Después de observar y analizar las técnicas de expresión en un orador y buscar las particularidades que convierten su argumento en un buen discurso, podemos recolectar los siguientes puntos:
Postura confiada pero firme:
El orador es capaz de llegar a un equilibrio en su postura, creando así una imagen en la que el público puede confiar y a la vez una figura de seguridad y firmeza.
Simpatía:
El orador puede crear un lazo de simpatía entre emisor y receptor por medio de señales corporales y expresiones orales (Cruce de miradas, bromas, diálogos directos, señalamientos, etc).
Control oral:
El orador tiene la capacidad de manejar su expresión oral; Conoce cuando y como modificar su volumen y léxico, y controla su dicción, modulación y puntuación.
Control corporal:
El orador sabe expresarse con señales corporales, moverse de un lugar a otro para alcanzar la atención de todos los sectores del público y acompañar su discurso con movimientos de manos o expresiones faciales. Un orador inmóvil expresa inseguridad y desconfianza.
Auto corrección:
Es indispensable la preparación previa del discurso y el orador está consciente de la importancia de tener un punto válido en su exposición, pero siempre existe la posibilidad de cometer errores. Un buen orador puede identificar sus fallas, tanto de argumento como de expresión, y es capaz de corregirse a sí mismo sin perder la credibilidad.
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