Angélica González Castañeda
Introducción:
En
el presente escrito, es mi afán exponer y
¿Por qué no? Hacer una invitación
a la reflexión sobre un tema que vive desde hace mucho tiempo en nuestra
sociedad, por lo menos alguna vez todos hemos experimentado algún tipo de
discriminación, centrándome principalmente en dos de los más comunes aquí en
México. ¿Cómo es posible que expresemos desprecio por lo propio?... Partiendo
de la hipótesis de que en gran medida este fenómeno es alimentado por el
instinto y necesidad de querer ser o
parecer un ideal. Rescatando las virtudes que nos fortalecen como mexicanos.
México es un país rico en muchos
sentidos, es hermoso; de climas variados que van de la lluvia al sol, y del sol
a la nieve, pueblos y ciudades fantásticas, playas de un color azul profundo, desiertos,
montañas y volcanes nevados, paisajes verdes que llenan los ojos a simple vista,
tierras que dan las más deliciosas frutas que cualquiera quisiera probar. Los mangos
y sandías más dulces, el maíz de las tortillas, las tortillas de los tacos…
chocolate y aguacate, tequila y mariachi para acompañar. Una basta y sobrada
diversidad de colores, sabores y aromas,
tradición e innovación. Bien dicen por ahí que como México no hay dos.
Nuestras raíces, esas que nos dieron un pasado y que engrandecen nuestra historia, guerreros de piel morena que dieron su vida por defender su tierra, gente que siembra en nuestros campos, hombres y mujeres que trabajan día a día, envidiados y amados por extranjeros, tenemos todo por que sentir orgullo, (nuestro gobierno se cuece aparte).
Nuestras raíces, esas que nos dieron un pasado y que engrandecen nuestra historia, guerreros de piel morena que dieron su vida por defender su tierra, gente que siembra en nuestros campos, hombres y mujeres que trabajan día a día, envidiados y amados por extranjeros, tenemos todo por que sentir orgullo, (nuestro gobierno se cuece aparte).
Siendo dueños de una riqueza cultural diversificada en la
que todos estamos dentro, es justamente donde surge un denso contraste, ya
que sin darnos cuenta o prestarle importancia está ahí, en lo cotidiano; habrá quien no lo note, pues quizás no le
afecta directamente, podríamos ser quien lo ejerce o bien, el blanco del mismo,
lo cierto es que la discriminación existe en nuestro país. Personas con discapacidad,
migrantes, mujeres, homosexuales, condición socio-económica y raza son factores que la generan, siendo
los dos últimos los principales y con mayor presencia.
Estamos frente a un fenómeno de auto
racismo en el que nos dividimos en dos: ricos y pobres, feos y guapos, güeros y
morenos… Lo hemos visto desde el tiempo
de la conquista, los españoles de piel blanca, nos trajeron e impusieron un
idioma, una religión, cultura y costumbres que hicieron a un lado las propias,
segregando a la raza indígena y convirtiéndonos en una raza mestiza, ahora de
rasgos transformados y características alejadas de lo que solíamos ser.
Convencidos de esta superioridad, hemos
creado estereotipos en los que los pobres e
indígenas son vistos como personas incultas, ignorantes, burlables,
feos, incluso delincuentes, solo por su aspecto físico. ¿Quién no ha escuchado alguna vez a alguien
referirse como “indio pata rajada”, “marías”, “vende papas” o “nacos”… expresiones como: “se le ven los
huaraches y el nopal en la frente” o “lo bajaron del cerro a tamborazos”…?
Estas clasificaciones se viven todos los
días en todas partes, afectando la convivencia e incluso el disfrute de sus
derechos, excluyendo o limitándolos, presentándoles dificultades para conseguir
un empleo, visitar lugares públicos; restaurantes, tiendas, escuelas, etc. La
marcada división de clases sociales contribuye a la prevalencia de estos, dando
el poder para ejercer deliberadamente y sin necesidad de dar explicaciones, ni
siquiera siendo mal vistos, por el contrario normalizándolos, con el simple
pretexto de tener un status social o condición cualquiera que sea inferior a la
nuestra.
