La
llaga del género en las bases de la teoría
sociológica
Yutzil Alitzel Rios Marinez
Al estudiar
cualquier tema, debemos por fuerza tener alguna base de donde partir. En la universidad, hablando de la carrera de
sociología, nuestros primeros semestres abarcan a los primeros teóricos de la
materia, los padres fundadores, la base teórica en la que muchos sociólogos y
sociólogas vigentes se apoyan para seguir haciendo trabajo sociológico. Hay que
hacer hincapié en las palabras “padres fundadores”; y es que, si observamos el
plan de estudios de la carrera de sociología en la Universidad de Guadalajara,
solo analizamos a los hombres que iniciaron la sociología. Podríamos pensar que
la razón de que solo estudiemos a
pensadores masculinos es que no había mujeres o que el trabajo de estas era
escaso o no era de calidad. En este trabajo pretendo demostrar que sí había, por
lo menos, una mujer que podría ser enseñada como base teórica y que la razón de
que no se haga, no es por la calidad de su trabajo ni la cantidad, ni siquiera
por el poco reconocimiento que tuvo en su época, sino simplemente por haber
sido mujer y, cómo este hecho influyó en su trabajo y en su posterior no-incorporación
a la disciplina de la sociología.
En las siguientes páginas hablaré sobre Harriet Martineau, teórica
británica de, la que se considera primera generación de sociólogos y, como
pretendo demostrar, también sociólogas. Trataré de dar una mirada objetiva a su
obra y de compararla con la de sus contemporáneos Comte, Spencer y Tocqueville,
autores clásicos y conocidos de la teoría sociológica. Todo con el objetivo, no
de menospreciar el trabajo de los padres fundadores, sino de conocer y
reconocer el trabajo de esta mujer que no fue la única, pero es de las pocas
que se conserva, apenas, su trabajo (aun sin poder alcanzar en fama o reconocimiento a sus coetáneos); así como entender, a partir de su
ejemplo, cómo el ser mujer pudo haber influido a otras sociólogas de la época,
a posteriores y a actuales; no solo sus obras, sino sus vidas.
Los inicios de Harriet
Nacida en 1802 en Inglaterra, Harriet creció en una familia acomodada,
estudió hasta los 16 años en su casa. Aprendió latín, francés, italiano y
alemán por las obras de Locke, Hartley y otros. Ingresó a la iglesia
comunitaria, donde educaban a las mujeres para que fueran buenas madres y se acercaran
al cristianismo. (Villanueva y Marín, 2009). No sorprende que la principal
razón de que pudiera ser una mujer letrada, fuera para cumplir adecuadamente su
labor de ser madre; Mabel Burín, parafraseando a Luce Irigaray, presenta a las
mujeres como las reproductoras y educadoras de la próxima fuerza de trabajo (los
hombres) y señala que para que la mujer sirva en una sociedad patriarcal debe
ser madre (Burin, 1987; 129). Entonces, podemos inferir que desde los comienzos
de su vida, Harriet no solo tenía la misión de ser madre por ser mujer, sino
que esto fue lo único que le permitió instruirse. Aquí notamos ya una de las
diferencias marcadas en la vida de Martineau, comparada con la de los
sociólogos de la época, que aunque fueron diferentes sus situaciones de
aprendizaje, ninguno tuvo esta responsabilidad.
Harriet se convirtió en una de las
primeras periodistas del Reino Unido, escribió para el Monthly Repository y desde entonces ya se notaba en ella la
preocupación por el trato desigual hacia las mujeres; y es que, siendo mujer, ¿cómo
no podría notarlo, si ella lo vivió?. Durante toda su vida, su posición de
mujer en un mundo gobernado por hombres, le permitió tener una mirada crítica y
amplia de la sociedad en la que vivía y de muchas otras, pues tuvo la
oportunidad de viajar y conocer otras formas de vida. En 1836 su padre murió y
dejó a la familia en crisis económica, lo que la condujo a vivir de sus
escritos y bordados, junto con sus hermanas. Esto también la llevó a mirar
hacia la clase trabajadora y ampliar su trabajo a la desigualdad de clase. Por
si fuera poco, padecía de sordera, lo que provocó que la excluyeran de la
docencia (Villanueva y Marín, 2009). Por lo que Martineu no solo sufrió la
desigualdad de género, sino también la discriminación por sus problemas de
salud.
Harriet, Comte y Spencer
El trabajo de Harriet estaba fuertemente influido por el positivismo de
la época, toda su obra se inclina a la necesidad de encontrar la forma de hacer
de lo social una ciencia. En 1813, adelantándose 10 años al aclamado Comte con La filosofía positivista, Harriet ya
escribía sobre economía política, que posteriormente sería llamada sociología.
