lunes, 28 de octubre de 2013

Influencia del género literario de la distopía en el análisis sobre la construcción de límites entre realidad y ficción


Erick Ricardo Barajas Guerra

Este ensayo es un repaso general sobre las tres características principales que tiene el género distópico en las principales obras literarias escritas a mediados del siglo XX y la influencia que pueden tener hoy en día para la construcción de una posible sociedad futura tomando en cuenta los límites entre la realidad social y la ciencia ficción.


“Quieres decir que sólo ha de ser en la ciudad que veníamos fundando, la cual no existe más que en nuestros razonamientos, pues no creo que se dé en lugar alguno de la tierra.”
(Platón, Diálogos.)

En Utopía Tomás Moro hace la descripción sobre una isla donde los hombres conviven en paz absoluta, donde la democracia alcanza su punto máximo de aplicación, en la que el modo de organización obedece a un tipo de comunidades tribales en las que cada quien producía para cada cual y viceversa, una sociedad que tiene como principio el trabajo colectivo y al mismo tiempo la cultivación de la mente humana a través de las letras y la ciencia, alejadas de la guerra y los conflictos con otros Estados. El concepto de Utopía, como un estado pleno de la sociedad en donde los hombres pueden realizarse y tener absoluta libertad para ser felices, tiene en la otra cara un interesante análisis sobre sociedades principalmente futuristas, acuñadas por el término de distopía, a un tipo de organización total en la que los humanos pueden ser completamente felices con la imposición de ciertas tendencias por una especie de gobierno totalitarista.
Es importante recalcar que lo autores más reconocidos en la ciencia ficción distópica (Orwell, Huxley, Bradbury) tuvieron su lugar de enunciación en el Continente Europeo o Norteamérica, respectivamente, y la cumbre de sus escritos es alcanzada en el periodo posterior a la Gran guerra, el periodo intermedio entre ésta y la Segunda Guerra Mundial y su culminación,  los principios de la Guerra fría y los principios de la emancipación de las colonias europeas en África y Asia. Este periodo de alboroto mundial, el ascenso en extremo de la tecnología, la enigmática práctica de grupos comunistas, el ascenso del imperialismo estadounidense, y los regímenes totalitarios en Europa, influyeron a los autores en la creación de sociedades con principios híbridos sobre la condición mecánica del ser humano sobre el planeta y el desenvolvimiento de su subjetividad en formas muy interesantes de analizar. La distopía es la herencia de una crisis existencialista que fue más allá de conceptos filosóficos aplicables sólo para el ser humano, en la desesperación, los autores dejan en claro la advertencia de un mundo venidero sin precedentes y la consolidación de gobiernos que el afán de liberación se ven en la tarea de crear un “sistema de felicidad superficial”.

Modelo general en la literatura distópica
La distopía ha sido, y es, reproducida por una gran cantidad de medios de comunicación tales como el cine, la televisión, el internet (actualmente), la radio, revistas, periódicos, y cualquier forma en la que pueda trasmitirse la información, sin embargo, la literatura fue el método más útil para bosquejar este tipo de sociedades “apocalípticas”, por llamarlo así. Todo modelo, y con modelo hay que conceptualizarlo como una representación (personal, en este caso) conceptual, visual, abstracta, etc., que tiene un serie de características básicas para que pueda ser considerado como una estructura sólida, en este caso, una estructura ficticia. La narrativa distópica comprende un sinfín de obras publicadas por diferentes autores, en distintas lenguas y de distintas épocas, por lo cual, analizaremos las voces de los autores más influyentes en este género (Orwell, Huxley, Bradbury) en quienes recae el santo grial de la novela distópica, aun así, si se requiere tomaremos de otros autores también importantes, categorías de análisis interesantes y los puntos que creamos convenientes introducir.
El modelo distópico tiene tres características principales y una máxima que está más allá de cualquier ruptura que pueda presentarse en un indeterminado sector del sistema ficticio, además, es necesario decir, que las tres características se relacionan directamente entre sí, por lo cual no existe jerarquía alguna para su explicación, puede leerse la uno, luego dos y tres, o tres, uno y dos, o cualquier orden posible. La máxima distópica no es una “característica” como tal, sino un resultado del análisis de las tres categorías elementales de la distopía.

El gobierno totalitario
“Si el líder dice que tal y tal evento no ocurrió, pues no ocurrió. Si dice que dos y dos son cinco, pues dos y dos son cinco.”
(Orwell, 1984.)

