Parte II
A los 8 años un novio de mi madre me enseñó a andar en bicicleta. A los 10 años, otro novio nos llevó a acampar. Cuando tenía 12 años la actual pareja de mi mamá me enseñó a jugar futbol, cartas y videojuegos. Y hasta la fecha es quien ha estado presente en las nuevas experiencias de nuestras vidas.
Ser la niña masculina del grupo se convirtió en una experiencia poco grata. Los hombres disfrutaban mi compañía y las mujeres seguían siendo las hipócritas de siempre. Pero, al final yo era un camarada más y nada más. Siempre he sido tan inconstante que cambié mi imagen drásticamente muchas veces. Era mi máscara. Ahora es gracioso, lo único que hacía era llamar la atención, sí, todavía. Quería la atención que mi padre me negó, era una búsqueda incansable. Llegó un día que alguien se interesó en mí y lo único que hacía yo era estropearlo por el miedo que tenía a perder otra vez a alguien importante, con mi etiqueta de “no merezco ser feliz” no me permito ser feliz, me decepcionaron tantas veces de niña, que no confío ni en mi sombra. Me cuesta mucho tiempo poder creer en alguien, todo el tiempo siento que me quieren engañar, lo único que escucho son mentiras, todos son falsos. Aprendí muy bien de un mentiroso que desacredito todo lo que los demás me digan.
Es muy diferente ahora. He crecido y he maduro, quizás no por completo, pero tener el papel de hermana mayor, en un trío compuesto por una madre soltera y dos niñas me obligó a crecer un poco más rápido. Mi madre se apoyaba mucho conmigo por ser las más grande. Ella era una niña también, tuvimos que crecer juntas. Me hizo consiente de nuestra situación; nunca faltó nada, pero tampoco nos sobraba. Sí hizo mucha falta un padre por muchos motivos. Mi madre estaba sola, económicamente habría sido diferente, sentir la protección que sólo un padre puede brindar.
La ausencia no siempre es sólo física. Hay padres que nunca estuvieron, otros que aparecen esporádicamente, y muchos que sí están, parece que no, o habría sido mejor si no estuvieran. Después de analizar cómo fue para mí, crecer sin padre, tuve curiosidad de preguntar a gente cercana a mí cómo fue para ellos. Llegué a estas conclusiones. Como mujeres sin padre, desarrollamos ciertos problemas en las relaciones amorosas, sentimiento de abandono, sufrimos el miedo constante de que en cualquier momento pueden abandonarnos y esto nos lleva a celar mucho a nuestras parejas. Por mi parte, siempre traté de mostrar una armadura de seguridad, actuando como si nada me afectara, pero necesitaba que alguien me protegiera y me brindara seguridad. Poca tolerancia a la decepción. Inseguridad y baja autoestima. Melancolía que evoluciona a depresión. Hay una insistencia en llamar la atención, con estrategias diferentes. Puede ser creando problemas para que llamen a tu padre y que por fin te dé un poco de atención. Hay quienes en casos extremos se sumergen en sustancias como el alcohol o las drogas. Modificaciones corporales y cambios de imagen radicales. Roles de género distorsionados. Dependencia sentimental y la lista puede seguir. Cuando comenzaron mis cambios físicos en la adolescencia, tuve muchísima suerte de tener a mi madre para que me guiara en todo momento. Pero para un hombre sin una figura paterna, es más complicado, están solos para aprender y descubrir cómo funcionan las cosas. Crecen muchachos inseguros, que bien pueden alejarse totalmente o aparentar con una valentía falsa. Los mismos problemas de inseguridad en las relaciones amorosas, miedo al abandono. Poco interés en mantener una relación, carentes de la responsabilidad y lealtad, porque no hubo quien les mostrara algo diferente.
Una Madre puede hacer el trabajo de un padre y criar sola a sus hijos. Conocemos de sobra mujeres fuertes que sin ayuda salieron adelante. Desgraciadamente hay pequeños y grandes detalles que una madre no puede cubrir por completo. Crecemos orgullosos de ellas, y estamos seguros de que el amor que siempre nos dio fue suficiente. Como madres puedo imaginarme la soledad que deben sentir y la desesperación de no poderles dar todo a sus hijos. Pero también hay que pensar que hay personas que no nacieron para ser padres, personas que no tienen noción de lo que es la responsabilidad, tienen miedo de esta o carecen por completo de interés. Pensar que tal vez pudo haber sido peor si en lugar de estabilidad y cariño un padre hubiera brindado violencia y más carencias. Un padre es tan importante como una madre, puede que tenga menos valor y prefiera la vida fácil muchas veces. Pero un niño que es criado en una familia con ambas figuras, es mucho más seguro de sí mismo, tiene mayor facilidad de aprender y su desarrollo no se topa con obstáculos. En cierto modo es como si a una mesa careciera de una pata, no va a sostenerse bien, se tambalea o simplemente se cae.
Mi padre no quería ser padre. Huyó de mi madre y de mí porque le recordábamos que tenía una responsabilidad y él nunca tuvo la voluntad para preocuparse por alguien más que sí mismo. Me hizo falta sentir la protección de un papá. El poco trato que tuve con él me trajo muchos malos ratos y traumas que sigo cargando; ataques de ansiedad, desórdenes alimenticios, baja autoestima, hasta una depresión que tengo que tratar con medicamento. He llegado a pensar que tal vez, hubiera sido mejor si no lo hubiera conocido jamás. Pero es el padre que me tocó, el problema es que se topa de bruces con la idealización que tenía de un padre, mis expectativas eran demasiado altas para que él las llenara. Había juntado los pedazos y me había inventado un padre que no existe.
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