista, Harriet ya escribía sobre economía política, que posteriormente sería llamada sociología. Si bien sus ideas no nacieron de la nada, nunca copió o se basó específicamente en la obra de algún autor para presentar su teoría; desgraciadamente, tampoco se basaron en la de ella. Martineau hablaba de una “ciencia de las leyes del deber social…debe modificar nuestra filosofía moral” (Martineau, 1836; 275-277), muy parecido a lo que dirían muchos otros autores de la época como Comte, que en 1852 (después de Harriet) habla de la necesidad de una ciencia de la moral (Iglesias, Arramberri y Zuñiga, 2001).

Hay que tener en cuenta que estos años fueron los inicios de la sociología, cuando los teóricos apenas acordaban qué sería esta ciencia, qué harían con ella y para qué; empezaban a dar las reglas del juego, a pensar en sociedades ideales, a imaginar un mundo donde existiera esta materia naciente. Harriet no se quedó atrás; en 25 novelas didácticas, Martineau trazó los principios de esta nueva ciencia social para los lectores de clase media y trabajadora (Iglesias, Arramberri y Zuñiga, 2001). Ella no sólo hizo lo que estaban haciendo sus contemporáneos, sino que acercó la teoría a la gente, como ningún otro autor lo hizo. No se limitó al círculo de académicos como lo hizo Comte y muchos otros hasta la fecha; no se sentó simplemente a analizar de lejos una sociedad, porque ella misma vivía lo que escribía.

