Cuando nos preguntamos si el ser humano tendrá un destino, esperando cualquier mundo en un futuro distante, no tomamos en cuenta que ya no existe la humanidad.
Cuando nos preguntamos por qué el mundo es como es -como dijera Eduardo Galeano, con la izquierda a la derecha, el ombligo en la espalda y la cabeza en los pies-, no tomamos en cuenta los asuntos que llegan de arriba y afectan a cada nación y a todos sus habitantes, de los que formamos parte todos nosotros. Por eso, ningún habitante de este sistema puede desearse abstente de crearse una opinión o libre de sufrir las consecuencia de este.
Cuando hablamos de temas como la globalización, pensamos que se trata de un ente con vida propia aunque sepamos que no tiene una definición real, al menos no por lenguaje oficial. Por eso nos centraremos un poco en analizar las partes que este fenómeno conlleva, ya que no es el fenómeno el que imponga las partes, sino que son las partes en conjunto las que hacen al llamado fenómeno, por no poder llamarlo de otra forma.
Somos ciudadanos del mundo, pero esclavos en nuestras patrias.
Somos parte de una generación que apareció en medio de la confrontación cultural más grande que el mundo ha visto, confrontación en la que también fuimos criados, educados y a la que fuimos amoldados perfectamente desde el momento en que nacimos. Pero en la que, hace más años todavía, apareció la batalla global por mantener una hegemonía, que hoy ya no es tanto por parte de los estados, ni es tan militar, y casi nada ideológica, como sucedió durante todo el siglo XX, sino una igualmente vieja, aunque más disimulada: una hegemonía económica. El aspecto cultural de la homogeneización de las naciones es sólo un efecto colateral.El término “globalización”, como lo conocemos, proviene del inglés “globalization”, que se podría adaptar al español como “mundialización”. Este término, que en 2008 fue nombrado palabra del año, puede ponerse como antecedente y consecuente de todas las políticas públicas y privadas destinadas a internacionalizar los bienes y servicios, o bien, a lucrar con ellos y con todo potencial consumidor humano que los padezca.
La globalización, como se ha llamado a este fenómeno, es una confusión de finalidades: “…incluso los movimientos obreros o de izquierda que ahora están en contra de la globalización, han tenido como propósito, desde el siglo XIX, reunir a personas de distintas localidades del mundo para unir voluntades y satisfacer necesidades comunes, por eso se han hecho llamar “internacionales” aunque a veces no lo sean. Esto es globalización, término que se ha utilizado en estos últimos años como un tecnicismo que no se refiere a la globalización, sino a una forma muy específica de integración económica internacional.”
El asunto de una unificación económica y cultural no sería un problema –todos hemos imaginado una utopía como la de John Lennon- si no estuviese tomando un sistema económico basado en la desigualdad y en el egoísmo humano con una mano y un sistema militar simulado con la otra, sistemas que, en otros tiempos, nos hubieran hecho pensar que el mundo que conocemos está formando parte de un gran pero inestable imperio.
En el imperio romano, por tomar un ejemplo conocido, la economía y la “seguridad” estaban aseguradas por la agresión desmedida hacia otros pueblos, cuyos habitantes no eran más que salvajes bárbaros que amenazaban la paz de los ciudadanos romanos, que eran criados por el circo y por el pan, que frecuentemente escaseaba.
La grandeza cultural del imperio estaba basada en la mezcla obligada con otras culturas que no tenían de otra más que aceptar que sus raíces fueran robadas.
La moneda y el idioma del imperio eran oficiales en todos los pueblos que éste tenía bajo su yugo, así como la imposición del servicio militar obligatorio para todo ciudadano, con lavado de cerebro incluido.
La economía de su capital Estados Unidos está fundamentada en el cine, la guerra y en la extracción de recursos naturales que, si bien ya se terminaron en el suelo que pisan sus dirigentes, siempre estará disponible en otros lugares del mundo por el mínimo costo material de un poco de armamento bélico. El costo humano, al no ser visto como “capital humano” explotable dentro del imperio, no tiene mayor importancia, al contrario, esos humanos sólo consumen recursos naturales que bien podrían ser usados para fabricar más armamento bélico.
La moneda oficial de todos los países del mundo es el dólar, a pesar de no tener un valor real por no estar sustentado con algo real, y el idioma oficial en el mundo es el inglés vulgar, el inglés estadunidense, a pesar de ser apenas el tercero entre los más hablados del mundo, por debajo del español y el chino mandarín.
La población es criada por Hollywood como grado básico obligatorio; quienes superan la dependencia al entretenimiento y se embarcan para absorber los dogmas de los grandes medios de simulación ya son considerados intelectuales. Los estudiantes reales que terminan la universidad salen de ella debiendo miles de dólares al banco, deuda que es sólo una probada de la vida de desesperación material que cargarán por el resto de sus vidas.
