La educación y por ende el ir a la escuela, ha sido el tema de conversación favorito en mi familia, ¿Qué estudiaras? ¿En dónde? Preguntas que hace un año eran el pan de cada día.
Decidir que estudiar fue fácil, convencer a todos que era lo ideal para mí y en que universidad sería, eso fue lo difícil.
Estudiar en la Universidad de Guadalajara, desde pequeña había sido mi sueño. Después de un consenso en la familia se me brindo la oportunidad, y aquí estoy, lejos de mi hogar, de mi estado (Baja California Sur), aprendiendo a cocinar y a convivir con gente que no tiene nada en común conmigo y con otros tantos con los que comparto mucho.
La experiencia de vivir lejos de casa, alejada por completo de las comodidades y seguridad que brinda la familia ha sido una verdadera experiencia de maduración.
La etapa de la universidad es completamente distinta a como la imaginaba, supera por mucho a las experiencias y conocimientos adquiridos en la secundaria y preparatoria.
Lo que en verdad da tristeza y sigo sin comunicarle a mis padres, es que nuestras expectativas, más las mías, en cuanto a la universidad, fueron muy altas.
No todo es culpa de la institución, la reforma educativa alcanzará todas las universidades tarde o temprano, pero el ambiente y división entre los alumnos y profesores, son un claro ejemplo de la sociedad.
A pesar de todos los rumores, la emoción en pisar por primera vez mi centro universitario, sigue igual, el deseo de aprender crece con cada ensayo, con cada investigación, en cada clase.
Las expectativas de mi vida en Guadalajara siguen en aumento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario