INTRODUCCIÓN
La nuestra es la era del descontento. La instantaneidad en el
envío y recepción de los mensajes, característica de los flujos de información
en nuestros días, facilita el contagio de nuestros sentimientos. El descontento
es general y propagado globalmente gracias a las redes de comunicación que las
nuevas tecnologías ponen a nuestra disposición. La hostilidad en la sociedad en
que nos desenvolvemos viene dibujada por las condiciones que el entorno actual
nos ofrece. Y aunque la era de la información nos cobija con la más amplia gama
de posibilidades para la adquisición de información, el contenido de esta puede
llenarnos del más profundo desaliento.
Pese a los esfuerzos de quienes buscan el mejoramiento de las
condiciones del entorno que compartimos –artistas, intelectuales, académicos,
estudiantes, periodistas, activistas, padres de familia, trabajadores, etc.-
sucesos como los levantamientos armados, pérdida de derechos básicos y de
garantías de los trabajadores, crisis financieras y políticas, crecientes tasas
de violencia y delincuencia, repercusiones ecológicas como resultado del avance
tecnológico, rezago educativo, debilitamiento
de los lazos afectivos entre los individuos gracias a la creciente cultura del self, entre una posible creciente lista
de peripecias, el individuo suele experimentar sentimientos de descontento,
desaliento, ira y odio que pueden tener repercusiones en la inmediatez de sus
interacciones habituales. Todo ocurre frente a nuestros ojos, ignorarlo no es
posible, y sólo reconocerlo ya no es
suficiente, se hace urgente la necesidad de dar cuenta de ello.
Planteamiento
del problema
Dados estos acontecimientos el quehacer sociológico no puede
relegar un estudio de tales sentimientos. Las implicaciones que estas
circunstancias tienen en la sociedad necesitan ser evidenciadas y las
herramientas que la sociología aporta al
investigador deben servir para
la creación de teorías que puedan explicar cómo las condiciones del medio crean
en el individuo ciertos sentimientos que le llevan a actuar de manera violenta,
acrecentando el círculo de hostilidad en el que nos vemos inversos. Ahora bien,
aunque el estudio de las emociones es un
tema relativamente nuevo desde el ámbito sociológico, el interés por estas ha
ganado terreno recientemente y de manera acelerada. Pese a las cerrazones que
la sociología de las emociones puede encontrar
desde la propia academia, los esfuerzos por hacer un estudio con bases
científicas de estas y con las herramientas que la sociología da al
investigador, permiten entender desde otra perspectiva las implicaciones que
ciertas emociones tienen en el individuo
y en su manera de interpretar la realidad social.
Justificación
Vale la pena apuntar que resulta difícil
obtener una investigación científica que esté cimentada en objetividad total. Toda
investigación trae consigo cierta carga de subjetivismo en el momento que
refleja los intereses y las intenciones del investigador, denota su contexto,
da luces de su pensamiento, deja entrever su orientación. De esta manera en mi experiencia durante la
carrera, he tenido la oportunidad de ahondar en los estudios que contemplan al individuo
que adquiere un conjunto de conocimientos, aptitudes y saberes como miembro de
una sociedad determinada.
Ahora bien, me
parece correcto señalar desde el inicio del presente trabajo mi interés por el
estudio de las emociones desde el ámbito sociológico. En mi paso por la
Licenciatura he podido percatarme del amplio campo de investigación que la
Sociología abarca. Considero que los estudios culturales no pueden dejar de
lado un acercamiento al estudio de las emociones y que el procurar tal
acercamiento no se traduce en dejar de hacer sociología, sino ampliar el estudio
de esta a otro de los aspectos inherentes al ser social. Creo necesario enunciar
además que mi interés por el estudio sociológico de las emociones responde
también a la necesidad de comprender cómo es que la experimentación individual
de una emoción determinada afecta la interacción social en la vida cotidiana.
Objetivos
En un intento
por sumarnos a los esfuerzos antes mencionados el objetivo del presente trabajo
se centra en dar cuenta de cómo las condiciones del entorno social pueden
conducir a los individuos a experimentar episodios de ira que pueden llevarlo,
en momentos determinados, a cometer actos que podrían repercutir en el mismo
entorno. Siguiendo la línea de una investigación básica, se pretende contribuir
al desarrollo de teorías que puedan explicar el sentimiento de ira como un
fenómeno social, producido por causas sociales más que físico-neurológicas, y
con repercusiones totalmente sociales. Sabemos que los patrones cerebrales
están correlacionados con la conducta, por ejemplo la depresión, la obsesión y
la violencia, pero esos estudios corresponden a las áreas de neurología,
psicología y psiquiatría y los conocimientos obtenidos de este tipo de
investigación como el del psiquiatra Daniel G. Amen especializado en estudios
de medicina nuclear que miden el flujo sanguíneo y los niveles de actividad del
cerebro (2011), entre muchos otros, son un gran aporte para la medicina y la
ciencia.