En 1984 George Orwell describe una “entidad” omnipresente que tiene como fin el preservar la conducta de los ciudadanos vigilándolos a todas horas: el Gran Hermano. El perfecto orden establecido por los ministerios del Amor, de la Paz, de la Abundancia, de la Verdad y la policía del pensamiento, articulan una forma de gobierno en la que la existencia del ser humano está completamente atada al funcionamiento del sistema en el que se ha visto a renunciar a su libertad, cualquier comentario crítico acerca del Superestado de Oceanía tiende a ser sometido a través de la tortura o el lavado de cerebro, teniendo como única salida la obligación de adorar y mostrar lealtad al Gran Hermano, cuya descripción hace alusión directa a Stalin, líder de la Unión Soviética, que fue utilizada como la base para el estado que recrea Orwell. La sociedad de Orwell es comparable con el Régimen Soviético de mitad del siglo XX, sin embargo no es las características cara a cara lo que aquí se expone, sino la causa por la que Orwell tomó ese Estado como su punto de partida.
En él Estado de Oceanía, todo control es emitido por el Gran hermano, líder ejemplar digno de adoración, carente de una vaga admiración que tiene un presidente o jefe de estado, sino dotado de la fuerza de degradación a los que son sometidos los que habitan Oceanía, se ha de adorar aquel que los persigue a diario, que los vigila en todo momento y sobre el que toda negación es respondida con un acto de represión o sometimiento por la fuerza, es importante el alto nivel de represión que refleja la obra de Orwell como para creer que en algún momento la condición de ciudadano controlado totalmente  pueda llegar a existir, en tanto que persona sometida, persona dispuesta a aceptar las exigentes normas del régimen, adorarlo e incluso, dentro de su infelicidad, experimentar una felicidad con ese sistema de opresión y degradación, pues el Gran Hermano el líder y guía espiritual, y todos los demás, sus protegidos.
Pohl y Kornbluth en Mercaderes del espacio, su obra ficticia, intentan demostrar que el control total puede ser obtenido por el medio económico, más específico, por el estrafalario costo de las necesidades básicas de sociedades antecesoras (referente a su época actual), con esto me refiero a que, esenciales como el agua dulce, las semillas, la carne natural, o cualquier producto que puede ser visto como “básico”, son recreados como lujos a lado de la comida artificial, el agua salada y los vinos procesados químicamente que son una constante en las sociedades distópicas.
Orwell demuestra de una manera inquietante las consecuencias de establecer un régimen totalitario, que causaría una alienación completa, privaría de necesidades esenciales que vienen de la naturaleza, incluso la privación absoluta de la intimidad. Es necesario hacer un análisis y comparar los límites entre ficción y realidad que posee la sociedad de 1984.

Remodelación de subjetividad humana
“La hoja era un llamado a la razón, y eso es siempre peligroso. No se puede confiar en la razón.”
(Pohl y Kornbluth, Mercaderes del espacio.)

En el género distópico se narra el cambio, en algunas ocasiones drástico, de la manera en que las personas manejan el concepto de sí mismo. La rutina se encuentra en la diversión  y “perder el tiempo”. Si alguna vez existió un cierto tipo de duda existencial, estas sociedades han erradicado casi totalmente esa “ruptura del sistema”. El ser humano vive (o medio vive) mecánicamente para consumir lo que el mismo ha de producir.
La religión es tratada como mítica, creencias que alguna vez los “bárbaros” de civilizaciones anteriores practicaban, en la sociedad distópica cualquier tipo de creencia es una burla o incluso una historia de la que no se tiene seguridad absoluta de que haya existido. No me refiero a la narración de sociedades sin ningún culto o creencia, sino a la que sólo conserva una como “oficial”, comúnmente atribuida al fundador de la sociedad.
Huxley en Un mundo feliz describe una asociación médica que distribuye el mundo de acuerdo con la capacidad genética (que también es dada por la asociación) que tiene cada persona al nacer, se reproducen en masa a través de un modo similar in vitro, y son distribuidas en grupos de orden ascendente con los más aptos en las clases altas, y los menos aptos en las bajas. Al nacer, cada persona es dotada de una capacidad técnica que desarrollará para toda la vida, destruyendo el concepto de familia y con ésta, cualquier sentimiento de reciprocidad entre personas “civilizadas”. La falta de afecto es llenada con la entrega a los placeres sexuales sin que ningún tipo moral los recrimine debido a la normalización del acto, y a una droga de control físico-mental llamada soma. En esta sociedad Huxley crea una especie de deidad máxima con el concepto de “Ford” que es atribuido a la compañía automotriz, se deja al descubierto el temor de Huxley hacia la gran capacidad que podría tener la tecnología industrial.
En el régimen del Superestado de Oceanía de Orwell describe una sociedad que está dispuesta a crear un nuevo lenguaje llamado neolengua que busca dejar atrás el que se utilizaba antes de la conformación del superestado. La neolengua posiblemente es uno de los puntos más interesantes que trata la novela distópica, en la cual se utiliza la configuración del lenguaje para moldear la visión de las cosas, por ejemplo, en neolengua, la palabra “malo” no existe, es remplazada por el vocablo neolingüístico “nobueno”, reduciendo así, el número de palabras que se puedan usar, entre menos haya,  la sociedad tendrá menos herramientas con las cuales discutir y de paso, hacer una crítica al sistema.

“Pero no se consume gran cosa cuando se pasa uno las horas muertas leyendo libros.”
(Aldous Huxley, Un mundo feliz.)


Práctica condicionada de la ciencia
El uso de las ciencia duras y su aplicación en el “bienestar humano” son un componente importante en tanto que su desarrollo, como es de suponer, permanece en las élites del poder que cada uno de los autores crean en sus sociedades ficticias. En Un mundo feliz la ciencia genética es utilizada para desaparecer el parentesco entre la especie humana, el método de “reproducción” ofrece una serie de procesos químicos y psicológicos que son manipulados intencionalmente para hacer nacer nuevos seres humanos que son programados en los primeros cinco años de vida a través de la hipnopedia, un sistema de audio de programación mental que los niños son obligados a escuchar para que su cerebro capte los mensajes de admiración al sistema, al placer sexual y adoración a la “deidad” Ford. Si bien la ciencia no fue una censura del sistema, su práctica está centrada en el control total del individuo y lo inaccesible que puede ser para éste. 
La distopía y la ciencia tienen una relación de codependencia inevitable que puede ser observada por cualquier lector que se involucre con el género. El control del sistema, tanto del ser humano como de su misma subjetividad, tienen bases en la práctica de una ciencia no usada para la verdad, sino de mecanismos que puedan predecir la conducta y mantenerla dentro de un orden establecido.
En Fahrenheit 451 existe un sistema de vigilancia ejercido mediante una especie de “perro robótico” encargado de patrullar para mantener el orden, o contribuir en la búsqueda de un posible “enemigo del sistema”. En la misma obra es utilizada un arma para incinerar cualquier tipo de libros que existan, pues se considera que cualquier forma de pensar distrae al ser humano de divertirse y ser feliz, porque en esa sociedad todos son felices, y lógicamente, razonar los aleja de esa felicidad.

Conclusión
Como ya había mencionado, el género de la distopía tiene un rasgo fundamental que escapa a todo intento de conspiración o negación del sistema, incluso a la no adopción de éste: la estructura social impuesta por un régimen completamente totalitario siempre persiste. Ante cualquier tipo de amenaza en la que puede verse envuelto el sistema, ya sea provocado por él mismo o por una especie de individuo que a lo largo de los acontecimientos se concientiza acerca de su realidad. La estructura social es tan malévola y perfectamente diseñada que no hay poder sobre la tierra que pueda alterarla, o que esa alteración juegue en su contra y no a su favor.
Es de resaltar la preocupación de los autores que se vislumbra en cada una de sus obras, existen algunos ejemplos enigmáticos como la reflexión que propone Saramago en el Ensayo sobre la ceguera donde los actos del propio individuo han llegado a edificar una sociedad impensable, ellos mismo tienen poder para cambiarla y regresar a un régimen antiguo o incluso a uno más eficaz. Fuera de estos, se encuentra reflejado el pensamiento de algunos autores sobre el peso incargable de las estructuras sociales, cuyo único fin es acabar con el espíritu humano y convertirlo en una especie de mito o cuento fantástico sobre lo que alguna vez sucedió. La distopía es un llamado a las consecuencias que trae consigo el excesivo afán de orden, el desarrollo imparable de la tecnología y la construcción de un tipo de felicidad sobre la infelicidad misma. Cada lector puede analizar por sí mismo, los ya tan mencionados, límites entre la ficción y la realidad.

“Dos lágrimas, perfumadas de ginebra, le resbalaron por las mejillas. Pero ya todo estaba arreglado, todo alcanzaba la perfección, la lucha había terminado. Se había vencido a sí mismo definitivamente.
Amaba al Gran Hermano.
(Orwell, 1984.)



Bibliografía
         Bradbury, Ray. Traducción de Alfredo Crespo. Fahrenheit 451. Editorial Debolsillo, México, 2009.
         Huxley, Aldous. Un mundo feliz. Editores Mexicanos Unidos, S. A., México, 2013.
         Moro, Tomás. Utopía. Grupo Editorial Tomo, S. A de C. V., México, 2007.
         Orwell, George. 1984. Editores Mexicanos Unidos, S. A., México, 2013.
         Platón. Diálogos. Fondo de Cultura Económica, México, 2011.
         Pohl, Frederik y Kornbluth, Cyril M. Traducción de Luis Domenech. Mercaderes del espacio. Editorial Minotauro, Buenos Aires, Argentina, 1980.
         Saramago, José. Traducción de Basilio Losada. Ensayo sobre la ceguera. Santillana Ediciones, México, 2010.

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