Erick Ricardo Barajas Guerra
Este ensayo
es un repaso general sobre las tres características principales que tiene el género
distópico en las principales obras literarias escritas a mediados del siglo XX
y la influencia que pueden tener hoy en día para la construcción de una posible
sociedad futura tomando en cuenta los límites entre la realidad social y la
ciencia ficción.
“Quieres decir que sólo ha de ser en la ciudad que
veníamos fundando, la cual no existe más que en nuestros razonamientos, pues no
creo que se dé en lugar alguno de la tierra.”
(Platón, Diálogos.)
En Utopía Tomás
Moro hace la descripción sobre una isla donde los hombres conviven en paz
absoluta, donde la democracia alcanza su punto máximo de aplicación, en la que
el modo de organización obedece a un tipo de comunidades tribales en las que
cada quien producía para cada cual y viceversa, una sociedad que tiene como
principio el trabajo colectivo y al mismo tiempo la cultivación de la mente
humana a través de las letras y la ciencia, alejadas de la guerra y los conflictos
con otros Estados. El concepto de Utopía,
como un estado pleno de la sociedad en donde los hombres pueden realizarse y
tener absoluta libertad para ser felices, tiene en la otra cara un interesante
análisis sobre sociedades principalmente futuristas, acuñadas por el término de
distopía, a un tipo de organización
total en la que los humanos pueden ser completamente felices con la imposición
de ciertas tendencias por una especie de gobierno totalitarista.
Es importante recalcar que lo autores más reconocidos en
la ciencia ficción distópica (Orwell, Huxley, Bradbury) tuvieron su lugar de
enunciación en el Continente Europeo o Norteamérica, respectivamente, y la
cumbre de sus escritos es alcanzada en el periodo posterior a la Gran guerra, el periodo intermedio entre
ésta y la Segunda Guerra Mundial y su
culminación, los principios de la Guerra fría y los principios de la
emancipación de las colonias europeas en África y Asia. Este periodo de
alboroto mundial, el ascenso en extremo de la tecnología, la enigmática
práctica de grupos comunistas, el ascenso del imperialismo estadounidense, y
los regímenes totalitarios en Europa, influyeron a los autores en la creación
de sociedades con principios híbridos sobre la condición mecánica del ser
humano sobre el planeta y el desenvolvimiento de su subjetividad en formas muy
interesantes de analizar. La distopía es la herencia de una crisis
existencialista que fue más allá de conceptos filosóficos aplicables sólo para
el ser humano, en la desesperación, los autores dejan en claro la advertencia
de un mundo venidero sin precedentes y la consolidación de gobiernos que el
afán de liberación se ven en la tarea de crear un “sistema de felicidad
superficial”.
Modelo general en la
literatura distópica
La distopía ha sido, y es, reproducida por una gran
cantidad de medios de comunicación tales como el cine, la televisión, el
internet (actualmente), la radio, revistas, periódicos, y cualquier forma en la
que pueda trasmitirse la información, sin embargo, la literatura fue el método
más útil para bosquejar este tipo de sociedades “apocalípticas”, por llamarlo así.
Todo modelo, y con modelo hay que conceptualizarlo como una representación
(personal, en este caso) conceptual, visual, abstracta, etc., que tiene un
serie de características básicas para que pueda ser considerado como una
estructura sólida, en este caso, una estructura ficticia. La narrativa
distópica comprende un sinfín de obras publicadas por diferentes autores, en
distintas lenguas y de distintas épocas, por lo cual, analizaremos las voces de
los autores más influyentes en este género (Orwell, Huxley, Bradbury) en
quienes recae el santo grial de la novela distópica, aun así, si se requiere
tomaremos de otros autores también importantes, categorías de análisis
interesantes y los puntos que creamos convenientes introducir.
El modelo distópico tiene tres características
principales y una máxima que está más allá de cualquier ruptura que pueda
presentarse en un indeterminado sector del sistema ficticio, además, es
necesario decir, que las tres características se relacionan directamente entre
sí, por lo cual no existe jerarquía alguna para su explicación, puede leerse la
uno, luego dos y tres, o tres, uno y dos, o cualquier orden posible. La máxima
distópica no es una “característica” como tal, sino un resultado del análisis
de las tres categorías elementales de la distopía.
El gobierno totalitario
“Si el líder dice que tal y
tal evento no ocurrió, pues no ocurrió. Si dice que dos y dos son cinco, pues
dos y dos son cinco.”
(Orwell, 1984.)
