sábado, 24 de octubre de 2015

Reseña de "El hombre en busca de sentido".

El hombre en busca de sentido.
A los 37 años de edad, en septiembre de 1942, el Dr. Viktor Frankl, es deportado al campo de concentración de Theresienstadt junto con su esposa y sus padres. Le asignan como prisionero el número 119,104.
En el mes de noviembre de 1945, el Dr. Frankl reconstruye totalmente su manuscrito de lo que fuera su primer libro y que le fue arrebatado al entrar al campo de concentración; lo rehace con base en dos docenas de papelitos en los que tomó notas taquigráficas, conteniendo el esquema general de su trabajo. Este libro apareció con el nombre de: “Aerztliche Seelsorge”. “Grundlagen der Logotherapie und Existenzanalyse". Su título en español es: "Psicoanálisis y Existencialismo".
Poco antes de la Navidad de 1945, llamó a tres secretarias y les pidió que tomaran nota de algo importante que quería expresar. Y así, durante nueve días "entre lágrimas", fue dictando el testimonio de sus experiencias en los campos de concentración. Consideró entonces que sería conveniente transmitir "anónimamente" y en forma de libro todo lo vivido. Los destinatarios de este libro serían todas las personas que habían sufrido y los que estaban sufriendo las consecuencias de la guerra. También tuvo como propósito el dar su propia versión desmitificada de esa realidad. Muchas personas en ese entonces, como ahora, buscan el sentido de su propia vida. Este testimonio fue gestado para todas ellas.

