Dualidad en la función sociocultural de la moda.
“La moda, nacida para uniformar,
consigue que cada cual de quienes la siguen
crea que así se diferencia del resto”
Lola Gavarrón
Introducción
Vestirse
es sin duda una de las actividades más
cotidianas. Nos permite estar presentables para los demás, se nos requiere
estar vestidos para presentarnos a trabajar y hacer demás actividades.
Vestirnos tiene también fines higiénicos y de salud, nos protege de las
inclemencias del tiempo, del viento y del sol.
Nuestra
vestimenta oculta nuestras partes vergonzantes y eso nos hace sentirnos cómodos
en la convivencia social. Y es que el vestirse es eso, es una más de las
construcciones sociales. Es por esto último que no debe parecernos
raro que el hombre no se contente con ocultar su cuerpo, con protegerlo de medios hostiles, con mantenerlo
alejado de posibles infecciones. El hombre busca además adornar su cuerpo,
acentuar su figura, re-crearse en un estilo. Y emplea en función a este fin un
sinnúmero de artículos y prendas que le permite alcanzar la apariencia deseada.
En
la actualidad existen en el mercado respuestas a cada una de las demandas de la apariencia. Para todos los
gustos, de acuerdo con todos los estilos, en todas las tallas y en cualquier
color, las prendas de vestir, el calzado y los accesorios están siempre al
alcance de la mano. Es por esto que el problema con las tendencias no es la
falta de opciones a las necesidades y deseos del vestir. El problema no radica
en no poder obtener lo que se requiere para definir un outfit, el problema de las tendencias radica en el impacto que
tienen en la personalidad de los individuos y por tanto en la sociedad.
En
la inmediatez de nuestro contexto, en una sociedad de consumo, la industria de
la moda arma todo un aparato que consta de tendencias que cambian cada año ¡dos
veces por año!, fabrica su oferta y define su demanda creando su propio
mercado, al dirigirse a él con publicidad espectacular alienando al individuo
con esas ideas de “ser y no ser” según Simmel.
Desde el Renacimiento se han escrito obras
sobre el vestido, trabajos de inspiración arqueológica en su mayoría, así como
enumeraciones de trajes basadas en la condición social, presentados casi
siempre como diccionarios, que trazan una correspondencia entre los sistemas y
los estados antropológicos, pero es evidente que este tipo de diccionarios solo
es posible en sociedades fuertemente jerarquizadas donde la moda es partícipe
de un autentico ritual social.
El
verdadero principio de la historia de la indumentaria se sitúa en el
Romanticismo. Según Barthes, como los
actores quisieron interpretar sus papeles con trajes de época, entonces pintores y dibujantes se lanzaron a buscar la
verdad histórica de las apariencias, eso que se denominaba costumes (Barthes, 2003).
Sin
embargo, además de los pintores de teatro
hubo en la primera mitad del siglo XIX literatura sobre el vestido, las phsicologies. Monografías que trataban
temas de la vida cotidiana.
En la segunda mitad del siglo XIX la visión
romántica dio paso a las investigaciones antropológicas, la indumentaria fue
descrita prenda por prenda y según una cronología tomada de los marcos tradicionales de la Historia.
La
literatura sobre la moda procedente de la sociología, los estudios
culturales, la historia de la
indumentaria y la psicología tienden a ser teóricas y pasar por alto los
mecanismos por los cuales la moda se traduce en prenda cotidiana. De acuerdo
con Entwistle, esta literatura tan teórica no examina el lugar que ocupa la
moda en la cultura y el modo en que esta es interpretada, aceptada o rechazada
por las personas (Entwistle, 2000). Así pues el estudio de la moda abarca el
concepto dual de la moda como fenómeno cultural y como un aspecto de la
fabricación cuyo énfasis recae en la
tecnología de la producción.
La
moda no se limita a la vestimenta,
consiste en una lógica temporal que regula los cambios y los remplazos en las
preferencias de los sujetos sociales. Y el vestir se trata del constante
predominio de lo nuevo sobre lo antiguo. La oda afirma la producción de
diferencias.
Sin
embargo el presente ensayo tiene como objetivo analizar las implicaciones que tiene la industria de
la moda en los individuos y como tales
implicaciones se traspolan a su vez al
ámbito social.