Se pretende aquí, desde una perspectiva cualitativa
ampliamente interpretativa, realizar un análisis de la naturaleza social de la
ira, sin pretender generalizarla con el resto de las emociones ya que ésta es
única y distinta del resto de las otras; considerándola así desde la
perspectiva de algunas teorías de los sentimientos que califican a la ira como
una emoción básica, presente tanto en los humanos como en algunas especies
animales. De acuerdo con estas clasificaciones cada emoción es distinta a las
otras desde su génesis y en su externalización (Luna, 2002:116). De acuerdo con
Peter Sloterdijk la ira o cólera no es una emoción primaria, sino reactiva. El
filósofo supone que se puede comparar ese tipo de sentimientos con una escalera
de sonidos. En el escalón más elevado de esa escalera estaría la jovialidad,
que supone estar completamente a gusto consigo mismo, la generosidad. El segundo
sonido sería el orgullo que uno puede sentir; el tercero es la ira, que se
detona cuando el orgullo está herido; el
cuarto es el deseo de vengarse; cuando no se le puede hacer frente aparece el
resentimiento, que con el tiempo se convierte en odio estructural, y puede
denigrar y descender a sonidos inferiores (Sloterdijk, 2010). Los debates
existentes en torno a la naturaleza y la clasificación de las emociones serán
tratados con mayor detenimiento más adelante.
Se busca entonces dar
cuenta de cómo las condiciones del entorno social, entendido éste como el
escenario en el que se desarrolla la actividad social, pueden conducir a los sujetos a experimentar episodios
de ira, que pueden llevar a estos en determinados momentos a cometer actos que
repercuten en el mismo entorno. De esta manera se pretende comprobar que el
sentimiento de ira que experimentan algunos
individuos como pertenecientes a la sociedad, ante determinados eventos
límite, tiene su génesis en el seno de la sociedad. El individuo,
como perteneciente a una sociedad, que se desarrolla e interactúa en ella, se enfrenta a condiciones hostiles,
propias del medio que detonan en él diversos estados. De esta manera, son las
condiciones que el entorno presenta las que disparan en el individuo la
sensación de ira.
Preguntas de
investigación
¿Cómo las condiciones
del entorno social influyen para que el sentimiento de ira sea experimentado y
expresado mediante diversas acciones por los sujetos que forman parte del
cuerpo social? ¿Qué repercusiones tienen para el medio social las acciones que
los individuos emprenden tras experimentar un episodio de ira que las
condiciones del propio medio crearon en él? Se procurará que estas
preguntas orienten nuestro análisis y cuenten con una respuesta de tipo
explicativo al término del presente trabajo de investigación.
Hipótesis
Se parte del supuesto
que enuncia la ira como posible respuesta a las
hostilidades del medio social, que si bien tal sentimiento está presente
en todos los seres humanos, se expresa de maneras diferentes según el contexto
social en el que el individuo se desenvuelve. Que el modo en que el individuo
–contemplado siempre como miembro de una
sociedad y jamás aislado de esta- externaliza su sentimiento es diferente y que
tal expresión puede representar consecuencias en la misma sociedad en que este
se desenvuelve. De esta manera suponemos que
son las condiciones del entorno social las que sirven como detonador del
sentimiento de ira.
Ya hemos mencionado antes que nuestro interés principal ronda
en aproximarse a una teoría que dé cuenta de cómo las condiciones del entorno
social propician los episodios de ira que sufren los integrantes de una
sociedad cualquiera. Se parte del supuesto entonces de que existen ciertos detonadores que
contribuyen a la génesis del sentimiento. La génesis de las emociones ha sido
tratada ya desde diversos aspectos que van desde la concepción psicológica, la
biológica, y la social. Desde esta última, los detonadores de los sentimientos
surgen en el exterior del individuo. De acuerdo con Vigotsky la causa de las emociones está constituida
por inevitables actos reflejos que aparecen por factores externos y que
alcanzan de manera inmediata nuestra conciencia (Vigotsky, 2004:39).