Así que en 1946, publica su libro: "Ein Psychologe erlebt das Konzentrationslager" (Un psicólogo en el Campo de Concentración). En ediciones posteriores a este libro se le conoce como: "El hombre en busca de sentido".
El hombre en busca de sentido nos relata los acontecimientos que vivió el psiquiatra, Viktor Frankl, durante su encarcelamiento en los campos de concentración nazi durante La segunda guerra mundial.
Éste libro se divide en tres partes: “La primera fase: Internamiento en el campo”, “La segunda fase: La vida en el campo” y “La tercera fase: Después de la liberación”.
El libro nos habla sobre como la vida que llevaban todos aquellos que pertenecían a los campos de concentración, desde los kapos hasta los prisioneros. Se va mostrando como los prisioneros reaccionan ante las circunstancias brutales e inhumanas que van viviendo y como aprenden a sobrellevarlas para poder mantenerse vivos, con la añoranza y esperanza de algún día ser liberados y poder así regresar a sus casas con sus seres queridos.
El ser humano tiene diferentes formas de reaccionar antes retos tanto mentales como físicos y, ¿qué pasa cuando sin previo aviso se le presentan este tipo de retos juntos? Un día estás con tu familia en tu casa y al siguiente estás en un campo de concentración siendo tratado como una bestia de trabajo, renunciando a tu dignidad y libertad a cambio de seguir vivo.
Podrán decirnos mil y un cosas sobre la vida dentro de un campo de concentración pero nunca entiendes las cosas hasta que te pasan, y eso es lo que nos ofrece este libro, la vista de la vida en un campo de concentración desde dentro y en primera persona.
“La primera fase: Internamiento en el campo.”
En este capítulo, Frank, nos adelanta un poco lo que leeremos a lo largo del libro. Nos dice anticipadamente que no nos relatará todas las cosas crueles y desalmadas que ocurrían en los campos de concentración de una manera que hiciera ver a los que vivieron esa tragedia con un aire lamentable, sino que nos lo mostrará de una forma psicológica, cómo los prisioneros se las arreglaban para resistir a todo esto tanto mental como físicamente.
En este capítulo también nos narra cómo a pesar de la dura batalla a la que se enfrentaban los prisioneros, muchos mantenían la esperanza y el anhelo de algún día ser liberados, y eso era lo que los mantenía de pie.
“El síntoma característico de la primera fase es un schock agudo e intenso”. Frankl habla de este schock como la etapa donde el prisionero aún no cae totalmente en cuenta de lo que le deparará en el campo de concentración. Nos narra su propia experiencia de esta etapa y nos hace mención de un estado de ánimo que dentro de la psiquiatría es llamado “ilusión del indulto”, donde las personas condenadas a muerte, momentos antes de su ejecución imaginan que pueden ser indultados en el último momento, ósea ser liberados. Y nos dice que es exactamente la forma en la que se sintió al saber a dónde se dirigía cuando los nazis lo reclutaron y lo metieron en un tren con mil quinientas personas con destino claro pero al mismo tiempo desconocido.
Había dos tipos de prisioneros, los kapos y los prisioneros normales. Los kapos eran prisioneros que gozaban de privilegios por tener la confianza de los guardias, mientras que los prisioneros normales eran los que hacían los trabajos pesados, se les daba comida y atención medica sólo para que pudieran seguir trabajando. Los trabajos los realizaban en condiciones deplorables y  muchas veces en intenso frio.
Al entrar a un campo de concentración perdías tu identidad en su totalidad para convertirte en un número. Sólo te quedaba una cosa: la existencia desnuda. Por existencia desnuda se refiere a lo que queda cuando se pierde todo lo material, queda sólo la persona, nada más.
Las situaciones extremas obligaban a los prisioneros a adaptarse rápidamente, y en caso de fracasar en esto sólo una cosa les deparaba: la cámara de gas.
Para sobrellevar todas estas dificultades, en cuanto a lo emocional, los prisioneros adquirieron un humor macabro. Hacían bromas un tanto tétricas acerca de las cámaras de gas y traban de bromear sobre las situaciones lastimeras que pasaban. “Los prisioneros sabíamos que nos acostumbrábamos a todo, pero desconocíamos cómo…”
Continuamente se trasladaba a un grupo de prisioneros a otro campo de concentración. Estos eran escogidos cuidadosamente, se escogían a los más enfermos y masacrados físicamente. Se trasladaban diariamente un número exacto de prisioneros, muchos intentaban ganarse la confianza de algún guardia para no ser parte de la lista o para borrar a algún amigo o familiar. Salían a la luz las técnicas de supervivencia y no les importaba que al ser salvados o salvar a alguien más, alguien tenía que morir en su lugar. “Allí nadie vivía, sin que otro muriera…”
Segunda fase: La vida en el campo.
“La apatía, el síntoma típico de esta segunda fase, actuaba como un mecanismo inevitable de autodefensa”.
En esta parte se habla sobre como poco a poco el prisionero experimenta la muerte emocional, que conduce a la apatía.
La apatía era un mecanismo de defensa para protegerse de todo este dolor emocional que les provocaba estar en el campo de concentración, sin saber nada de sus familiares, si estos seguían vivos o si ya habían sido privados de la vida en alguna cámara de gas. La apatía los ayudaba a mantenerse vivos y fríos de la cabeza para poder seguir adelante. La apatía era necesaria.
El prisionero intentaba amortiguar de cierta forma la nostalgia que le provocaba la añoranza de regresar a su hogar. Unos lo hacían, mientras que otros se consumían en eso simplemente. Los que no lograban controlar esta pesadez emocional sentían una especial repugnancia hacia todo lo que los rodeaba y eso lo hacía hundirse poco a poco.
El trabajo por si ya era excesivamente agotador y duro, ahora sumándole la ración de comida que se les proporcionaba para que pudieran alimentarse y seguir trabajando, era algo que no ayudaba mucho…”ningún trabajador normal se alimentaba con trescientos gramos de pan (eso en teoría, pues en la práctica siempre recibíamos menos) y un litro de sopa aguada al día”.
Gracias a esta dieta alimenticia que llevaban los prisioneros, era normal que la preocupación de conservar los alimentos fuera algo que predominara en el campo. Y esto era tan fuerte que muchas veces llegaba a manifestarse en los sueños.
“Para la mayoría de los internos, el primitivismo mental y el esfuerzo por concentrarse exclusivamente en “salvar el pellejo” conducía a despreciar cualquier cosa que le apartara de ese supremo y único objetivo…”
Nada importaba más que sobrevivir, los sentimentalismos eran algo que no servían para seguir vivos, por lo tanto eran algo innecesario, aparte de ser una pérdida de tiempo estar nostálgicos todo el tiempo. Ya tendrían tiempo de eso cuando fueran liberados y pudieran regresar a sus casas.
La necesidad de religión era también algo importante para llenar ese vacío emocional y sentimental.
Se nos ha dicho que el hombre está construido socialmente, por lo tanto es un ser social. Si somos un ser social, regidos por nuestro entorno, y éste toma parte importante a la hora de tomar decisiones propias, ¿eso quiere decir que no tenemos libertad personal de elección? Para Frankl el hombre sí tiene ésta libertad. Muchas veces no hacemos uso de esta libertad, preferimos dejarnos llevar por la corriente y dejamos que los demás tomen las decisiones por nosotros o tomamos la decisión que los demás esperan que tomemos. “Sólo unos pocos prisioneros conservaban esa fortaleza de la libertad y aprovecharon los atroces sufrimientos para una madurez interior”.
Muchos prisioneros sin estarlo, ya se sentían muertos. Empezaban a derrumbarse interiormente porque no veían un final. El día de su liberación. A causa de esto, al no ver nada bueno en el futuro, se empezaban a refugiar en sus recuerdos. “El hombre incapaz de vislumbrar el fin de su existencia provisional, tampoco puede orientarse hacia un objetivo o una meta vital”. 
Muchas personas ven las situaciones difíciles que se le presentan, más como un castigo que como una oportunidad de crecer espiritualmente y madurar. Somos negativos cuando las cosas se ponen difíciles y nos quejamos más de lo que actuamos y hacemos para salir de ése tipo de situaciones.
Está de sobra decir todos los horrores que pasaron los prisioneros en los campos de concentración. Y poco se sabe de las personas que sobrevivieron para contarlo. Pensemos en estas personas no como poco afortunadas ni tampoco como afortunadas, sino como un ejemplo viviente. Un ejemplo de que podemos estar atravesando una situación difícil pero siempre va haber alguien que la está pasando peor y está haciéndolo mejor que nosotros.
Tercera fase: Después de la liberación.
Muchos podrán pesar que al momento de ser liberados los prisioneros desbordaban felicidad pero no fue así, por extraño que parezca.
Ellos ya estaban acostumbrados a vivir de una manera fatídica, así que al momento de ser liberados les pareció cosa de chiste, como si todo fuera parte de una broma.
“En terminología psicológica lo que le sucedía a los prisioneros se denominaba despersonalización. Todo parecía irreal, misterioso, como un sueño.”

