En los
últimos años, la tecnología ha modificado radicalmente el estilo de vida de
muchas sociedades. La ciencia, que antes se realizaba de forma clandestina y
carecía de recursos para su aplicación efectiva, es ahora altamente valorada.
(En muchos casos, destronando finalmente a la religión y el espiritualismo en
su jerarquía). En las civilizaciones económicamente avanzadas, se percibe una
especie de frenesí creador. Muchos científicos[1] afirman que el camino de
la ciencia apenas comienza. Si el futuro es como parece ¡nos queda mucho por
descubrir! Pero, por ésta misma razón, considero que es un momento oportuno
para cuestionar: ¿cuál es el objetivo de éstos avances? Y, ¿a dónde nos
conducen?
Por
supuesto, no podemos comenzar a hablar sobre ciencia y tecnología sin antes
definir éstos términos. Comenzaré hablando sobre la ciencia.
Para
Mario Bunge, la ciencia es una herramienta para “comprender, domar y modificar
el mundo natural de acuerdo a las necesidades biológicas y espirituales de los
seres humanos”[2]
En mis palabras, este término hace referencia a un sistema completo (y
complejo) para la obtención de conocimientos sobre el mundo (interno y externo)
que nos rodea.
Para
que un conocimiento sea considerado científico, debe contar con ciertas
características. Parafraseando a Lizardo Carvajal[3], las cuatro principales
características son: objetividad, (partir de condiciones reales y no de deseos
para el logro de un resultado) metodicidad, (disciplina que debe comportar el
científico en la experimentación y observación) generalidad (posibilidad de extender
los conocimientos de uno a varios objetos de la realidad) y comprobabilidad
(facultad de evidenciar el conocimiento)
Considero
que son éstas características las que lograron abrirle paso a la ciencia como
la fuente elemental de conocimiento; a final de cuentas, somos seres
racionales, y para encontrar la explicación de los fenómenos, no es confiable
guiarnos por criterios sin sustento.
Sin
embargo, si analizamos el recorrido de la ciencia a través de la historia, hay
un periodo en el que claramente ésta enfrentó un fuerte retroceso. Por
supuesto, estoy hablando de la Edad Media.
La curiosidad humana parece encontrarse siempre presente.
Desde las primeras agrupaciones humanas hemos encontrado vestigios de los
intentos de sus habitantes por resolver sus problemas y agilizar procesos.
Inventos como el fuego (que aún si en su momento fue descubierto de forma
accidental, mas tarde fue bien aprovechado por el hombre) o la rueda modificaron
el estilo de vida de las personas. El ser humano intenta explicarse el mundo
que lo rodea, inventa deidades y mitos. (Comte consideraría a esta postura como
parte del estadio teológico-ficticio) Más tarde,
surge propiamente la filosofía -madre de todas las ciencias-. Teoremas y
fundamentos tan antiguos como los griegos permanecen hasta nuestros tiempos. La
Edad Antigua nos deja una herencia intelectual que hasta el momento sigue
siendo bastante valorada.
El panorama se pintaba prolífico para el desarrollo
de las ciencias. Entonces… ¿Qué pasó en la Edad Media? La investigación y la experimentación
fueron prohibidas por la Iglesia; una institución que en este periodo fue
indudablemente la más poderosa. La curiosidad no cesó, pero si fue cruelmente
reprimida. Los científicos deben ocultarse para continuar sus propósitos,
arriesgando sus vidas en caso de ser descubiertos. Premisas como “El cuerpo es
tempo de Dios, y explorarlo es profanar ese templo” o “La Tierra es creación de
Dios, y por ello el centro del universo. Quien diga lo contrario blasfema
contra él” eran argumentos suficientes para quemar en la hoguera a cualquier
opositor.
La Edad Media nos deja como herencia un vasto
arsenal de aparatos de tortura. No puedo pensar en ésto sin sentir horror.
Pero nada es eterno. Y el imparable cambio que
estaba por llegar es bien expresado en una frase que se le atribuye a Jan Hus
(dicha a su verdugo antes de morir quemado vivo en la hoguera): “Vas a asar un
ganso, pero dentro de un siglo te encontrarás con un cisne que no podrás
asar.”