MARCO DE
REFERENCIA DE LA INVESTIGACÍON
Para el seguimiento y
la optimización en la comprensión del presente trabajo será necesario enunciar
la manera en que los conceptos principales serán tratados, es decir, estos
serán definidos para comprender en que sentidos son usados. No dudamos que en
curso de la investigación surjan nuevos conceptos que se irán definiendo
también con el propósito de delimitar el campo en el que pretendemos trabajar.
Cabe señalar que dada la naturaleza del presente trabajo es preciso recurrir no
sólo a las ciencias sociales, ya que algunos de los conceptos tienen también
relevancia en las áreas médicas y biológicas, por lo que recurrir a ellas no
sólo será de utilidad, sino hasta necesario en la búsqueda de la objetividad en
el desarrollo del tema.
En este
sentido, consideramos prudente aportar
una nota introductoria que nos sirva para definir la manera en que el
concepto de emoción está siendo
abordado en el presente trabajo. Posteriormente tendremos la oportunidad de
ahondar en el término, dibujar un boceto histórico de este, diferenciarlo de
términos con los que pudiera confundirse y tocar de a poco los debates
existentes a su alrededor. Por el momento sólo se presenta la definición que se
ha creído la más adecuada para el fin del presente trabajo. De acuerdo con
Carlos Gurméndez, la emoción es la respuesta inmediata a un estimulo exterior
que nos agita, pero que no nos ciega totalmente, pese a las pulsaciones
corporales que causa, el individuo siempre puede captar la realidad por mas
emocionado que este se encuentre. La emoción surge inmediatamente de la
percepción de una situación y el desorden que nos afecta permite una reacción
activa del sujeto. Gurméndez enuncia que algunos eventos llegan de manera
inesperada, al tomarnos desprevenidos, causan emoción. Así la gran causa de la
emoción es la sorpresa (Gurméndez, 1981:57).
De igual manera, el concepto que se hace urgente delimitar es
el de ira, puesto que refleja el
fenómeno observable de nuestro interés.
De acuerdo con el El Manual diagnóstico y estadístico de los
trastornos mentales-IV (DSM.
En inglés Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders,)[1]
existen ciertos factores sociales –crisis estacionales en los negocios, o vivir
en una comunidad de criminalidad elevada como ejemplos- que fungen como
detonadores del sentimiento de ira. La aparición de tal emoción puede o no estar asociada a trastornos mentales.
La característica
esencial del trastorno adaptativo –trastorno usualmente ligado al sentimiento
de ira- es el desarrollo de síntomas emocionales o comportamentales en respuesta a
un estresante psicosocial identificable (2013). [2]
A pesar de que este enfoque es meramente
clínico, el DMS sugiere tener siempre en cuenta el entorno social del individuo
al generar el diagnóstico de cualquier paciente, ya que este tiene gran
significado en la interpretación de la conducta.
Entenderemos pues al entorno social a partir de la
perspectiva de Lev Vigotsky (1996) quien lo define como medio en que el individuo se
desenvuelve, con determinadas condiciones de vida y de trabajo, nivel de
ingresos y de educación. Estos aspectos están condicionados por los grupos en
los que el ser humano se desarrolla. Para el autor el entorno social condiciona
el contexto social. Según Vigotsky el
contexto social es percibido en diversos niveles: el nivel interactivo
inmediato, individuos con los que el individuo interactúa; el nivel
estructural, formado por las estructuras sociales que influyen en el individuo
como la escuela, el trabajo y la familia, y finalmente el nivel cultural,
comprendiendo aquí a elementos de la sociedad en general, como el lenguaje o la
tecnología. Así todos los contextos influyen en la manera de pensar, de sentir
y de expresar lo que sienten las personas (Vigotsky, 1996).
Marco teórico-histórico
En la inmediatez de la vida cotidiana es posible observar
como las actividades humanas, ya sean
económicas, profesionales, familiares, educativas o de recreación, van
formando vínculos entre los actores, así el desenvolvimiento del hombre se ve
siempre dibujado a través de las relaciones que emprende como miembro de
determinada sociedad. A pesar de la fuerte tendencia a la individuación de las
actividades, característica de nuestra sociedad actual, el desarrollo del
hombre como ente inmerso en una realidad social sigue estando sujeto a la forma
en que este se relaciona con los demás miembros de dicha realidad social. La
manera en que este interactúa y se relaciona está determinada por procesos cognitivos que dentro del actor se efectúan y que tiene como resultado las emociones que son usadas
como herramientas en el proceso de interacción con los otros. El presente
apartado hará referencia a algunas de las concepciones que han sido usadas para
dar cuenta de las emociones de manera general y del sentimiento de ira
específicamente.