Conclusión.
En el libro se explican los comportamientos que los prisioneros adoptaban desde si internamiento en los campos de concentración hasta después de la liberación. Unos van desde comportamientos agresivos, justificados por lo que vivieron en el campo de concentración, hasta comportamientos más tranquilos y tímidos.
En este libro se nos narra como el ser humano puede llegar a ser tan impredecible. No tomos reaccionamos de la misma manera frente a los retos que se nos presentan en la vida, a parte que de todos nos enfrentamos a diferentes retos. El comportamiento del ser humano siempre nos va a sorprender, y eso queda claro en este libro, ya que muchos kapos a pesar de ser considerados inhumanos, por los castigos y la forma de tratar a los prisioneros, había muchos que sentían lástima por los prisioneros y en ocasiones los ayudaban. Así como también había prisioneros que eran crueles con los mismos prisioneros.
Y esto nos deja pensando, “¿Quién es, en realidad, el hombre? El ser que siempre decide lo que es. El ser que inventó las cámaras de gas, pero también el ser que entró en ellas con paso firme y musitando una oración.”

Recomendación.
Este libro como todos los demás  es recomendado para el público en general porque creo que un libro siempre va a ser apto para cualquiera que se interese en él.

 Bibliografía.
Frankl, Viktor. 2004. “El hombre en busca de sentido”. Herder. España.
Slideshare.
http://www.slideshare.net/Zeltzingrid/el-hombre-en-busca-de-sentido-54339371


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