Aseguraremos
que el estudio de la moda requiere de un
análisis sociológico, que ordena analizar la dinámica que sistematiza las
conductas que se relacionan con condiciones sociales, niveles de vida y roles
desempeñados. Asegurando que la moda es un hecho social al ser un elemento de
la cultura de masas. Compartida en el nicho de las sociedades e internalizada
por las estructuras sociales, observable en quienes conforman las instituciones,
palpable en la inmediata apariencia del individuo.
Es
preciso en primera instancia definir tal término. Tarea un tanto tortuosa al encontrar tantas divergencias al
consultar a los teóricos de la
moda. Por un lado Polhemus y Proctor
establecen que la moda hace referencia a
un sistema de vestir especial, histórica y geográficamente confinado a la
modernidad occidental (Polhemus y Proctor, 1978). Por otro lado Barnes y
Eicher, difieren al asegurar que la moda no es un ejemplo especial de vestir,
además de declarar que es un error por parte de los investigadores considerar
la moda como una característica solo de sociedades con tecnología avanzada
(Barnes y Eicher, 1992).
De acuerdo con Simmel:
"La moda es imitación de un modelo dado y satisface la
necesidad de apoyo social, pues conduce al individuo por el camino que todos
transitan y crea un modelo general que reduce la conducta de cada uno a mero
ejemplo de una regla.
Pero no menos satisface la necesidad de
distinguirse, la tendencia a cambiar y a destacarse. Logra esto, por una parte,
merced a la variación de sus contenidos, que presta cierta individualidad a la
moda de hoy frente a la de ayer. Pero aún es más importante en este sentido el
hecho de que siempre, las modas son modas de clase, de manera que las de la
clase social superior se diferencian de las de la inferior, y son abandonadas
en el momento en que esta última empieza a acceder a ellas" (Simmel,
1988, 28-29).
Debido
a tales discrepancias entre concepciones, tomaremos entonces la definición del
concepto de Entwistle quien considera prudente –dadas sus propias comparaciones
entre definiciones- considerar la moda un
sistema especifico del vestir histórico y geográfico. La autora arguye
además que aunque la moda sea importante para definir los estilos en un momento
específico, estos siempre están influidos
por otros factores sociales entre los que cuenta al género, la clase, la
etnia, la ocupación, los ingresos y la forma del cuerpo.(Entwistle, 2000)
Una
de las consideraciones en las que están de acuerdo tanto la sociología clásica
como la sociología moderna respecto a la moda es su puesto central en el cuadro
de los fenómenos expresivos. Esta expresividad se refiere a la capacidad de
iniciar y establecer relaciones sociales de tipo horizontal, haciendo posible
que actores individuales o grupales situados en el mismo nivel de
estratificación social contraigan vínculos comunicativos de naturaleza emocional
que puede variar desde el amor, la pasión, el deseo, la admiración, la
seducción y la amistad, hasta el odio, el rencor, la envidia y la rivalidad.
Como comportamiento social, la moda aparece en algún momento del
siglo XIV, pero Godart[1] sostiene
que al menos hace medio siglo “ocupa un lugar central en nuestras vidas”, sin
embargo, la industria como tal la identifica como algo “misterioso e inasible”
donde sus cambios de tendencias -y las causas que los provocan – se encuentran
aún en las sombras.
Godart
en su libro Sociología de la moda analiza
los mecanismos de influencia social que generan las tendencias. Enumera en él
los “seis principios que conforman un ideal
estilizado”.
Pasemos entonces a hacer un recorrido rápido y conciso de los seis
principios de Godart. Cabe señalar que el autor aclara que en clave sociológica
“puede que se contradigan” porque cada uno tiene su lógica propia. (Godart,
2012)
·
La afirmación. Una
combinación de imitación y distinción
según el autor. Históricamente la moda comienza como un instrumento de
afirmación de poder por parte de la burguesía frente a la aristocracia. Las
clases más bajas tienden años después a imitar los hábitos del vestir de las
clases más altas.
·
La convergencia. Es otra clave
que se manifiesta en las tendencias como “fenómeno de influencia y centralidad”
que se resuelven el consumo.
·
La autonomía. En la definición de
estéticas y dinámicas creativas que permite que la moda se despliegue en
escenarios sociales determinados, lejos de la lógica mercantil.
·
La personalización. En la que el individuo es el protagonista, lo
que no significa que las elecciones sean realmente autónomas.
·
La simbolización. El momento en
que las marcas, o la construcción de ellas, toman por asalto las creaciones y
le imprimen significado y, consecuentemente, poder.