Efectivamente, el despliegue científico del
Renacimiento empezaba a convertirse en ese cisne tan presagiado por Hus. Un
cisne que actualmente parece más bien ser un halcón: veloz y siempre en búsqueda
de nuevas presas, nuevas cosas que reformar.
Por
otro lado, la tecnología surge cuando las técnicas empiezan a ser diseñadas
después de un proceso de reflexión o investigación (un proceso científico). Y
es en breves palabras, la técnica mediante la cual se aplican las ciencias, y
los productos que resultan de ésta. Su etimología proviene del griego[4] y es un término está compuesto
por “ tekne” (técnica,
arte) y “logia” (estudio, destreza, tratado), significando algo así como “la técnica o destreza de algo o sobre algo”.
A fin de cuentas, de forma coloquial, la tecnología
representa novedad, y es algo que puede fascinarnos fácilmente.
Para comprobarlo, basta con mirar hacia los últimos
avances tecnológicos. Muchas cosas que en otras épocas podían considerarse sólo
en la fantasía actualmente son posibles. Autos voladores, viajes al espacio,
realidad virtual, robots con características sociales… Es casi imposible no
dejarse llevar.
Sin embargo, admirar las bondades de la ciencia sin
observar también sus deficiencias sería alejarnos de la objetividad. No podemos
ni debemos ignorar los perjuicios que la inmersión de la tecnología ha traído a
la humanidad.
Pasando por cuestiones que son latentes en nuestra
sociedad, como el aislamiento social y la modificación en nuestras estructuras
de comunicación, la proliferación de los ciber-delitos, o el desplazamiento
laboral del hombre ante las máquinas; a mis ojos la consecuencia más
desagradable es el engrosamiento de la brecha digital a escala mundial.
Mientras que en países “primer mundistas” la
tecnología se ha vuelto un negocio extremadamente rentable y el consumismo se
promueve a diestra y siniestra; en muchos países la tecnología es un fantasma.
En pleno 2015, y según información de la Unión
Internacional de Telecomunicaciones, un organismo de la ONU, la penetración a
Internet no llega al 34% en los países en vías en desarrollo, muchos de
Latinoamérica incluidos.
En las naciones subdesarrolladas, menos 7% de los
hogares tiene acceso a Internet. El promedio mundial es de 46%, lo que
significa que más de la mitad de la población mundial no conoce Internet.[5]
El acceso a la tecnología es un recurso invaluable.
Y ¿de qué manera se utiliza usualmente? Como un entretenimiento. Para Jean
Jacques Rousseau, la industrialización planteaba el medio idóneo para la
igualdad y ayudaría a disminuir la brecha entre ricos y pobres. Siglos más
tarde, la idea parece algo desfasada para muchas personas.
Es cierto que la ciencia no es empleada únicamente
para hacer realidad las fantasías de unos pocos; no podemos minimizar la
importante labor de aquellos que con sus conocimientos buscan solucionar
problemas de urgencia mundial; como el hambre, el atraso educativo, o el
deterioro ecológico.[6]
Pero sí es muy recalcable que ésta parece no ser la prioridad de la mayoría.
Mencioné anteriormente a la Edad Media por que en la
actualidad nos encontramos en un periodo de gran despliegue científico, pero a
la vez, un periodo de gran oposición a ella.
Observando una conferencia de TED Talks[7]
de Michael Specter, me volví mucho más consciente una situación. Un
enfrentamiento que él llama “La élite orgánica vs los alimentos genéticamente
modificados”. Ambos bandos tienen una postura muy definida y -a mi punto de
vista- demasiado radical.
Por una parte, tenemos a quienes consideran que el
conocimiento científico es conocimiento absoluto. Esta postura considera que la
ciencia puede abarcarlo todo con una mirada positivista y dogmática y rechaza
aquello que no pueda sustentarse con la razón. Actualmente la ciencia ha
avanzado con pasos tan magnificados, que muchas personas tienden a mitificarla,
y creer en ella a ojos cerrados. (¿El Dios del Siglo XXI?)
Por otro lado, encontramos al grupo que bajo el
estandarte del respeto por la naturaleza y la moral, se opone a las propuestas
médicas científicas como las vacunas, la procreación fuera del útero o la
manipulación genética; en ocasiones mencionando que eso implica “entrar en los
terrenos de Dios” y optando por alternativas como los remedios naturistas o la
sanación espiritual.