En 1984 George
Orwell describe una “entidad” omnipresente que tiene como fin el preservar la
conducta de los ciudadanos vigilándolos a todas horas: el Gran Hermano. El perfecto orden establecido por los ministerios del
Amor, de la Paz, de la Abundancia, de la Verdad y la policía del pensamiento, articulan
una forma de gobierno en la que la existencia del ser humano está completamente
atada al funcionamiento del sistema en el que se ha visto a renunciar a su
libertad, cualquier comentario crítico acerca del Superestado de Oceanía tiende a ser sometido a través de la tortura
o el lavado de cerebro, teniendo como única salida la obligación de adorar y
mostrar lealtad al Gran Hermano, cuya descripción hace alusión directa a
Stalin, líder de la Unión Soviética, que fue utilizada como la base para el
estado que recrea Orwell. La sociedad de Orwell es comparable con el Régimen
Soviético de mitad del siglo XX, sin embargo no es las características cara a
cara lo que aquí se expone, sino la causa por la que Orwell tomó ese Estado
como su punto de partida.
En él Estado de
Oceanía, todo control es emitido por el Gran
hermano, líder ejemplar digno de adoración, carente de una vaga admiración
que tiene un presidente o jefe de estado, sino dotado de la fuerza de
degradación a los que son sometidos los que habitan Oceanía, se ha de adorar aquel
que los persigue a diario, que los vigila en todo momento y sobre el que toda
negación es respondida con un acto de represión o sometimiento por la fuerza,
es importante el alto nivel de represión que refleja la obra de Orwell como
para creer que en algún momento la condición de ciudadano controlado
totalmente pueda llegar a existir, en
tanto que persona sometida, persona dispuesta a aceptar las exigentes normas
del régimen, adorarlo e incluso, dentro de su infelicidad, experimentar una
felicidad con ese sistema de opresión y degradación, pues el Gran Hermano el
líder y guía espiritual, y todos los demás, sus protegidos.
Pohl y Kornbluth en Mercaderes
del espacio, su obra ficticia, intentan
demostrar que el control total puede ser obtenido por el medio económico, más
específico, por el estrafalario costo de las necesidades básicas de sociedades
antecesoras (referente a su época actual), con esto me refiero a que,
esenciales como el agua dulce, las semillas, la carne natural, o cualquier
producto que puede ser visto como “básico”, son recreados como lujos a lado de
la comida artificial, el agua salada y los vinos procesados químicamente que
son una constante en las sociedades distópicas.
Orwell demuestra de una manera inquietante las
consecuencias de establecer un régimen totalitario, que causaría una alienación
completa, privaría de necesidades esenciales que vienen de la naturaleza,
incluso la privación absoluta de la intimidad. Es necesario hacer un análisis y
comparar los límites entre ficción y realidad que posee la sociedad de 1984.
Remodelación de subjetividad humana
“La hoja era un llamado a la
razón, y eso es siempre peligroso. No se puede confiar en la razón.”
(Pohl y Kornbluth, Mercaderes
del espacio.)
En el género distópico se narra el cambio, en algunas
ocasiones drástico, de la manera en que las personas manejan el concepto de sí mismo. La rutina se encuentra en la
diversión y “perder el tiempo”. Si
alguna vez existió un cierto tipo de duda existencial, estas sociedades han
erradicado casi totalmente esa “ruptura del sistema”. El ser humano vive (o
medio vive) mecánicamente para consumir lo que el mismo ha de producir.
La religión es tratada como mítica, creencias que alguna
vez los “bárbaros” de civilizaciones anteriores practicaban, en la sociedad
distópica cualquier tipo de creencia es una burla o incluso una historia de la
que no se tiene seguridad absoluta de que haya existido. No me refiero a la
narración de sociedades sin ningún culto o creencia, sino a la que sólo
conserva una como “oficial”, comúnmente atribuida al fundador de la sociedad.
Huxley en Un mundo feliz describe una asociación médica que distribuye el mundo de acuerdo con la capacidad genética (que
también es dada por la asociación) que tiene cada persona al nacer, se
reproducen en masa a través de un modo similar in vitro, y son distribuidas en grupos de orden ascendente con los
más aptos en las clases altas, y los menos aptos en las bajas. Al nacer, cada
persona es dotada de una capacidad técnica que desarrollará para toda la vida,
destruyendo el concepto de familia y
con ésta, cualquier sentimiento de reciprocidad entre personas “civilizadas”. La
falta de afecto es llenada con la entrega a los placeres sexuales sin que
ningún tipo moral los recrimine debido a la normalización del acto, y a una
droga de control físico-mental llamada soma.
En esta sociedad Huxley crea una especie de deidad máxima con el concepto
de “Ford” que es atribuido a la compañía automotriz, se deja al descubierto el
temor de Huxley hacia la gran capacidad que podría tener la tecnología
industrial.
En el régimen del Superestado de Oceanía de Orwell describe
una sociedad que está dispuesta a crear un nuevo lenguaje llamado neolengua que busca dejar atrás el que se utilizaba antes de la conformación del superestado. La neolengua posiblemente es uno de los
puntos más interesantes que trata la novela distópica, en la cual se utiliza la
configuración del lenguaje para moldear la visión de las cosas, por ejemplo, en
neolengua, la palabra “malo” no
existe, es remplazada por el vocablo neolingüístico “nobueno”, reduciendo así,
el número de palabras que se puedan usar, entre menos haya, la sociedad tendrá menos herramientas con las
cuales discutir y de paso, hacer una crítica al sistema.