De acuerdo con Cristina Casado y Ricardo Colomo el pensamiento
filosófico sobre las emociones puede dividirse en dos grandes orientaciones: en
la primera se agruparían las doctrinas que dotan de significado a las
emociones, la segunda estaría representada por las que niegan dicho significado
(Casado y Colomo, 2006). Las teorías que reconocen un significado a las
emociones consideran a estas como los valores de las situaciones con referencia
a las posibilidades de conservación, de desarrollo, de realización de los
intereses o deberes que se ofrecen al individuo. Por otro lado las doctrinas
que niegan el significado de las emociones consideran que el mundo es una
totalidad perfecta que garantiza la existencia del individuo y la realización
de sus intereses legítimos. Desde esta perspectiva la noción de “pensamiento
confuso” aplicada a las emociones
aparece en las obras de filósofos como
Spinoza, Leibinz y Wolff. [3]
En primer lugar consideramos pertinente enunciar algunas de
las concepciones más generales de los conceptos para después aterrizar algunas
de las ideas más concretas. Para efecto de esto creemos prudente apuntar la aportación
que Fernández Poncela hace al definir a
las emociones como procesos físicos y mentales, neurofisiológicos y
bioquímicos, psicológicos y culturales, básicos y complejos. De esta manera se nos da un abanico de
posibilidades para el tratamiento de las emociones desde varias perspectivas,
incluyendo la sociológica. De acuerdo
con la autora, las emociones son la forma en que experimentamos el mundo y las
respuestas emocionales reflejan la cultura toda vez que son moldeadas por ella.
(Fernández, 2011)
Antonio Damasio hace
una afirmación importante al respecto al decir que la emoción es indispensable
para la ejecución de los comportamientos racionales y que por tanto es probable que la capacidad de expresar y
experimentar emociones forme parte de los engranajes de la razón (Damasio,2006:54).
En este sentido la concepción de Damasio da un carácter social a las emociones.
Esta peculiaridad en el estudio de las emociones llega a ser compartida por
otros autores quienes reconocen que si bien estas manifiestan una combinación
de sensaciones corporales y gestos,
también se ven reflejadas en significaciones culturales aprendidas a través de
las relaciones sociales.
Así Eva Illouz
define la emoción como el aspecto “cargado de energía” de una acción.
Esta acción comprende significados culturales y relaciones sociales. De acuerdo
con ella es, más que un elemento psicológico, un elemento cultural y social ya
que buena parte de las disposiciones sociales son también emocionales, como
ejemplo la división más fundamental de toda sociedad -entre hombres y mujeres- basada y
reproducida a través de culturas emocionales (Illouz,”007: 15-17). En esta
línea de concepción el estudio de las emociones desde la sociología exige una
mirada a la forma en que los individuos se relacionan no sólo entre iguales,
sino que es necesario detenerse a observar la relación individuo-institución. De esta manera Marithza Sandoval enuncia que es
la naturaleza de las instituciones y por
tanto, de las prácticas sociales lo que determina el comportamiento colectivo. Por
esto, la comprensión de la conducta individual requiere un análisis del
contexto institucional en el que ocurre y del diseño cultural subyacente
(Sandoval, 2012, 183).
Por su parte y desde una perspectiva no tan distante, John
Elster asegura que el impacto de las emociones sociales sobre la conducta
depende enormemente, en realidad, de las normas sociales a las que se adscriben
los agentes. Dado que las normas varían de una de una sociedad a otra, no se
puede tener un buen conocimiento de las emociones sociales si tomamos
únicamente en consideración las sociedades occidentales contemporáneas. Para ir
más allá de esté dominio debemos deshacernos del límite espacial, del límite
temporal o de ambos. Elster recurre a
Aristóteles y en referencia a La Retorica[4]
asegura que Aristóteles muestra mejor que ningún otro filósofo como las
emociones están enraizadas no sólo en la
psicología individual, sino también en la interacción social. Para el autor, el tratamiento que hace
Aristóteles de las emociones es a su vez una fuente de primera magnitud para
entender la sociedad y política ateniense. La definición de Aristóteles expone
para el concepto de emoción es la siguiente: las emociones son aquellas cosas
que hacen que, al experimentar un cambio, las personas acaben por diferir en
sus juicios y que viene acompañadas de dolor y de placer (por ejemplo
la ira, la compasión, el miedo y sus opuestos). De acuerdo con el autor, su trabajo puede tomarse como punto de
partida para tener una mejor comprensión
del papel de las emociones en su mundo social (Elster,2002).