La Encuesta Nacional sobre
Discriminación en México (Enadis) 2010, demuestra que en porcentajes aproximadamente 8 de cada 10
mexicanos han sufrido algún tipo de discriminación por motivos culturales; 7 de
cada 10 por razones como el género, y condición socio económica.
Estos números parecen exagerados, pero tristemente son reales, en mi experiencia, lo he vívido y lo he visto: Cecilia es una chica indígena de 16 años, ella trabaja en las calles de la Glorieta Chapalita, vendiendo juguetes y artesanías que carga en una mochila repleta, caminando por horas de un lado a otro bajo el frío y bajo el sol, se detiene afuera de los restaurantes a ofrecer su mercancía, así es como yo la conocí, cada domingo llega al restaurante donde yo trabajo.Platicando y tomando más confianza me habló de ella, es de un pueblo de Oaxaca, tiene 4 hermanas y está recién casada, cosa que me sorprendió y cayó en gracia, pues según las costumbres de su pueblo, una mujer soltera a los 20 años, ya está “quedada”, dice que le gustaría tener un bebé para que la acompañe mientras trabaja, pues no le gusta andar sola. Se describe feliz, su vida es sencilla, siempre que pasa platicamos un rato, podría decir que hemos formado una amistad, razón de burla para algunos de mis compañeros, que se sienten con la libertad de llamarla “naca” y hacer chistes sobre ella, sin conocerla, juzgándola solo por su apariencia y condición, ¿Por ser indígena o por ser pobre? O simplemente ser vulnerable por considerarla “inferior”.
Estos números parecen exagerados, pero tristemente son reales, en mi experiencia, lo he vívido y lo he visto: Cecilia es una chica indígena de 16 años, ella trabaja en las calles de la Glorieta Chapalita, vendiendo juguetes y artesanías que carga en una mochila repleta, caminando por horas de un lado a otro bajo el frío y bajo el sol, se detiene afuera de los restaurantes a ofrecer su mercancía, así es como yo la conocí, cada domingo llega al restaurante donde yo trabajo.Platicando y tomando más confianza me habló de ella, es de un pueblo de Oaxaca, tiene 4 hermanas y está recién casada, cosa que me sorprendió y cayó en gracia, pues según las costumbres de su pueblo, una mujer soltera a los 20 años, ya está “quedada”, dice que le gustaría tener un bebé para que la acompañe mientras trabaja, pues no le gusta andar sola. Se describe feliz, su vida es sencilla, siempre que pasa platicamos un rato, podría decir que hemos formado una amistad, razón de burla para algunos de mis compañeros, que se sienten con la libertad de llamarla “naca” y hacer chistes sobre ella, sin conocerla, juzgándola solo por su apariencia y condición, ¿Por ser indígena o por ser pobre? O simplemente ser vulnerable por considerarla “inferior”.
Ese sentimiento de superioridad es
egoísta al considerar que por ejemplo, el simple derecho de la maternidad
debería ser suprimido por su situación socio-económica, “no deberían tener hijos
para traerlos a sufrir”, sin detenerse a pensar que el deseo de ser madre puede
ser el mismo en todas las mujeres de cualquier
clase social… (Tomando en consideración
la planificación familiar.)
Pareciera ya una característica del
mexicano contemporáneo, el que se indigna por unas causas y que apoya
indirectamente otras, aquellos que muestran su descontento he intentan “hace
algo” por medio de redes sociales; Facebook y otras herramientas similares se
han convertido en el medio más popular de expresión de nuestros días, algo que
es sumamente positivo porque la libertad siempre lo será. Pero, ¿Estamos usando
adecuadamente este poder? Recientemente lo hemos visto, con el movimiento a
favor de los derechos de la comunidad LGBT, buscando el derecho a unirse en
matrimonio, la posibilidad de adoptar hijos y formar una familia, simplemente
ser considerados como cualquier persona “normal”, despertando distintas perspectivas,
donde la discriminación se hace presente, desatando movimientos de odio en
busca de limitar los derechos de los demás.
