UNIVERSIDAD DE GUADALAJARA
CENTRO
UNIVERSITARIO DE CIENCIAS SOCIALES Y HUMANIDADES
Expresión
Oral y Escrita
Rodolfo Moran Quiroz
Rodolfo Moran Quiroz
Por:
Andrés Padilla Béjar
No
merece la pena matarse, uno siempre lo hace demasiado tarde*
*El título surge de un aforismo escrito por el Filosofo Rumano, Émile Michel Cioran, en su libro: Del inconveniente de haber nacido.
En este ensayo no se pretende hablar del escritor
Rumano ni del sentido que éste le dio al aforismo, sí, más bien, de la idea que
éste ensayista prematuro ha extraído de tal aforismo.
De manera breve describiré el sentido o la
idea que he captado del aforismo. “No merece la pena matarse, uno siempre lo
hace demasiado tarde” con esto capto la idea no de que hay un momento ideal
para matarse sino que siempre es demasiado tarde. Cuando en el aforismo leía la palabra
siempre, quería creer que era porque las ideas suicidas surgen a una edad o
etapa determinada, o, dicho de otra forma; que sí hay un momento ideal para
quitarse la vida. Hace tiempo dejé de percibirlo así, ahora lo comprendo en un
sentido donde desde el nacimiento se es tarde para morir; lo mejor hubiera sido
no haberlo hecho.
El ensayo está dirigido a criticar el
problema del suicidio desde las debilidades y fortalezas de los motivos
individuales hasta las enormes consecuencias que éste acto deja en los círculos
sociales y familiares; la defensa del ensayista por los motivos individuales y
la defensa no del no suicidio pero si la defensa de una actitud más responsable
y consciente frente a este acto por parte de los posibles actores al
suicidio. Hay, pues, una intención
individual pero a la vez social. Individual
como una herramienta de exteriorizar lo que el ensayista carga; social porque
el ensayo está dirigido a todos y especialmente a los propensos al suicidio,
con la intención de crear consciencia y responsabilidad, no solo por el acto y
sus consecuencias sino una onda reflexión sobre el tema.
¿Por qué no merece la pena
matarse?
¿Por qué es importante hablar de que no merece la pena matarse?
¿Por qué siempre estaríamos haciéndolo demasiado tarde?
¿Por qué es importante hablar de que no merece la pena matarse?
¿Por qué siempre estaríamos haciéndolo demasiado tarde?
En el transcurso intentaré aclarar estas
preguntas, ilustrándolas con ciertas anécdotas que servirán a la vez de
ejemplos y harán una comprensión más clara de los argumentos.
Respondamos entonces el ¿Por qué no merece
la pena matarse? Veamos:
En una sociedad como la nuestra, donde lo “antinatural”,
anormal o absurdo es el suicido, no merece la pena matarse. Tras no ser aceptado
en lo social se alegará entonces que es inmoral. Uno puede alegar que una vez
muerto no tiene sentido preocuparnos por esto, “yo ya no viviré para ser
sometido al prejuicio” alegará el posible suicida. Entonces, viendo que la condición
de que el acto sea inmoral no es motivo suficiente, aleguemos que entonces es
“antinatural”, anormal o absurdo. Hago un paréntesis para aclarar el sentido en
el cual usamos dicha palabra: por “antinatural” me refiero a que en un mundo donde
hay una concepción del motivo o las razones por las cuales un hombre viene a la
vida se entiende que lo natural o normal es que éste tras nacer; crezca,
adquiera cierto sentido de pertenencia y motivación por vivir, -porque
biológicamente ya lo tiene- se reproduzca, –que especialmente se reproduzca- y
muera –esto último no solo especialmente sino que forzosamente muera-.