Como mencioné anteriormente, mi trabajo no va orientado a quitarle valor a la obra de los teóricos, sino a reconocer el de una teórica. Sin embargo, si es importante hacer la comparación entre ellos. Mientras Comte hablaba de convertir el positivismo en una religión, donde él sería el sacerdote y defendía la jerarquía social en la que las mujeres, por ser el “ente fundamentalmente afectivo” le servían al positivismo para “reorganizar al individuo y a la sociedad” (Iglesias, Arramberri y Zuñiga, 2001; 347); Harriet defiende la libertad y racionalidad de las mujeres, “versus las absurdas ideas de Comte sobre las mujeres que asignaba a las mujeres los sentimientos y a los hombres la capacidad intelectual y política, Harriet alegaba que las niñas eran capaces de estudiar” cosas complejas y que habían existido muchas mujeres matemáticas (Villanueva y Marín, 2009). Harriet era una mujer militante, cuyo estatus de género le dio una mirada diferente y directa de la sociedad en la que vivía.
El intelecto y la capacidad de Harriet eran indiscutibles. En 1853 editó y publicó una traducción al inglés de La filosofía positiva de Comte, al que le gustó mas que la edición original, así que conservó los aportes de Harriet cuando la volvió a traducir al francés. No cabe duda que era una buena escritora y científica, pero se suele afirmar que solo por esta relación con Comte se conoce el nombre de Harriet (Iglesias, Arramberri y Zuñiga, 2001). Como observamos con muchas otras mujeres, su trabajo solo se conoce por el de algún hombre que estuvo cerca y no por la merecida apreciación de su propia obra, aunque se pudiera hasta decir que fue una socióloga mas avanzada que Comte o Spencer y hasta generaciones posteriores, con ideas y aplicaciones que aun vemos en la sociología contemporánea.
            Antes mencione que no se sentó únicamente a idealizar una sociedad como lo hizo Comte y Spencer, no creó una utopía ni dedicó su vida a pensar cómo sería un mundo perfecto. La realidad la golpeaba cada que tenía la oportunidad; la inseguridad la llevó a rechazar un buen trabajo, el ser mujer la hizo hacer un esfuerzo mucho mayor al de sus colegas para pertenecer a un grupo de académicos al que finalmente entró y se fue abriendo paso, ganándose el respeto de los demás. Ya había mucho que podía analizar y criticar como para ponerse a imaginar otra sociedad, veía cómo la que ya existía afectaba a la gente de forma dura. A parte de poner las bases de cómo debería ser la ciencia, ella empezó a aplicarla a sus trabajos, hizo el primer libro de investigación social y el primer texto de métodos de la historia de la sociología (Iglesias, Arramberri y Zuñiga, 2001).
Harriet y Tocqueville
Harriet describió las sociedades que conoció desde su mirada crítica y ampliada del mundo. Desde lo más común, la vida cotidiana de la gente promedio, las mujeres, las diferentes clases sociales, Martineau se adentró en el mundo tangible, lo sustancial, la realidad que oprimía (y oprime) mujeres y jerarquizaba relaciones. Ella decía que ser mujer no le dificultaba la investigación porque “el salón íntimo de la señora y la cocina son escuelas excelentes donde aprender la moral y las costumbres de las personas” (Martineau, 1837).Ella analizaba a las personas de una forma que no hicieron otros sociólogos: en los ambientes cerrados y privados. Ella vio los lugares íntimos de las familias, las platicas cotidianas donde las creencias no se esconden y las desigualdades son latentes. Porque a veces no se esconden los prejuicios en una conversación casual.
Al igual que Tocqueville, Harriet hizo un estudio de la sociedad norteamericana en los mismos años que él (1831-1836); Tocqueville nos presenta un EE.UU. democrático e igualitario al que toma como modelo para lo que considera una sociedad ideal. No pretendo quitarle mérito al autor, pero causa un conflicto saber que Harriet y Tocqueville eran ambos extranjeros en América, nacidos mas o menos en los mismos años y si bien crecieron en países diferentes, llegaron a la misma nación, al mismo tiempo y ambos con ojos forasteros; sin embargo, Tocqueville nos maravilla con la democracia norteamericana y su tendencia a la igualdad a la que cualquier región debería aspirar, mientras Harriet nos expone lo que parece un pueblo diferente: esclavista, machista y clasista.
Conclusión
No cabe duda que la sociología-aunque aun no fuera llamada así- de Harriet estuvo fuertemente marcada por su género y se nota su preocupación por este en todas sus obras; sin embargo no nada más habló de género, sino de todo el panorama social que observaba, sentía y vivía. Habló de todos y todas, para todos y todas. No se conformó con teorizar, aplicó la teoría a la investigación social formal y como pocos sociólogos y sociólogas antiguos y actuales, acercó su investigación a las personas de las que escribía, dejó el lenguaje académico y rebuscado a un lado para hacer textos que pudieran ser leídos por cualquiera. Fue militante, luchó a favor del voto para las mujeres, quería mejoras en la salud pública, reprochó la esclavitud de forma escrita y física. Luchó con pluma y puño.
A pesar de todos sus esfuerzos, su trabajo y el reconocimiento de su época por el que peleó mas que sus compañeros varones, Harriet fue olvidada poco a poco de la historia y de la sociología. La forma especifica de dar clase de una profesora fue lo único que acercó a parte de mi generación a su obra. La gran biblioteca del CUCSH no tiene ningún texto de ella; los artículos de su obra terminan en un párrafo sobre su olvido. A su muerte, la sociedad y la sociología borró su nombre. Sus ideas y aportaciones parecidas y diferentes a las de los hombres teóricos de esta importante época para la ciencia social, se fueron perdiendo y se les fue quitando crédito.
Como ella, debió haber muchas mujeres en esa era y posteriores, con la misma y hasta peor situación de descrédito y anonimato. Muchas teóricas, no sólo sociólogas, lucharon y luchan el doble porque su trabajo sea tomado en cuenta; como ella, han sido silenciadas por la academia y la sociedad y no por no ser digno de renombre, sino porque no fue un hombre quien lo escribió. Podría verse como una exageración, pero basta con mirar los programas de nuestras carreras, los autores que se mencionan y citan, los teóricos que nos enseñan, para darnos cuenta que no es casualidad que sean en su mayoría hombres y que, lo repito, la razón no sea porque no hay obra de mujeres o por que no valga la pena leerlo.
            Si las bases de la teoría sociológica tienen la llaga del género, ¿qué podemos esperar del resto de ella y del trabajo que se apoyará en estas bases? Como sociólogos y sociólogas deberíamos ver hacia atrás y buscar los escritos de Harriet y de otras mujeres que podrían ayudarnos a tener una visión mas amplia de la sociedad que pretendemos analizar y/o cambiar; cuestionarnos por los nombres que han sido borrados y actuar para recordarlos otra vez; enseñar los aportes de mujeres como Harriet que tienen mucho que decir.
Fuentes
Burín, M.(1987). La maternidad: el otro trabajo invisible. En: M. Burín, Estudios sobre la subjetividad femenina (pp. 124-133). Argentina: GEL
Iglesias, M., Aramberri, J. y Zúñiga, L.(2001). Comte, Auguste. En: María C. Iglesias, Julio Aramberri y Luis Zúñiga, Los Orígenes de la Teoría Sociológica (pp. 336-349). Madrid, España: Ediciones Akal.

Iglesias, M., Aramberri, J. y Zúñiga, L.(2001).Tocqueville, Alexis. En: María C. Iglesias, Julio Aramberri y Luis Zúñiga, Los Orígenes de la Teoría Sociológica (pp. 336-349). Madrid, España: Ediciones Akal.

Iglesias, M., Aramberri, J. y Zúñiga, L.(2001).Spencer, Herbert. En: María C. Iglesias, Julio Aramberri y Luis Zúñiga, Los Orígenes de la Teoría Sociológica (pp. 336-349). Madrid, España: Ediciones Akal.

Madoo, P. y Niebrugge, J.(1993). Las primeras sociólogas y la teoría sociológica clásica: 1830-1930. En: Ritzer, George, Teoría sociológica clásica (pp. 353-392). España: Mc Graw Hill

Ritzer, George(1997). Teoría sociológica contemporánea. México: Mc Graw Hill
Villanueva, C. y Marín, I.(2009). Harriet Martineau, una socióloga silenciada. I Congreso virtual sobre historia de las mujeres. Recuperado desde: https://www.researchgate.net/publication/272743433

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