·
El imperio. Un tipo de organización que apunta
al triunfo de empresas en las industrias culturales y que no compite ya con el
resto.
Godart analiza los
mecanismos de influencia social que generan las tendencias propias de la moda,
su creciente autonomía estética y creativa así como el culto a los diseñadores y
los patrones que decretan las marcas más
importantes en el ámbito.
Sin embargo cómo puede explicarse que los individuos – con el peso
que esta palabra representaría- adopten tales patrones. ¿Es acaso un acto irracional?
Al seguir la moda, ¿se busca diferenciarse o perderse entre la multitud?
¿Define en alguna medida la elección de la apariencia al vestir a la
personalidad?
Buscaremos
la respuesta a esta última de nuestras preguntas en la filosofía, puesto que es
menos técnica que la psicología. De
acuerdo con la filosofía el signo específico de la personalidad consiste en el
dominio sobre sí mismo. Esto incluye las actividades internas, intimas del ser humano
y de sus manifestaciones exteriores, de su expresión.
Al ser la actividad del vestirse, y de elegir
con que vestirse en especifico, un acto
racional, por el cual se muestra algo a los demás, es decir se satisface de
alguna manera la inquietud de expresión de lo que se piensa, contestaremos a
nuestra pregunta arguyendo que es muy probable en la mayoría de los casos la personalidad se
define, en alguna medida, en la elección
de la apariencia al vestir. No sin perder de vista que no se está
afirmando que la apariencia rige la
personalidad, sino que esta última puede ser expuesta al vestirse de una manera
determinada.
Entonces
¿es el uso de la moda una herramienta para distinguirse?
Simmel
es un pionero en el análisis sociológico de la moda. En el diagnóstico que
realiza sobre la modernidad, se produce el salto desde el «paradigma de la
producción» –al que había estado ligada toda la sociología– hacia el «paradigma
del consumo»: la sociedad ya no se articulará tanto desde la perspectiva del
mundo del trabajo y de la producción, como desde la perspectiva del consumo de
bienes y servicios. En este contexto, el análisis de Simmel acerca de la moda
parte de la constatación de la doble función de la moda en la sociedad: sirve
tanto para unir al grupo de individuos partidario de la nueva moda como para
diferenciarlos de los otros individuos y grupos, satisface la cohesión del
individuo con su grupo y la necesidad de diferenciación respecto a otros grupos
o clases sociales. Según la perspectiva de Simmel la moda une al individuo con
su grupo de iguales, es imitación de un modelo grupal dado y satisface así la
necesidad de apoyo social del individuo, conduciéndole por el mismo camino que
a todos. Pero la moda también significa para él el cierre de un grupo frente a
los demás situados en posiciones diferentes en la escala social, la
diferenciación respecto a «los de afuera», satisface la necesidad de
destacarse, de distinguirse, de diferenciarse. La moda cohesiona a los
individuos y los diferencia al mismo tiempo. Por otro lado, acomodarse a la
moda puede servir al individuo como máscara exterior tras la que se oculta para
mantener un espacio más intimo de libertad. Seguir los dictados de la moda,
acoplarse a los mandatos de lo colectivo, acatar las normas de la época puede
tener la consecuencia de anular la individualidad, pero también ofrece a las
personas la posibilidad de ocultarse tras la máscara de un perfecto
cumplimiento externo de las normas del grupo, comprando con ello toda la
libertad que es capaz de deparar la vida y pudiéndose concentrar tanto mejor en
lo que es para ellas íntimo y esencial (Simmel, 2008).
Para
existir las tendencias necesitan de procesos miméticos. Los individuos
reproducen en sí tales tendencias, pero en tales reproducciones en hombre no
tiene una actitud de sumisión ni ingenuidad, los individuos son más razonables
en sus elecciones indumentarias cuanto más informados están de el significado
de los looks. Así la vestimenta es
creada de manera deliberada y consiente y responde al estilo de vida,
ideologías y necesidades de los
individuos. Claro que el mercado ofrece
las alternativas a estas necesidades y crea las ofertas de acuerdo a las
posibilidades.