Entonces, cuando hablo de “antinatural”
me refiero a la concepción social general que se tiene del sentido de la vida o
no necesariamente el sentido sino de las acciones fundamentales en la vida del
ser humano; se entiende entonces que sea antinatural el suicidio ya que éste no
entra dentro de las características de lo establecido socialmente como natural
sino todo lo contrario. ¡Ah!, pero para esto habrá quien diga que no es un
argumento o motivo suficiente para no matarse ya que a él no le importa la
concepción que el mundo tenga de lo que es natural o antinatural, él se
suicidará de todas formas. Como respuesta o motivo posible para decir que “no
merece la pena matarse” es necesario mencionar y explicar otros factores. “No merece la pena matarse” porque sí se ha
concebido la idea de suicidarse, también es cierto que consciente o inconscientemente
ya involucraste a otras personas de forma sentimental o emocional, para
ilustrar mejor este argumento tendré que contar una pequeña anécdota.
Mi amigo –a quien llamaremos G- me hablaba
en una ocasión de la irresponsabilidad de los suicidas, de su egoísmo, de su
capacidad de no pensar en los otros tras cometer el acto suicida, o que quizá
sí piensen en los otros y esto mismo les impida realizar el acto desde un
principio sin tanto alardeo o decidía pero que si al final de cuentas lo hace
no importó tanto que pensará en los otros. Hablábamos de un hombre al que
llamaremos R; R se había suicidado en una zona del periférico sur; el cómo lo
hizo no es lo importante, sino, qué había detrás del suicida. El suicida era
una persona con más de 30 años, tenía tres hijas y una esposa, un buen trabajo
y amigos con los cuales solía reunirse los fines de semana para atenuar la
larga y cansada monotonía del trabajo diario; tras la muerte de R qué es lo que
queda; yo, en parte entusiasmado, le hablaba a G de la noticia, no porque
estuviera feliz de su muerte, sino porque me gustaría conocer las razones por
las cuales R se había suicidado. G, un poco molesto conmigo me comenzó a hablar
del tremendo egoísmo que se requiere para hacer algo así, comentaba que: El
suicida es un irresponsable –me decía- observa lo que queda tras su muerte, hay
tres niñas que ya no terminarán de conocer ni un poco a su padre biológico, una
esposa que solo le queda el llanto indefinido mientras el dolor pasa a ser
costumbre; –y me explica- porque el dolor no se va, sólo se vuelve tolerable en
el sentido de que las lágrimas cesan, R – me dice G- tenía amigos, amigos que
lo querían, amigos con los cuales había creado cierta empatía. Comento que
tiene razón, pero que el suicida puede cargar con ciertas cosas que apenas son
tolerables. G me explica que lo entiende y que sin embargo el suicida sigue
siendo irresponsable y egoísta pues si ha de cargar con eso que apenas es
tolerable debería seguir cargando esa cruz desde el momento en el cual decidió crear
una familia y rodearse de personas que sentirían aprecio por él. La plática
sigue su curso, yo apelando a las posibles razones individuales que R tenía
para suicidarse, G argumentando que hay un grupo social y familiar a los cuales
ya ha relacionado y manchado tras su acto.
Con esto intento ilustras el argumento del
porque “No merece la pena matarse” y entonces aquí le doy la razón a G, quien
explica claramente que el suicida ya inmiscuyo a un grupo determinado de
personas que resultarán y resultaron afectadas tras su acto. Debemos pensar que
el acto ha marcado de por vida a cada uno de los integrantes de la familia:
madre y padre; hermanos y hermanas; tíos y tías; amigos y amigas.
