miércoles, 13 de abril de 2011

Leonardo Daniel Torres de la O.

1B.

Prof. Rodolfo.

Expresión oral y escrita.

Ensayo: El sexenio de José López Portillo y Pacheco (1976-1982).

José López Portillo y Pacheco, el presidente apostador (1976-1982).

Como cada sucesión presidencial desde 1924, el presidente de México escogía a su sucesor, 1976 al finalizar su régimen Luis Echeverría elegiría alguien como no cabía duda del partido oficial el PRI (partido de la revolución institucional), en este caso a su amigo, José López Portillo, como su sucesor, el seria el primer secretario de hacienda en convertirse en presidente de México, unas elección donde llegaría como candidato único ya que, con he sección del Pan (Partido de Acción Nacional) que no presento candidato para las elecciones todos los partidos postularon al mismo hombre a el José López Portillo. Su sexenio seria con todos pequeños reflejos de luces pero esas luces eran muy opacas, ya que el petróleo surgió con gran fuerza que determinaría como seria su gobierno, ya que al final de su sexenio hubo una de las peores crisis que a sufrido México y a causa de eso agudizarían mechos problemas sociales.

El nuevo gobernante de México José López Portillo (1976-1982) se abocó a resolver esos conflictos que surgieron desde la década de los 60. De inmediato promovió la reconciliación con el sector industrial. El apoyo gubernamental al sector fue ratificado, aunque sin descuidar los intereses del campo.

La actitud de López Portillo tendió a restablecer la confianza entre los propietarios del capital, en tanto de desarrollaba un doble proceso: la inversión del gobierno anterior en la explotación petrolera comenzó a dar frutos (que repercutieron en mayores posibilidades del erario) y se emprendería una reforma política. A partir de 1977 se han realizados cambios importantes en el régimen electoral. El secretario de gobernación, Jesús Reyes Heroles, emprendió una reforma política que ayudaría a desahogar los problemas sociales del país. “Primero, la ley federal de organizaciones políticas y procesos electorales (LFOPPE) se crearos las diputaciones uninominales y plurinominales; luego se aumento a 500 el números de diputados”, esto le ofrecía registro oficial a muchas organizaciones de izquierda (Partido comunista Mexicano, Partido Popular Socialista, etc.) pero a cambio tenían que renunciar a su vía tradicional la guerrilla, claro que la reforma política quedo a medias, ya que PRI (partido de la revolución institucional) siguió controlando los procesos electorales, hasta 1995.

Esto rompió con el oligopolio de 4 partidos y le concedió posibilidad a todas las corrientes ideológicas de participar como partidos políticos en los procesos electorales. La condición para alcanza registro oficial como partido político fue contar con al menos de 2.4% de los sufragios efectuados. La reforma democrática brindo resultados: las guerrillas se debilitaron y poco a poco tendieron a desaparecer.

El panorama político nacional mejoró: los capitales regresaron, los beneficios de la explotación del petróleo mejoraron la situación del erario y de la inversión publica, impero el clima de tranquilidad social y la economía recupero su crecimiento.

Sin embargo, esa relativa recuperación dio a la administración pública gubernamental elementos para continuar con el proceso de endeudamiento estatal. Los enormes retos de las necesidad sociales y las engañosas posibilidades que se derivaron de los beneficios de la explotación del petróleo hicieron pensar que las bases para el despegue definitivo de la nación se encontraba a al canse de la mano.

En enero de 1979, López Portillo auspició la venida del Papa Juan Pablo II, luego de décadas de lejanía con la Iglesia Católica, autorizando el oficio de una misa al aire libre transmitida inéditamente por televisión.

En dado caso, los mejores momentos de este régimen se presentaron hacia 1979, cuando la situación del mercado internacional levanto los precios del barril de petróleo hasta los 42 dólares. La diosa de la fortuna parecía haber puesto sus ojos en México, el gobierno de la nación anunciaba el éxito absoluto de su gestión anticipada como la mejor de la historia nacional.

Incluso José López Portillo dijo “Soy la única oportunidad de la Revolución”. En 1980 se rebasaron todos los pronósticos en pib (producto interno bruto) llego a 9% y como consecuencia, el mundo entero volvió hablar del milagro mexicano, inútiles fueron los intentos del entonces secretario de energía, Jorge Díaz Serrano, por hacerle ver al régimen que se trataba de solo una situación pasajera ya que el mercado internacional no podría sustentar por mucho tiempo semejantes precios. La verdad era que aquella bonanza económica no constituía algo firme.

El gobierno se embriago de triunfalismo. El presidente López Portillo declaró que “los mexicanos habíamos dejado atrás las épocas de la pobreza y que tendríamos que acostúmbranos a administrar la abundancia”. El mismo presidente anticipo a dos años del final de su gestión que su retiro “se dejaría crecer la barba y se dedicaría a pintar caballos y a escribir sus memorias”.

Lamentablemente, ante tanta bonanza surgieron casos de corrupción gubernamental sin precedente; la nación fue literalmente saqueada por muchos de sus funcionarios que amasaron fortunas incalculables.

Para desgracia del pueblo mexicano, Díaz Serrano tenía razón: la situación de los precios del petróleo era pasajera. Los países árabes – dijeron las malas lenguas que presionados por el gobierno norteamericano- aumentaron considerablemente su producción y ante la sobreoferta se desbarrancaron los precios del crudo.

Aunque López Portillo, tenía terror de devaluar, afirmo que Guadalajara el camino seguido por su gobierno era el indicado dijo: “esa es la estructura que conviene al país. Esa es la estructura a la que me he comprometido a defender como perro”

La euforia del gobierno mexicano se desplomo de la misma manera que el peso. Viéndose afectado ante los enorme compromiso contraídos a partir de la bonanza petrolera. La deuda pública estaba por los cielos y en consecuencia aumentaron los impuestos, pero como no fueron suficientes para salvar el déficit presupuestal, no quedó más remedio que continuar haciendo uso de la maquinita de hacer dinero. Así aumentó el círculo, el proceso devaluatorio de la moneda se acentuó y la inflamación continúo creciendo.

El derrumbe de la administración del régimen fue tan doloroso como feliz había sido su bonanza. Ante el fracaso rotundo, el presidente, en un intento de culpar a los gerentes bancarios, arremetió contra las instituciones crediticias y en un acto que ni el más malicioso analista político se hubiese animado anticipar, nacionalizó la industria bancaria.

La medida resulto aun más sorpresiva que dolorosa entre la clase burguesa, que se sintió traicionada por la clase política. Resultaba obvio que las burguesías tendrían que buscar un acceso directo al poder para garantizar sus intereses.

“El gobierno de López Portillo cerro sus administración con un país endeudado por más de 45 mil millones de dólares, con una inflación galopante como consecuencia de una moneda devaluada (hasta $73.00 por dólar) y con un crecimiento económico nulo (hasta 1%)”.

Aunque las intenciones de López Portillo, eran buenas, la sobre confianza del presidente y no saber escuchar, así como confiar al financiamiento externo, provoco uno de los peores desplomes del peso, aunque el único logro aparente fue la reforma política, pero su participación en la revolución andina fue otros logros de su sexenio, el PRI con el paso del tiempo perdió la confianza del pueblo mexicano, lo que provoco que perdiera la presidencia en el 2000.

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