Ningún ciudadano está a salvo de las deudas, las deudas son parte del dogma capitalista que les implantó desde siempre su patria, que se hace llamar “patria” por no llamarse “mi oligarquía favorita”.
La sociedad vive esclavizada a las empresas, organismos independientes que reemplazan al estado a la hora de manejar los asuntos de la economía y filosofía de las masas.
Cuando un ciudadano no puede pagar las deudas que el banco le impone desde su nacimiento, el banco puede quitarle su dinero o su casa sin aviso previo, para después ponerla en venta como propiedad o como terreno al mejor postor.
Las grandes empresas, al haber reemplazado a las instituciones y privatizado al estado entero, son la única fuente de ingresos y de consumo para todos por igual, además de ser la principal fuente de empleos, aunque para las más grandes e importantes, un empleado es más útil muerto que estando vivo y un consumidor es preferible si se acostumbra a comer veneno diariamente o a perder el alma gustosamente a cambio del placer inigualable de un día de shopping.
Las marcas y su poder de alineación han convertido a generaciones enteras de occidentales en ejemplos vivientes de idolatría hacia quienes más tienen, mientras no sea cerebro.
La sociedad se ha convertido en una sociedad de consumo, que ya no es sociedad sino un ente unificado y predecible, sin voluntad propia y sin identidad cultural. La cultura es el más triste aspecto de la globalización al verse convertida en un producto comercial; el arte, por su lado, simplemente “ha muerto” junto con Marx y Dios… Y Woody Allen comienza a sentirse mal.
“¿Cómo pudimos?
Ser boca o ser bocado, cazador o cazado. Ésa era la cuestión.
Merecíamos desprecio, o a lo sumo lástima. En la intemperie enemiga, nadie nos respetaba y nadie nos temía. La noche y la selva nos daban terror. Éramos los bichos más vulnerables de la zoología terrestre, cachorros inútiles, adultos pocacosa, sin garras, ni grandes colmillos, ni patas veloces, ni olfato largo.
Nuestra historia primera se nos pierde en la neblina. Según parece, estábamos dedicados no más que a partir piedras y a repartir garrotazos.
Pero uno bien puede preguntarse: ¿No habremos sido capaces de sobrevivir, cuando sobrevivir era imposible, porque supimos defendernos juntos y compartir la comida? Esta humanidad de ahora, esta civilización del sálvese quien pueda y cada cual a lo suyo, ¿habría durado algo más que un ratito en el mundo?”
Si alguna esperanza podemos tener ahora los ilusos por dignidad que aún buscamos un progreso en la vida humana, es la que nos diga que ya no la hay, que la sociedad mundial se unificó sólo para sumirse en la más grotesca decadencia, que la diferencia entre raza humana y humanidad quedó resumida en la cantidad de cosas que cuelguen de su cuello; la misma que nos dice que el neoliberalismo que vive el mundo actualmente es la forma perfecta, final y aún más perversa del capitalismo salvaje que ha venido autodestruyéndose desde el siglo pasado, que ha cobrado cuantas vidas ha vendido a intereses de unas pocas personas y que ahora ya no puede sostenerse a sí mismo. Esta es la única “esperanza” que necesitamos, porque hemos aprendido que no podemos generalizar, a pesar de todo, la extinción de la humanidad dentro de la misma raza humana, pues la libertad se ha hecho camino en cada etapa de tiranía que ha vivido el mundo, aunque a veces no la conozcamos. No debemos dudar que un gran cambio sea realizado por sólo unas pocas personas, pues son sólo unas pocas personas también quienes mantienen el orden antinatural establecido, así como tampoco debemos dudar que una gran sacrificio puede lograr un gran cambio, pero que este apenas implique una generación o dos de paz, pero tampoco debemos dudar de que el más grande sacrificio es mínimo cuando luchamos por obtener la dignidad de ser más que sólo humanos.
Chomsky, Noam (2005). Acerca de la globalización, Irak y estudios sobre Oriente Medio. Znet (entrevista).
Chomsky, Noam (2010). El imperialismo salvaje de los Estados Unidos. El viejo topo. 277
Galeano, Eduardo (2008). Espejos Una historia casi universal. Buenos Aires: Siglo XXI
Galeano, Eduardo (1998).Patas arriba La escuela del mundo al revés. Buenos Aires: Siglo XXI
González Blackaller, C. (1972). Síntesis de historia universal. México: Herrero S.A.
Moore, Michael (2009). Capitalism, a love story. (Documental).
Sobre el valor de los trabajadores muertos: http://deadpeasantinsurance.com/
No hay comentarios:
Publicar un comentario