Hablemos de las razones individuales que
pueden llevar al suicida a cometer el acto y sí por éstas merece la pena
matarse: hablando con G, le comenté: ¿Qué piensas de quien se suicida porque no
importa lo que haga no puede dejar de parecer un humano? G me pide que sea más
claro. Sí –le digo- hay quienes están cansados de la condición humana, todo
esto que identifica al humano, cansados de ser una masa de carne pensante llena
de instintos, buscando su realización, buscando que la vida signifique algo, un
humano, pues, cansado de todas las características o aquello que lo define como
tal. G, dudando me dice: ¿Dónde conociste a alguien así? Le digo que no importa
dónde sino que él qué me diría respecto a alguien así. Me cuenta entonces que:
Para que una persona llegue a esta conclusión es necesario que haya pasado por
un proceso de reflexión, que ha debido analizar muchas situaciones y motivos
del suicida, quien sabe si buscando como justificar la suya o simplemente
buscando un pretexto interesante para matarse. G me comenta: –al principio se
le nota algo dudoso- En este proceso esta persona ya no es un niño, en tal
conclusión esta persona o es un adulto o
un joven-adulto. Le comentó que sí, que es un adulto-joven. –G dice- Es
a lo que me refería antes, los motivos están todos inservibles cuando ya has
creado lazos, cuando ya has formado una familia o no necesariamente una familia
pero ya provienes de una o has creado amistades que te quieren, quieres y se
preocupan por ti. G sigue diciendo lo mismo, su argumento no cambia, y sin embargo
parece seguir teniendo más peso que los motivos individuales del posible
suicida. Le pregunto entonces: ¿El suicida para suicidarse no debería tener
entonces ni familia ni haber creado lazos de amistad? Me comenta que es una
forma de verlo, pero que no es posible vivir de forma asocial en una ciudad o
un pueblo, tarde o temprano tienes que salir ahí fuera, porque ni la soledad es
tolerable e incluso dependemos en gran medida de los otros, lo que te vistes lo
que te comes, lo que usas para trasladarte –dice- es cierto que no tienes
contacto en forma de amistad con estas personas, pero están ahí y en parte
dependes de que ellas hagan bien su trabajo para que tú puedas hacer o
satisfacer ciertas de tus necesidades, porque hasta los suicidas comen y deben
trabajar para conseguir dinero y con éste comprar comida. O bien se puede ir a
vivir solo a las montañas si quiere, pero en ese caso uno ya no puede hacer o
decir nada, ya no es testigo de tal evento. Tras éstas palabras pienso en un
grito de una persona sola en el desierto, el grito existe y es real para quien
lo hizo, pero no significa nada para los otros porque nadie fue testigo,
diríamos que un suicida que se anula o quita la vida en soledad y en completa
ausencia de los otros es como si no se hubiera suicidado ya que no habría nadie
para confirmar que así fue y tampoco nadie relacionado o afectado, entonces
diríamos que un ser en soledad absoluta de personas es como si no existiera,
desde el momento en el que se está en soledad se podría decir que es una forma
de suicidio indirecto, pero como no hay nadie para percibirlo no importa, nada
significa.
Dentro de toda nuestra plática cabe
mencionar que G es un no creyente, por ello que en su argumentación jamás mencione
el conflicto de creencias. Pero mencionarlo no es insustancial, incluso este
motivo tiene gran peso, muchos suicidas se detienen por sus creencias, para
esto hablaré de P, quien en una ocasión mientras cenábamos habló con cierto
desdén del acto de los suicidas, mencionaba que: “Nadie que tenga cerca a Dios
se suicida” y tiene razón desde su punto de vista, observa a todo suicida como
un condenado por su propia acción, –y condenado está, pues muere- solo que él
ve en éste a un condenado en la eternidad del infierno, percibe a todo suicida
como un tonto, para esto lo que dijo fue: –le recuerdo bien- “Nadie lo
suficientemente listo se suicida” desde el punto de vista de él es muy cierto,
nadie que crea en Dios de la forma en que P lo hace se suicidaría, pues él
hombre que pretende anular su vida pretende en cierta medida dejar de ser
aquello que en vida no puede, y/o acabar de un tajo con todo aquello que se
demora en acabarse; y en esto podemos meter las depresiones, el absurdo de
existir, la insatisfacción de no poder dejar de ser un humano, la incapacidad
de soportar problemas que se presentan con demasiada importancia; lo que vemos
entonces es a un posible suicida queriendo dejar de ser para siempre, no seguir
siendo en otro lugar como lo sería el infierno, todo suicida se puede decir es
un ateo en cierta medida, no quiere decir con esto que solo el ateo se suicide,
pero entonces, si el creyente está totalmente convencido de la existencia de un
paraíso e inferno; se percibe que el creyente no se suicidaría sabiendo que irá
a otro mundo a seguir odiando existir, en este punto entran en juego otros
aspectos; ¿cómo el creyente percibe el infierno? Quizá éste en dichos lugares
ya no crea percibir el mundo tal como lo viene haciendo acá en nuestra
realidad. Puede suceder incluso que el creyente esté convencido de que es
preferible el infierno que está realidad. Para ello es difícil sacar una
conclusión concreta ya que todo fundamento del ensayo está pendiendo sobre la
interpretación propia de los motivos que llevarían a un posible suicida a
realizar o detenerse en el acto. Para dar respuesta a esta pregunta sería bueno
crear entrevistas a personas propensas al suicidio, con el fin de comprender
cómo perciben el suicidio, entrevistas a profundidad para alcanzar a ver en
mejor medida si ser ateo o creyente influye con más o menos grado a realizar el
acto. En dado caso no es lo que ahora preocupa a este ensayo. Está dirigido a
responder solamente tres preguntas.