En el curso del tratado de las emociones desde la sociología
es frecuente encontrarse con el señalamiento que se hace alrededor de un debate
existente en la naturaleza misma de estas. De acuerdo con Rogelio Luna existe
un debate en torno a la naturaleza fisiológica o sociocultural de las emociones
(Luna, 2002:116). Así, las emociones son agrupadas en dos grandes bloques; por
un lado están las emociones básicas o primitivas, las cuales tienen un carácter
universal en tanto que son observables en cualquier periodo histórico y casi en
cualquier sociedad, incluso además en algunas especies animales. Estas
emociones además presentan claramente un diseño fisiológico. En el segundo
grupo se incluyen las llamadas emociones complejas. Estas tienen relación con
el sistema moral de cada sociedad. Al respecto, Zeyda Rodríguez asegura que es
sobre esta segunda tendencia que se ha desarrollado un subcampo disciplinario
denominado sociología de las emociones (Rodríguez,2006:45)
Opuesto al enfoque que afirma que la afectividad humana es
completamente similar a la de los animales, Surrallés enuncia que estos
enfoques resumen la afectividad a un conjunto de emociones fundamentales como
la ira, la alegría, el miedo y la sorpresa. De acuerdo con el autor, los
afectos en el hombre son distintos a los experimentados por los animales en el
momento en que la humanidad posee el lenguaje y la organización social. Sólo
comparten un origen orgánico común. Así los afectos son susceptibles a diferenciación
cultural al ser asumidos por el lenguaje, mediatizados por el intelecto y la
cultura (Surrallés, 2005:2)
Por su parte, Rodríguez recurre a Pablo Fernández y al término afectividad colectiva para denominar a
la forma en que es posible designar a los sentimientos socialmente. De acuerdo
con Rodríguez ya que los sentimientos en sí mismos no tienen un contenido
positivo, no pueden ser definidos ontológicamente mas allá del supuesto de que
el sentir crea una implicación (Rodríguez, 2006:46).
Debe apuntarse que esta concepción de los sentimientos como
implicaciones se hace alrededor de la definición que Agnes Heller da para
estos. Así, y en palabras de Heller, sentir significa estar implicado en algo;
estas implicaciones constituyen un factor constructivo inherente al actuar. Ya
que no hay nada que la cultura no toque, de acuerdo con la autora no existe
sociedad que no trate de regular la intensidad en la expresión de los
sentimientos. Estos llamamientos al control se hacen a través de ritos y normas
que a su vez son moldeados e internalizados por medio de la cultura (Heller,
1993:15-16). Así y de acuerdo con la
filósofa el tratado teórico de las
emociones se ha ido moldeando desde la aparición del pensamiento teórico
propiamente dicho.
Por esto último resulta oportuno invocar a la filosofía
clásica. Para Aristóteles las emociones tienen dos antecedentes, por un lado
precondiciones cognitivas y por otro,
otras no cognitivas, por ejemplo estar ya en una condición de angustia o dolor.
La relevancia de las personas con las que nos enojamos por ejemplo, se ve
medida por nuestras creencias acerca de ellos. Recurrir a Aristóteles se hace
urgente con la necesidad de adentrarse ya al tratado del sentimiento de ira
propiamente dicho. Al igual que en el tratado de los sentimientos se hará un
esbozo puntual para lograr un recorrido por algunas de las concepciones que de el concepto de ira se
han desarrollado. Creemos prudente comenzar pues con la definición que da el
propio Aristóteles para después ir engarzando las concepciones que también se
creen prudentes para el desarrollo del presente trabajo.
En La Retórica, Aristóteles afirma que la ira es un deseo de
venganza ante un claro insulto a cargo de hombres que no tiene ninguna razón
para insultarnos a nosotros o a nuestros amigos. Este sentimiento siempre ha de
ir acompañado de un cierto placer, el que surge de la propia expectativa de
venganza. La ira para Aristóteles
aparece cuando alguien que ni está en una posición social para hacerlo nos insulta.