Si bien sus ideas no nacieron de la nada, nunca copió o se basó específicamente
en la obra de algún autor para presentar su teoría; desgraciadamente, tampoco
se basaron en la de ella. Martineau hablaba de una “ciencia de las leyes del
deber social…debe modificar nuestra filosofía moral” (Martineau, 1836; 275-277),
muy parecido a lo que dirían muchos otros autores de la época como Comte, que
en 1852 (después de Harriet) habla de la necesidad de una ciencia de la moral (Iglesias,
Arramberri y Zuñiga, 2001).
Hay que tener en cuenta que estos años fueron los inicios de la sociología,
cuando los teóricos apenas acordaban qué sería esta ciencia, qué harían con
ella y para qué; empezaban a dar las reglas del juego, a pensar en sociedades
ideales, a imaginar un mundo donde existiera esta materia naciente. Harriet no
se quedó atrás; en 25 novelas didácticas, Martineau trazó los principios de
esta nueva ciencia social para los lectores de clase media y trabajadora (Iglesias,
Arramberri y Zuñiga, 2001). Ella no sólo hizo lo que estaban haciendo sus
contemporáneos, sino que acercó la teoría a la gente, como ningún otro autor lo
hizo. No se limitó al círculo de académicos como lo hizo Comte y muchos otros
hasta la fecha; no se sentó simplemente a analizar de lejos una sociedad,
porque ella misma vivía lo que escribía.
Como mencioné anteriormente, mi trabajo no va
orientado a quitarle valor a la obra de los teóricos, sino a reconocer el de
una teórica. Sin embargo, si es importante hacer la comparación entre ellos. Mientras
Comte hablaba de convertir el positivismo en una religión, donde él sería el
sacerdote y defendía la jerarquía social en la que las mujeres, por ser el
“ente fundamentalmente afectivo” le servían al positivismo para “reorganizar al
individuo y a la sociedad” (Iglesias, Arramberri y Zuñiga, 2001; 347); Harriet
defiende la libertad y racionalidad de las mujeres, “versus las absurdas
ideas de Comte sobre las mujeres que asignaba a las mujeres los sentimientos
y a los hombres la capacidad intelectual y política, Harriet alegaba
que las niñas eran capaces de estudiar” cosas complejas y que habían existido
muchas mujeres matemáticas (Villanueva
y Marín, 2009). Harriet era una mujer militante, cuyo estatus de género le dio
una mirada diferente y directa de la sociedad en la que vivía.
El intelecto y la capacidad de Harriet eran
indiscutibles. En 1853 editó y publicó una traducción al inglés de La filosofía positiva de Comte, al que
le gustó mas que la edición original, así que conservó los aportes de Harriet
cuando la volvió a traducir al francés. No cabe duda que era una buena
escritora y científica, pero se suele afirmar que solo por esta relación con
Comte se conoce el nombre de Harriet (Iglesias, Arramberri y Zuñiga, 2001).
Como observamos con muchas otras mujeres, su trabajo solo se conoce por el de
algún hombre que estuvo cerca y no por la merecida apreciación de su propia
obra, aunque se pudiera hasta decir que fue una socióloga mas avanzada que
Comte o Spencer y hasta generaciones posteriores, con ideas y aplicaciones que
aun vemos en la sociología contemporánea.
Antes mencione que no se sentó
únicamente a idealizar una sociedad como lo hizo Comte y Spencer, no creó una
utopía ni dedicó su vida a pensar cómo sería un mundo perfecto. La realidad la
golpeaba cada que tenía la oportunidad; la inseguridad la llevó a rechazar un
buen trabajo, el ser mujer la hizo hacer un esfuerzo mucho mayor al de sus
colegas para pertenecer a un grupo de académicos al que finalmente entró y se
fue abriendo paso, ganándose el respeto de los demás. Ya había mucho que podía
analizar y criticar como para ponerse a imaginar otra sociedad, veía cómo la
que ya existía afectaba a la gente de forma dura. A parte de poner las bases de
cómo debería ser la ciencia, ella empezó a aplicarla a sus trabajos, hizo el
primer libro de investigación social y el primer texto de métodos de la
historia de la sociología (Iglesias, Arramberri y Zuñiga, 2001).
Harriet y Tocqueville
Harriet describió las sociedades que conoció desde su
mirada crítica y ampliada del mundo. Desde lo más común, la vida cotidiana de
la gente promedio, las mujeres, las diferentes clases sociales, Martineau se
adentró en el mundo tangible, lo sustancial, la realidad que oprimía (y oprime)
mujeres y jerarquizaba relaciones. Ella decía que ser mujer no le dificultaba
la investigación porque “el salón íntimo de la señora y la cocina son
escuelas excelentes donde aprender la moral y las costumbres de las personas”
(Martineau, 1837).Ella analizaba a las personas de una forma que no hicieron otros
sociólogos: en los ambientes cerrados y privados. Ella vio los lugares íntimos
de las familias, las platicas cotidianas donde las creencias no se esconden y
las desigualdades son latentes. Porque a veces no se esconden los prejuicios en
una conversación casual.