La Comisión Nacional de los Derechos
Humanos CNDH, incluye el derecho a la igualdad y prohibición de la
discriminación: “Todas las personas tienen derecho a gozar y disfrutar de la
misma manera los derechos reconocidos por la Constitución, los tratados
internacionales y las leyes.
Se prohíbe toda exclusión o trato diferenciado motivado por razones del
origen étnico o nacional, género, edad, discapacidades, condición social,
condiciones de salud, religión, opiniones, preferencias sexuales, estado civil
o cualquier otra que atente contra la dignidad humana y tenga por objeto anular
o menoscabar los derechos y libertades de las personas. De igual manera, queda
prohibida toda práctica de exclusión que tenga por objeto impedir o anular el
reconocimiento o ejercicio de los derechos humanos consagrados en nuestro orden
jurídico. En México los títulos de nobleza, privilegios u honores hereditarios
no tendrán validez.”
Así lo marca la ley, pero es la propia
sociedad la que se encarga de separar, ¿No deberíamos perseguir todos el
respeto por la diversidad?. Dignificar a cualquiera que sea etiquetado con la
marca de la discriminación.
Quizás nos hemos vuelto muy fáciles de
convencer, arrastrados por la influencia de las modas que los medios de
comunicación y las redes sociales nos han impuesto, porque está cool decir: “love wins” pero
también burlarnos de “el Kevin y el Bryan”.
Ésta influencia se ve materializada en
lo que consumimos a diario, al encender la televisión, abrir una revista o
pisar un centro comercial, vemos por todas partes un tipo ideal de lo que
“debemos” tener y como deberíamos lucir, hombres y mujeres altos, de piel
clara, “ojos de color” cabello fino y de color claro, rasgos no tan similares a
los de la mayoría de los mexicanos, vemos en
campañas de publicidad modelos vestidos con trajes típicos intentando
demostrar el folclor mexicano, alimentando esta cultura Malinchista en la que todos en
busca de la aceptación e integración los aclamamos y adoptamos, con el fin de ”encajar”
y ser bien vistos por la sociedad. En estos tiempos, ¿Quién no quiere tener un iphone, ropa de marca y estar a la moda
para ser cool ?...
Enalteciendo la cultura extranjera, queriendo adoptar sus costumbres, modas, y su lenguaje se ha rezagado lo propio contribuyendo en gran parte con esta situación de distinción entre mexicanos.
Enalteciendo la cultura extranjera, queriendo adoptar sus costumbres, modas, y su lenguaje se ha rezagado lo propio contribuyendo en gran parte con esta situación de distinción entre mexicanos.
Paradójicamente los extranjeros
principalmente europeos encuentran en México un fascinante atractivo, que los
envuelve y atrae, conquistados por la belleza y diversidad cultural y natural;
hay de todo, playas, ciudades cosmopolitas, pueblos mágicos, comida tan
autentica que personalmente creo que no
se compara a ninguna otra, tequila,
música y mucha fiesta; también se
dice que los hombres mexicanos son preferidos por su peculiar personalidad, y
la belleza de las mujeres muy apreciada. Los mexicanos somos vistos como personas cálidas y siempre
alegres, aquí para todo hay fiesta.
Es entonces que merece reflexionar sobre ésto: deberíamos empezar a amarnos más por lo que somos, eliminar esas barreras
que nos separan más que muros de concreto, erradicar esas muestras de violencia
social, porque a fin de cuentas son nuestras raíces. Sentirnos orgullosos de
todo lo que somos y todo lo que tenemos
y desde ese clima, compartirlo con el
mundo.
Referencias:
CONAPRED, consultado el 20 de noviembre de 2016,
En: http://www.conapred.org.mx/index.php?contenido=pagina&id=46&id_opcion=38&op=38
Encuesta
Nacional Sobre Discriminación, consultado el 20 de noviembre de 2016, En: http://www.conapred.org.mx/userfiles/files/Enadis-DC-INACCSS.pdf
Derecho
a la igualdad y prohibición de la discriminación, consultado el 20 de noviembre
de 2016, En: http://www.cndh.org.mx/Cuales_son_Derechos_Humanos
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