La clave del análisis de Aristóteles reside en el “desaire” como causa de la
ira. De esta manera la ira implica un
complejo juicio acerca de nuestra
relación con otra persona. Pero la ira no sólo implica un juicio, sino que
además es una emoción enjuiciadora. Según Robert C. Solomon la ira es
enjuicidora en dos sentidos diferentes: por un lado como todas las emociones,
se constituye a base de juicios, modos de percibir, concebir y evaluar al
mundo. Por otro, la ira se distingue del resto d las mociones por construir un
escenario que implica una actitud particularmente enjuiciadora hacia el mundo.
De esta manera vamos advertiendo algunas de las aristas del sentimiento que se
han percibido a través del tratado del la ira.
La duración del sentimiento es otro de los aspectos que se
han abordado en el estudio de estos. De esta manera y de acuerdo con Solomon,
la ira no es solo un fenómeno
neurológico-hormonal-muscular, sino un fenómeno cognitivo y valorativamente
complejo; no es sólo un estado momentáneo sino un proceso que se desarrolla lo
largo del tiempo y que puede prolongarse mucho.
Uno de los desacuerdos fundamentales en torno a la concepción de la
emociones básicas consiste precisamente en la duración de la emoción, así se
asegura que si la ira fuese un fenómeno puramente fisiológico, esta no podría
durar mucho.
El carácter fisiológico en la
génesis del sentimiento de ira desata un debate con las premisas teóricas que
catalogan a esta entre las emociones básicas.
Solomon insiste en que:
La
ira puede ser básica en la medida en que es una emoción común, poderosa,
dramática y casi universal, pero no es ni mucho menos, tan primitiva como
señalan algunos teóricos. De cualquier forma la ira es más que una emoción
básica o un conjunto de sentimientos. Es
una forma de interacción con otra persona y un modo de situarnos en el mundo. Y
una ofensa no es sólo una conducta particular,
viene definida y circunscrita típicamente por nuestra cultura y nuestro
lenguaje. (Solomon, 2007:38).
En el curso del trabajo
de investigación se buscará profundizar en este debate y con el
desarrollo de las hipótesis antes mencionadas se buscará además llegar a un punto que pueda conciliar tanto con
la génesis fisio-bilogica de la ira como con su génesis sociocultural.
De acuerdo con lo que
hemos enunciado el tema de las emociones es incipiente desde la perspectiva
sociológica. De acuerdo con Rogelio Luna la sociología de las emociones como
campo disciplinario emerge en la década de los setentas del siglo pasado.
(Luna, 2002: 115) Esta percepción no difiere de la de algunos otros autores.
Hay quienes aseguran que las ciencias sociales han relegado el estudio de las
emociones; según ellos, es como si los estudios sociales hubiesen olvidado que
toda la filosofía social de los siglos anteriores al XIX se había escrito en
forma de tratados sobre las pasiones.
Tal es el caso de Alexandre Surrallés que asegura que a partir del siglo XVII los
filósofos de la Ilustración trataban de comprender las pasiones como la manera
en que se conectan el individuo y la
sociedad. Así las pasiones eran entendidas como los síntomas de una realidad
que afectaba al mundo social. De acuerdo con el autor, a partir del siglo XIX, siglo de la aparición de la
sociología, la concepción de los afectos como lazo entre la individualidad y la
colectividad desaparece, y solo la economía política sigue interesándose por
las motivaciones afectivas del sujeto en sociedad. Es a partir de entonces que
psicología se apodera del estudio individual de los afectos. Por su parte la
sociología olvida al sujeto pasional, dado que la sociedad aparece como una
entidad susceptible de una coloración de orden afectivo (Surrallés, 2005:4).
Jon Elster por su
parte, asegura que los primeros estudios de la emociones que utilizaron
metodología científica datan de poco más de cien años - La expresión de las emociones en
el animal y el hombre de Darwin en 1872 y ¿Qué es una emoción? De William James- sin embargo reconoce
tratados antecedentes sobre el tema. Desde la percepción de Elster, la Retorica
de Aristóteles es el más antiguo tratado sistemático de la psicología
humana en el mundo occidental. En el libro I las emociones son tratadas como
variables independientes que explican el comportamiento (Elster, 2002:11-12).