Joanne
Entwistle en su obra El cuerpo y la moda trata
de resolver la siguiente interrogante ¿Es la moda sólo una trivialidad, un medio que la nueva burguesía de
finales del siglo XIX utilizó para exhibir su riqueza a través del derroche
innecesario? En el supuesto de que la moda careciera de utilidad, como ¿es sólo un instrumento que una determinada
clase adopta para demostrar su poder
adquisitivo? Condenar la moda, los estudios y las actividades que giran en
torno a ésta por ser una manifestación frívola de la vanidad, implicaría afirmar que el mundo
tiene que estar organizado únicamente en torno a valores utilitaristas y al
mismo tiempo nos impediría observar cuál es su relación con el vestir y adornar
el cuerpo y cuál es la importancia de lo anterior en nuestra vida diaria.
Las
élites suelen adoptar unos símbolos de distinción se produce un conflicto de
aspiraciones entre los grupos sociales distintamente colocados en la
estratificación social: por un lado, la
mayoría intentando acercarse lo más posible al estilo de la élite; por el otro,
la élite manteniendo el carácter distintivo de sus propias elecciones.
La
explicación es que la moda es intrínsecamente imitación, que puede tener dos
motivos absolutamente diferentes. Uno, la imitación respetuosa, que es la que
hace parodiar al superior tratando de agradar, implicando una profunda subordinación.
Otra es la imitación rival, esto es, el deseo de afirmar que se es igual a él.
Esta última se produce sobre todo cuando el rango y la riqueza han dejado de
coincidir, es decir, cuando el industrialismo ha producido hombres bastante
ricos para rivalizar en lujo con las demás categorías sociales, Spencer apunta
el incremento del papel de la moda como factor de distinción social (Spencer, 1947).
Otro
punto obligado de reflexión teórica en las sociedades contemporáneas es la
teoría de "La Distinción" donde se ejemplifica el capital
cultural como generador de estilos de vida diferenciados. En este sentido,
Pierre Bourdieu evoca que cada uno de los universos de preferencias que
existen, al funcionar como un sistema de variaciones diferenciales, permiten
expresar las diferencias sociales de forma tan completa como los sistemas más
refinados. De ahí que la posesión de ciertos bienes culturales atestigüen no
sólo la riqueza de su propietario, sino también su buen gusto, como una
garantía de legitimidad. Pues, de la misma forma que los bienes culturales
están sutilmente jerarquizados, para marcar los grados de progreso iniciático,
los beneficios de distinción están destinados a deteriorarse si el campo de
producción, regido por la dialéctica de la pretensión, no ofreciera continuamente
nuevos bienes o nuevas maneras de apropiárselos.
En
la interpretación de Guillaume Erner, Bourdieu asegura que los creadores de la moda pertenecen
forzosamente a la clase dominante, pudiendo haber salido de ellas o con posibilidad
de llegar a formar parte de las mismas. Esta teoría sobre las tenencias se basa
sobre una concepción “irracionalista” del modisto. El creador de la moda, para
Bourdieu no es un calculador racional: no crea oferta con relación a la
supuesta demanda. El creador llega a traducir en un vestido su capital social y cultural. En sus
creaciones indumentarias transporta los gustos de la clase social a la que
pertenece y la distinción social de la misma (Erner, 2005).
Según
Bourdieu, las tendencias son instrumentos utilizados de manera inconsciente por
las clases dominantes en su estrategia de dominación. Y las clases dominadas
adoptan de manera inconsciente estas tendencias.
El
autor asegura que este tipo de estrategia de distinción está exenta de toda
significación social ya que ningún creador considera sus prendas como
instrumentos de dominación de clases. Enuncia que esta negación del carácter
social de la moda tiene como protagonistas “ aquellos que abusan porque son víctimas de abusos y abusan de tal
manera que más abusan de ellos” son más mistificadores cuanto más son
mistificados.
Aunque
la moda para ser totalmente legítima requiere de una confirmación social y los
antagonismos de clases de los que habla Bourdieu serian difíciles de encontrar
en nuestros días. La moda ahora está constituida por un sinnúmero de influencias y muchas de estas no provienen de
los sectores favorecidos.[2]
Sin embargo sí creo que lo nuevo en moda es
ante todo un signo distintivo, un lujo de herederos que, lejos de acabar con
las disparidades sociales frente a los objetos, la moda como la cultura de
masas, se dirige a todos para volver a poner a cada uno en su lugar. Es una de
las instituciones que mejor restituye y cimenta, con pretexto de abolirlas, la
desigualdad cultural y la discriminación social. Aún más, contribuye a la
inercia social por cuanto la renovación de los objetos permite compensar una
ausencia de movilidad social real. En este sentido, la moda como instrumento de
distinción de clases, reproduce la segregación social y cultural, y participa
de las mitologías modernas que enmascaran una igualdad inexistente.