Con esto
intento responder a la pregunta de ¿Por qué no merece la pena matarse?
Pero aún queda sin respuesta la pregunta hecha en principio ¿Por qué es
importante hablar de que no merece la pena matarse? Ahora recurro a datos de la
INEGI donde en México:
“[…] registraron 5 549
suicidios, de los cuales 80.6% fueron consumados por hombres y 19.4%
correspondió a mujeres, lo que significa que ocurren cuatro suicidios de hombres
por cada suicidio de una mujer, brecha que se ha acentuado en el periodo 1990 -
2012. En lo que se refiere a su evolución, es posible advertir que la tasa de
suicidios presenta una tendencia creciente, pues de 1990 a 2012 para la
población en general la tasa se duplicó al pasar de 2.2 a 4.7 suicidios por
cada 100 mil habitantes. Por sexo, en 2012 la tasa de mortalidad por esta causa
fue de 7.8 por cada 100 mil hombres y de 1.8 suicidios por cada 100 mil
mujeres.” (INEGI, Septiembre 2014, Aguas calientes)
Siguiendo estos datos consideró de vital
importancia argumentar en contra del suicidio; no en la forma de privar a cada
humano en su libertad de hacer consigo lo que crean más conveniente, pero sí
considerando que hay un número desconocido de acciones y condiciones en las
cuales las personas se sumergen o quedan atrapadas y llegan a esta idea donde
consideran privarse de la vida, no
apelando, tampoco, a que la vida merece ser vivida hasta que está se canse y
entonces nos marchemos, sino a que las personas somos seres de acción y por
tanto siempre hay una reacción, cada una de estas acciones involucra a los
otros, entonces, marcharnos así simplemente por motivos individuales -aunque
estos motivos también estén sujetos a los otros- cuando ya has relacionado a
todo un grupo (amigos y familiares) no me parece lo más idóneo, quizá seguir
cargando la cruz que muchas veces suele ser vivir no sea preferible, pero
dentro de lo moral y la percepción natural sin duda es lo mejor.
¿Por qué siempre estaríamos haciéndolo
demasiado tarde?
En el aforismo se habla primero de que no
merece la pena matarse, y quizá la única verdadera interpretación del autor es
sólo que siempre se está demasiado tarde para hacerlo, no hay más, no hay todo
lo que yo he explicado, pero como hablamos de la forma en la cual yo he
concebido el aforismo, toda idea o argumentación está desarrolla en dicha
interpretación.