Así la disciplina que se ha ocupado en mayor medida de las emociones es la
Filosofía. El estudio de estas como pasiones inherentes al ser y determinantes
de su modo de actuar constituye un tema clásico en la historia del pensamiento
filosófico.
Los autores insisten que el aspecto que mayormente se repite
a lo largo de la línea histórica del pensamiento filosófico sobre las emociones
que hemos venido desarrollando es el del dualismo que existe entre emoción y
razón. La tradición filosófica ha considerado las emociones como incompatibles
con los juicios inteligentes.
Sin embargo dentro de
la psicología y la sociología –aunque en
menor medida en esta última- existen ciertas concepciones que marcan una
ruptura con los pensamientos de la filosofía clásica y que tienen que ver con
la perspectiva cognitiva que se ha desarrollado desde el campo de la psicología
y que se trataran con mayor detenimiento líneas abajo.
En tanto consideramos urgente el apuntar cómo el estudio de
las emociones ha ido teniendo notoriedad en el campo de la sociología. De
acuerdo con Rogelio Luna, el estudio de las emociones es palpable ya desde
algunos clásicos de la disciplina sociológica. El autor menciona por ejemplo
como en la tipología elaborada por Durkheim en La división social del trabajo, la
solidaridad orgánica implica el deterioro en la importancia de los lazos
comunitarios, de la homogeneidad de la población y, sin duda, afecta el mundo
emocional del sujeto. Durkheim se interesó en diferenciar la psicología de la
sociología; en particular, encuentra en los sentimientos religiosos una fuerza
moral que ofrece refugio a los sentimientos de la comunidad. Según Luna el
mismo Durkheim en su trabajo sobre El
suicidio (Durkheim 1951) representa una aproximación de importancia vital a
los sentimientos desde una perspectiva
histórica. La obra denota su preocupación por el aspecto emocional, y su
interés por entender los fenómenos psicológicos como resultado de procesos
sociales globales (Luna,2002)
Haciendo referencia al trabajo
de Collins, Luna destaca la importancia
que adquieren de manera un tanto implícita las teorías propuestas por
Durkheim y Parsons. Siguiendo a Collins, se menciona como el orden social y la cohesión descansan
en los valores morales compartidos. Pero en última instancia, éstos no son otra
cosa que "conocimientos amalgamados con emociones". Y es que según
Luna “ los valores invocan, pero también implican la movilización de emociones
en el macro y micro nivel de la sociedad.” (Luna, 2000)
Para Kemper el surgimiento de
la sociología de las emociones es posible ya que las nuevas perspectivas de la
sociología de los años setentas rompen con la lógica lineal que menospreciaban
al actor social y su vida emocional. Así
esta nueva perspectiva va más allá en
los enfoques positivista o
antipositivista (Luna, 2000). Kemper asume que la sociología de las emociones
tiene como finalidad el estudio de las emociones haciendo uso del aparato
conceptual y teórico de la sociología. Desde esta perspectiva las
emociones se nutren y tienen sentido en el marco de las relaciones sociales. Así, la naturaleza de las emociones está condicionada
por la naturaleza de la situación
social en la que las personas sienten.
Desde la perspectiva de Eva Illouz los relatos sociológicos de la modernidad contienen de manera
inconsciente referencias a la teoría de las emociones, aunque nadie
desarrollara una teoría de las emociones realmente. Sostiene que el estudio de
las emociones desde la perspectiva sociológica es de vital importancia en el
momento en que son estas los aspectos “cargado de energía” de una acción. Esta
acción está conlleva significados culturales y relaciones sociales. (Illouz,
2007:15-17)
Thomas
Scheff es otro autor que aborda el
estudio de las emociones desde una perspectiva
Sociológica. Su estudio se centra en la comprensión social de la
vergüenza y el orgullo. Para Scheff
estos son expresión directa del vínculo social. Según el autor los vínculos sociales se definen y alimentan por
los procesos emotivos de la vergüenza y el orgullo. (Scheff, 1990)
La
declaración de Eduardo Bericat es
fundamental en la solicitud por un estudio de las emociones a la disciplina
sociológica. En el texto La sociología de
la emoción y emoción en la sociología declara:
“a
la sociología le queda la tarea de incorporar la emoción a su núcleo
metateórico fundamental. Seguir prescindiendo de las emociones no constituye
sólo un lamentable olvido, constituye un verdadero suicidio, una renuncia
deliberada a la legítima aspiración por lograr explicaciones completas de la