Al igual que Tocqueville, Harriet hizo
un estudio de la sociedad norteamericana en los mismos años que él (1831-1836);
Tocqueville nos presenta un EE.UU. democrático e igualitario al que toma como
modelo para lo que considera una sociedad ideal. No pretendo quitarle mérito al
autor, pero causa un conflicto saber que Harriet y Tocqueville eran ambos
extranjeros en América, nacidos mas o menos en los mismos años y si bien
crecieron en países diferentes, llegaron a la misma nación, al mismo tiempo y
ambos con ojos forasteros; sin embargo, Tocqueville nos maravilla con la
democracia norteamericana y su tendencia a la igualdad a la que cualquier
región debería aspirar, mientras Harriet nos expone lo que parece un pueblo
diferente: esclavista, machista y clasista.
Conclusión
No cabe duda que la sociología-aunque
aun no fuera llamada así- de Harriet estuvo fuertemente marcada por su género y
se nota su preocupación por este en todas sus obras; sin embargo no nada más
habló de género, sino de todo el panorama social que observaba, sentía y vivía.
Habló de todos y todas, para todos y todas. No se conformó con teorizar, aplicó
la teoría a la investigación social formal y como pocos sociólogos y sociólogas
antiguos y actuales, acercó su investigación a las personas de las que
escribía, dejó el lenguaje académico y rebuscado a un lado para hacer textos
que pudieran ser leídos por cualquiera. Fue militante, luchó a favor del voto
para las mujeres, quería mejoras en la salud pública, reprochó la esclavitud de
forma escrita y física. Luchó con pluma y puño.
A pesar de todos sus esfuerzos, su
trabajo y el reconocimiento de su época por el que peleó mas que sus compañeros
varones, Harriet fue olvidada poco a poco de la historia y de la sociología. La
forma especifica de dar clase de una profesora fue lo único que acercó a parte
de mi generación a su obra. La gran biblioteca del CUCSH no tiene ningún texto
de ella; los artículos de su obra terminan en un párrafo sobre su olvido. A su
muerte, la sociedad y la sociología borró su nombre. Sus ideas y aportaciones
parecidas y diferentes a las de los hombres teóricos de esta importante época
para la ciencia social, se fueron perdiendo y se les fue quitando crédito.
Como ella, debió haber muchas mujeres
en esa era y posteriores, con la misma y hasta peor situación de descrédito y
anonimato. Muchas teóricas, no sólo sociólogas, lucharon y luchan el doble
porque su trabajo sea tomado en cuenta; como ella, han sido silenciadas por la
academia y la sociedad y no por no ser digno de renombre, sino porque no fue un
hombre quien lo escribió. Podría verse como una exageración, pero basta con
mirar los programas de nuestras carreras, los autores que se mencionan y citan,
los teóricos que nos enseñan, para darnos cuenta que no es casualidad que sean
en su mayoría hombres y que, lo repito, la razón no sea porque no hay obra de
mujeres o por que no valga la pena leerlo.
Si las bases de la teoría
sociológica tienen la llaga del género, ¿qué podemos esperar del resto de ella
y del trabajo que se apoyará en estas bases? Como sociólogos y sociólogas
deberíamos ver hacia atrás y buscar los escritos de Harriet y de otras mujeres
que podrían ayudarnos a tener una visión mas amplia de la sociedad que
pretendemos analizar y/o cambiar; cuestionarnos por los nombres que han sido
borrados y actuar para recordarlos otra vez; enseñar los aportes de mujeres
como Harriet que tienen mucho que decir.
Fuentes
Burín,
M.(1987). La maternidad: el otro trabajo invisible. En: M. Burín, Estudios sobre la subjetividad femenina (pp.
124-133). Argentina: GEL
Iglesias, M., Aramberri,
J. y Zúñiga, L.(2001). Comte, Auguste. En: María C. Iglesias,
Julio Aramberri y Luis Zúñiga, Los
Orígenes de la Teoría Sociológica (pp. 336-349). Madrid, España: Ediciones Akal.
Iglesias, M., Aramberri,
J. y Zúñiga, L.(2001).Tocqueville, Alexis. En: María C. Iglesias,
Julio Aramberri y Luis Zúñiga, Los
Orígenes de la Teoría Sociológica (pp. 336-349). Madrid, España: Ediciones Akal.
Iglesias, M., Aramberri,
J. y Zúñiga, L.(2001).Spencer, Herbert. En: María C. Iglesias,
Julio Aramberri y Luis Zúñiga, Los
Orígenes de la Teoría Sociológica (pp. 336-349). Madrid, España: Ediciones Akal.
Madoo, P. y Niebrugge, J.(1993). Las primeras sociólogas
y la teoría sociológica clásica: 1830-1930. En: Ritzer, George, Teoría sociológica clásica (pp.
353-392). España: Mc Graw Hill
Ritzer,
George(1997). Teoría sociológica
contemporánea. México: Mc Graw Hill
Villanueva,
C. y Marín, I.(2009). Harriet Martineau, una socióloga silenciada. I Congreso virtual sobre historia de las
mujeres. Recuperado desde: https://www.researchgate.net/publication/272743433
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