Según plantea Specter; hemos perdido la fe en las
instituciones, en la autoridad… Y si la autoridad es quien maneja la ciencia…
¿Por qué creer en la ciencia? Accidentes tan catastróficos como el desastre de
Chernobyl en 1986 son pruebas ineludibles de la falibilidad de la ciencia.
Nuestras posibilidades se expanden en todas
direcciones. Refiriéndose a los agigantados avances y alcances de la
ciencia, el cardiólogo y autor americano S. Rawlings expresa: “Como científico me parece algo alucinante,
pero como ser humano me produce escalofríos”. [8]
Corriendo en direcciones contrarias, ambos bandos
solo logran obstaculizarse mutuamente. Pero creo que hay muchas cosas
rescatables dentro de ambos puntos de vista.
En su defensa por la ciencia, entendí de Specter,
que al igual que todos los caminos humanos, el de la experimentación científica
y tecnológica es uno que se recorre a acierto y error. Nos esperan más
desastres y más maravillas; y tendremos que pagar de forma responsable el
precio de éstas. Un científico debe reconocer su propia fragilidad. Como seres
humanos, la objetividad total es (a mis ojos) imposible; aún cuando se tenga
toda la voluntad de llegar a la verdad absoluta, existe un margen de error que
-al menos de momento- somos incapaces de eliminar. Podemos crear mil cosas, pero
creo que es tiempo de dejar de deslumbrarnos por el brillo de lo fantasioso y
centrarnos en lo que en realidad importa.
“Si esperamos que la vida en la Tierra siga
desarrollándose como la conocemos, pienso que los problemas que hay que
resolver urgentemente están en el ámbito de las ciencias sociales, agronómicas
y ecológicas. ¿Cómo producir alimentos de forma ecológicamente sostenible para
alimentar a tantos hambrientos? Creo que este es el salto cualitativo que
necesitamos en la tecnología. Si no resolvemos este problema quedará poco
tiempo para que los científicos del planeta solucionen otros problemas
interesantes pero socialmente irrelevantes." (G. Bruzual)[9]
A fin de cuentas, no se trata de crear por crear. La
sed de conocimiento no debe ser un motor más poderoso que la búsqueda de
soluciones. La ciencia no debe ser el fin, sino el medio.
[1] Entre
ellos J. Bechtold, K. Freeman, S. Rawlings. Referencia obtenida de: http://www.iac.es/gabinete/iacnoticias/winter99/22.htm
[2] ¿Qué
es la ciencia?. En Autor. La investigación científica. Su estrategia y
filosofía (pp.6-23). Editorial Ariel: Barcelona
[3] Artículo
“La Ciencia y sus características” (11 enero, 2013) Disponible en: http://www.lizardo-carvajal.com/la-ciencia-y-sus-caracteristicas/
consultado el 27/11/2016
[4] SITIO
WEB DE ETIMOLOGÍAS - (Héctor Julio Mora Cuartas) http://etimologias.dechile.net/?tecnologi.a
consultado el 28/11/2016
[5] Página
web: http://comofuncionaque.com/7-insuperadas-desventajas-de-la-tecnologia/
Consultada el 28/11/2016
[6]
Como por ejemplo, la labor de Boyan Slat en su proyecto “The Ocean Cleanup”,
que pretende concentrar el plástico y basura vertido en los océanos antes de
extraerla, aprovechando la fuerza de las mareas y vientos. (Más información en https://www.theoceancleanup.com/)
[7]
Disponible en: https://www.ted.com/talks/michael_specter_the_danger_of_science_denial?language=es
[8]
Cita completa en: http://www.iac.es/gabinete/iacnoticias/winter99/22.htm
Consultado el 24/11/2016
[9]
GUSTAVO BRUZUAL A. (Investigador Titular “C” de Tiempo Completo. Centro de
Radioastronom´ıa y Astrof´ısica (CRyA), UNAM, Campus Morelia) Cita encontrada
en: http://www.iac.es/gabinete/iacnoticias/winter99/22.htm Consultado el
18/11/2016
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