realidad y de los procesos sociales” (Bericat, 2000: 152)
METODOLOGÍA
En la búsqueda del entendimiento del fenómeno de la ira del
que hemos venido hablando, decidimos
analizar la película francesa IRREVERSIBLE (2002) del director argentino Gaspar
Noé, porque en ella se hacen explícitos eventos que ponen a los personajes
frente a situaciones límite y los impulsan a tomar decisiones basadas en la ira. ¿Por qué elegir una
película y no un caso o historia de vida? La selección obedece, en primer
lugar, a mi inquietud y preferencia por trabajar con este tipo de materiales
que sin duda son un depósito de nuestra memoria social y en segundo, porque es
la natural consecuencia de mi paso por la especialidad de cultura que la
carrera de Sociología contempla dentro de las líneas especializantes que forman
parte del Plan de Estudios. El hecho de trabajar con el análisis discursivo de
una cinta no resta importancia a la posibilidad de observar episodios como los
presentados durante el filme en los contextos sociales reales e inmediatos en
los que se encuentran inscritas las personas como entes sociales. Es decir, la
cotidianeidad de la vida social no se encuentra privada de la aparición de
eventos en los que los actores sociales, al enfrentarse a diversas situaciones
hostiles y que atentan contra su seguridad,- ya sea física, emocional y hasta
económica- experimentan episodios de ira que les llevan a emprender acciones
que repercuten en el medio social. Estas repercusiones pueden o no afectar a otros miembros de la sociedad,
pero tiene siempre cabida en el estudio de la sociología. Considero además
que dentro del ámbito de la disciplina
sociológica en el que me muevo, este trabajo puede insertarse dentro de los
incipientes estudios que sobre sociología de las emociones existe.
Para el análisis de IRREVERSIBLE retomaremos algunos aspectos
del método Sociocrítico del Francés Edmond Cros, porque nos permite trabajar en
dos direcciones. Por un lado, el
análisis discursivo centrará su atención en los aspectos sociales y en
las condiciones del entorno presentadas en el curso del filme para enmarcar las
acciones ejercidas por los personajes, y
por otro, hacer visibles las representaciones de la realidad social a la que se
ven enfrentados los sujetos como parte de una sociedad determinada, contemplar
sus acciones como respuesta a hechos hostiles y medir el impacto de esta
respuesta en el medio en que el sujeto social se desenvuelve.
Para Elster, las novelas y las obras de
teatro son otra fuente inagotable de intuiciones e hipótesis. Si bien muchos de
los ejemplos de ficción utilizados por los filósofos para ilustrar una teoría
de las emociones no son convincentes porque resulta obvio que han sido
inventados para ese propósito especifico, las palabras y las acciones de los
personajes tiene una autoridad independiente que hacen posible que las
utilicemos como ejemplo y contraejemplos. Como piedras de toque para elaborar
teorías de las emociones escoge algunos autores como Shakespeare o George
Eliot. El autor cree que podemos aprender mucho sobre la emociones a partir de
las obras literarias y de teatro (Elster, 2002).
Bibliografía
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[1]
El Manual diagnóstico y estadístico
de los trastornos mentales (en inglés Diagnostic and Statistical Manual
of Mental Disorders, DSM)
de la Asociación Estadounidense
de Psiquiatría contiene una
clasificación de los trastornos mentales y proporciona descripciones de las categorías diagnósticas.
[2]
La
edición vigente es la quinta, DSM-V, publicada el 18 de mayo de 2013 sin embargo la traducción al
castellano estará disponible hasta el 2014 . Por esta última situación y dado
que la edición vigente no presenta diferencias a la consultada con referencia
al tema que aquí tratamos, hemos decidido usar esta.
[3]
De acuerdo con el artículo Un breve
recorrido por la concepción de las emociones en la Filosofía Occidental de Cristina Casado y Ricardo Colomo, un “pensamiento confuso” es
equivalente a la noción de “opinión vana”
perteneciente a la filosofía estoica.
Desde esta misma perspectiva algunos filósofos reducen las emociones a
“accidentalidades empíricas”, a
particularidades sin importancia.
[4]
En el texto de Elster se analizan las obras la Retorica, la Política y La
Ética Nicomaquea, aunque según el autor sólo La Retorica ofrece un análisis sistemático de las emociones, aunque
las otras dos obras también hacen alguna
referencia a la relevancia de estas en diferentes aspectos de la vida social.
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