“Pero no se consume gran
cosa cuando se pasa uno las horas muertas leyendo libros.”
(Aldous Huxley, Un mundo feliz.)
Práctica
condicionada de la ciencia
El uso de las ciencia duras y su aplicación en el
“bienestar humano” son un componente importante en tanto que su desarrollo,
como es de suponer, permanece en las élites del poder que cada uno de los
autores crean en sus sociedades ficticias. En Un mundo feliz la ciencia genética es utilizada para desaparecer el
parentesco entre la especie humana, el método de “reproducción” ofrece una
serie de procesos químicos y psicológicos que son manipulados intencionalmente
para hacer nacer nuevos seres humanos que son programados en los primeros cinco
años de vida a través de la hipnopedia, un
sistema de audio de programación mental que los niños son obligados a escuchar
para que su cerebro capte los mensajes de admiración al sistema, al placer
sexual y adoración a la “deidad” Ford. Si
bien la ciencia no fue una censura del sistema, su práctica está centrada en el
control total del individuo y lo inaccesible que puede ser para éste.
La distopía y la ciencia tienen una relación de
codependencia inevitable que puede ser observada por cualquier lector que se
involucre con el género. El control del sistema, tanto del ser humano como de
su misma subjetividad, tienen bases en la práctica de una ciencia no usada para
la verdad, sino de mecanismos que puedan predecir la conducta y mantenerla
dentro de un orden establecido.
En Fahrenheit 451 existe un sistema de vigilancia
ejercido mediante una especie de “perro robótico” encargado de patrullar para
mantener el orden, o contribuir en la búsqueda de un posible “enemigo del
sistema”. En la misma obra es utilizada un arma para incinerar cualquier tipo
de libros que existan, pues se considera que cualquier forma de pensar distrae
al ser humano de divertirse y ser feliz, porque en esa sociedad todos son
felices, y lógicamente, razonar los aleja de esa felicidad.
Conclusión
Como ya había mencionado, el género de la distopía tiene
un rasgo fundamental que escapa a todo intento de conspiración o negación del
sistema, incluso a la no adopción de éste: la estructura social impuesta por un
régimen completamente totalitario siempre persiste. Ante cualquier tipo de
amenaza en la que puede verse envuelto el sistema, ya sea provocado por él
mismo o por una especie de individuo que a lo largo de los acontecimientos se
concientiza acerca de su realidad. La estructura social es tan malévola y
perfectamente diseñada que no hay poder sobre la tierra que pueda alterarla, o
que esa alteración juegue en su contra y no a su favor.
Es de resaltar la preocupación de los autores que se
vislumbra en cada una de sus obras, existen algunos ejemplos enigmáticos como
la reflexión que propone Saramago en el Ensayo
sobre la ceguera donde los actos del propio individuo han llegado a
edificar una sociedad impensable, ellos mismo tienen poder para cambiarla y
regresar a un régimen antiguo o incluso a uno más eficaz. Fuera de estos, se
encuentra reflejado el pensamiento de algunos autores sobre el peso incargable
de las estructuras sociales, cuyo único fin es acabar con el espíritu humano y
convertirlo en una especie de mito o cuento fantástico sobre lo que alguna vez
sucedió. La distopía es un llamado a las consecuencias que trae consigo el
excesivo afán de orden, el desarrollo imparable de la tecnología y la
construcción de un tipo de felicidad sobre la infelicidad misma. Cada lector
puede analizar por sí mismo, los ya tan mencionados, límites entre la ficción y
la realidad.
“Dos lágrimas, perfumadas de
ginebra, le resbalaron por las mejillas. Pero ya todo estaba arreglado, todo
alcanzaba la perfección, la lucha había terminado. Se había vencido a sí mismo
definitivamente.
Amaba al Gran Hermano.
(Orwell, 1984.)
Bibliografía
•
Bradbury, Ray.
Traducción de Alfredo Crespo. Fahrenheit
451. Editorial Debolsillo, México, 2009.
•
Huxley, Aldous. Un mundo feliz. Editores Mexicanos
Unidos, S. A., México, 2013.
•
Moro, Tomás. Utopía. Grupo Editorial Tomo, S. A de C.
V., México, 2007.
•
Orwell, George. 1984.
Editores Mexicanos Unidos, S. A., México, 2013.
•
Platón. Diálogos. Fondo de Cultura Económica,
México, 2011.
•
Pohl, Frederik y
Kornbluth, Cyril M. Traducción de Luis Domenech. Mercaderes del espacio. Editorial Minotauro, Buenos Aires,
Argentina, 1980.
•
Saramago, José.
Traducción de Basilio Losada. Ensayo
sobre la ceguera. Santillana Ediciones, México, 2010.
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