En
resumidas cuentas el proceso de la moda está conformado por momentos, en
ocasiones poco identificables en su conjunto. El diseñador realiza un boceto,
elige una tela y una gama de colores que veremos en todos lados durante la
temporada; crea un vestido, le imprime su firma y lo pone en el mercado. En
seguida la farándula y lo deportistas portaran estos vestidos en eventos
sociales de alta concurrencia y espectacular difusión en los medios de
comunicación. La publicidad hará su parte mostrándonos delicadas modelos que
como percheros en aparadores muestran
las prendas y nos hacen saber que el portarlas las hace distinguidas y felices.
Después quienes poseen los medios adquieren las prendas y quienes no
probablemente sufran de ansiedad, y se sientan excluidos. Su posición en la
escala social no le permite comprar un vestido de diseñador.
Pero
ahora existen alternativas y cada vez hay más marcas con diseños equiparables a
precios más accesibles y hasta son sistemas a crédito. Así todos pueden
conseguir el outfit que responda a
las tendencias de la moda.
Cabe
además señalar cómo la moda ha desempeñado un papel relevante en las relaciones
económicas entre las naciones. La expansión del capitalismo en los siglos XVIII
y XIX dependió de la explotación de los recursos de las naciones en vías de desarrollo,
afectando sobre todo a las poblaciones indígenas y el entorno.
El libre mercado ha significado una búsqueda
constante para un mayor provecho de los fabricantes de la industria textil. De
acuerdo con Entwistle la historia de la
industrialización textil esta inevitablemente vinculada con la explotación en
el extranjero además de la explotación en el propio país.
Debe
entonces no dejarse de lado que la moda obedece las reglas del sistema
capitalista. Y que como en todo el sistema en su conjunto juegan un papel
importante la explotación buscando la mayor producción, y altas ganancias al
menor coste; la globalización, la
desigualdad y el consumismo.
Existen
quienes, ponen de relieve que la juventud urbana es el colectivo que más
recurre a la moda para adaptarse mejor a esos entornos cambiantes, generando su
propia moda juvenil, mientras están en
espera de penetrar en el sistema
productivo. Y también explica por qué las modas pueden transmitir tanta información
a los jóvenes, al actuar como un regulador secundario de la conducta.
Sin
embargo, y como se menciono antes, el propósito último fue siempre enunciar como la moda, la persecución de las tendencias
dicho propiamente, afecta a hombre y sus relaciones con el otro. Y es que
aseguraremos que este en su búsqueda constante
llega a sentirse preocupado por usar lo que la moda dicta. Esto sin
mencionar, como se ha ilustrado en presente ensayo que la moda tiene una
función de mimetismo. Quien sigue la moda busca ser oculto en su grupo,
disimulado, camuflado entre sus iguales. Pretende no diferenciarse de los
demás.
Por
muy disidente que sea el modo de vestir con referencia a la moda predominante en ese
espacio y tiempo, encasillara al individuo en otra colectividad. Le hará
pertenecer y ser identificado como adepto a
otros grupos sociales a menudo
referidos como subculturas. Enunciado por lo que a menudo se nombra modas
excluyentes.
Bibliografía
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Berg, 1992
BARTHES,
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G., Víctimas de la moda, Gustavo
Gili, Barcelona, 2005
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POLHEMUS,
T. y L. PROCTOR, Fashion y antifashion:
Una antropología de el vestir y la
indumentaria, Londres, Cox and Wyman, 1978
SIMMEL,
G., De la esencia de la cultura, México,
Prometeo libros, 2008
Sobre la aventura:
ensayos filosóficos. Barcelona, Península, 1988,
SPENCER,
H., Principios de Sociología. Ed. Revista de Occidente. Buenos
Aires.
1947.
[1] Frédéric Godart es egresado de la
Escuela Normal Superior de París y Doctor en Sociología por la Universidad de
Columbia en Nueva York. Actualmente se desempeña como Investigador en Teoría de
las organizaciones en el INSEAD, y sus investigaciones analizan las industrias de
la creación y las redes sociales.
[2]
Tal es el caso de las havaianas
brasileñas. Calzado de goma creado en los 60´s
y que pretendía calzar a las clases menos favorecidas. Ahora pueden encontrarse en más de 60 países
y solo en los mejores centros comerciales de las ciudades. Incluso en el año
2004 se lanzo una línea con incrustaciones
de oro y diamantes H Stern
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