Cuando se habla de que se es demasiado tarde
se piensa en primera instancia que quizá hubo tiempos mejores, que quizá hubo
otra época en la cual merecía la pena hacerlo, aunque usando como base o
argumento en contra todo lo que ya se ha dicho anteriormente veríamos que no
hay ningún momento para hacerlo; que siempre es tarde dentro de las razones ya
expuestas; haciendo a un lado toda justificación ya usada; en un principio
concebía que se es tarde porque quizá a los 20 era la edad perfecta para
hacerlo, pero, ¿dicha idea de dónde surge? La idea surge de un libro llamado:
El muro., J. P. Sartre., en el cual viene el cuento: La infancia de un jefe; en
este cuento un poco extenso que a mi juicio es más novela corta que cuento, nos
encontramos con Luciano, personaje principal de la novela quien en una ocasión mientras
casi desnudo se observa al espejo y tras él, Bergére –personaje secundario-
le habla sobre la perfección y la
belleza y le dice –mientras éste contempla su cuerpo semidesnudo en el espejo-:
“[…]La edad perfecta para matarse es a los veinte[…]” (La infancia de un jefe)
haciendo alusión a que es la edad en la cual se es hermoso y perfecto. Recuerdo
entonces que tiempo después comencé por leer a E. M. Cioran. Sí, tenía entonces
veinte años, y leí el aforismo que hoy uso como tema de ensayo; relacionaba que
siempre se es demasiado tarde para matarse porque ya no tenía veinte años como
bien le decía Bergére a Luciano, pero expuestos como estamos todos a mudar de
opinión, en una ocasión releyendo el libro: “Del inconveniente de haber nacido”
donde viene éste aforismo me doy cuenta que ahora ya no lo veo así; ahora
concibo que se es tarde porque ya se ha nacido, porque ya se nace en un núcleo
familiar, ya te desarrollaste con personas, todo intento de suicidio ahora ya
no es justificado y si lo es no tiene el suficiente peso para los otros; desde
ese momento se es irresponsable, egoísta y orgulloso. Que dichas
características no son malas, pues todos en algún momento tenemos algo de eso,
sin embargo no siempre esas características exponen a los otros de tal manera
como lo hace el acto de suicidarse, del cual no hay vuelta atrás. Por ello que
desde el momento en que se nace es tarde para matarse.
En resumen diré que el acto de suicidarse
trae consigo un sinfín de consecuencias negativas, también es cierto que las
acciones que ha llevado a esto forman parte de una multitud de acciones,
consecuencias y factores negativos y/o mal enfrentados, donde existe la
posibilidad de hacer algo más al respecto; este ensayo, en parte, -además de la
motivación personal de exteriorizar los conflictos personales- es un intento de
ofrecer una forma de ayuda, donde apelo a que es preferible: “Vivir con la idea
del suicido” que llevar la idea a la acción; porque no merece la pena y porque
siempre es tarde.
Para terminar: si existe la posibilidad de
conocer a una persona con tendencia al suicidio, y ya le hemos explicado
nuestra argumentación, todo esto que aquí se habló y todas las razones o
argumentos que ustedes tengan, quizá, como respuesta posible, y de nuevo
citando a E. M. Cioran quien en una ocasión cuenta en su libro: “Ese maldito yo” se encuentra con un amigo que le
habla sobre la idea que éste tiene de suicidarse, Cioran en el aforismo escribe:
“Desembarazarse de la vida es privarse de la satisfacción de reírse de ella.
Única respuesta posible a quienes nos anuncian su intención de suprimirse.”
“Desembarazarse de la vida es privarse de la satisfacción de reírse de ella.
Única respuesta posible a quienes nos anuncian su intención de suprimirse.”
Bibliografía
_________________________________________________________________________________
Cioran.
E.M. (1998). Del inconveniente de haber
nacido. Recuperado de: http://crimideia.com.br/blog/wp-content/uploads/2010/02/em-cioran-del-incoveniente-de-haber-nacido.pdf (p-37)
_________________________________________________________________________________
Cioran.
E.M. (2013). Magia de la decepción. Ese
maldito yo. (p-73). México: Tusques Editores.
_________________________________________________________________________________
G. Iván.
Conversaciones con “G”. Respecto a la Irresponsabilidad del suicida.
H.
Padilla. Conversaciones con “P”. Respecto al sentido religioso de suicidarse.
_________________________________________________________________________________
INGI. (2014)
Estadistica a propósito del día mundial para la prevención del suicidio.
Recuperado de: http://www.inegi.org.mx/inegi/contenidos/espanol/prensa/contenidos/estadisticas/2014/suicidio0.pdf
(p-3)_________________________________________________________________________________
J.P.
Sartre. (). La infancia de un jefe. El
muro. (). México: Tomo
No hay comentarios:
Publicar un comentario