Chales Wright Mills en su obra mas reconocida dice que dentro
de la sociedad el hombre se desarrolla con una visión individual de sus propios
problemas vinculados a su mundo inmediato, ya sea en el hogar, en el trabajo,
en su vecindario, pero al mismo tiempo intuye que está constreñido por una
serie de ambiciones y amenazas que están más allá de su realidad inmediata.
Lamentablemente el común de los hombres ignora que detrás de esta sensación de
estar atrapado se ocultan cambios, aparentemente impersonales, de la estructura
de la sociedad. Los hechos históricos no son sino la suma de todos los triunfos
y fracasos de los hombres y mujeres como seres individuales.
Así cuando la sociedad se
industrializa el campesino se convierte en un trabajador y el señor feudal en
un empresario; cuando hay mayor inversión los puestos de trabajo aumentan y los
hombres se sienten optimistas, pero cuando estas inversiones se detienen los
hombres pierden su trabajo y se arruinan.
Pero los hombres no parecen
están capacitados para comprender la relación entre los cambios históricos y
sus propias inquietudes, no relacionan su propio bienestar con el desarrollo de
la sociedad de la que forman parte, ni mucho menos de la conexión de sus
propias vidas con el curso de la historia de la humanidad, ni de la clase de
hombres que son y de la actuación que les corresponde en la historia de la
humanidad. En suma, no pueden hacer frente a sus problemas personales de forma
que les permita controlar las transformaciones estructurales detrás de ellas.
Esto no debería extrañarnos
por cuanto en la época actual los cambios sociales se han desarrollado con
mayor velocidad. La historia actual es la historia del mundo como producto de
la globalización, muchas sociedades han pasado de ser una sociedad de tipo
feudal a una economía de mercado en un período relativamente corto.
Los grandes cambios
históricos han roto los esquemas de los valores tradicionales. y los viejos
modos de pensar y de sentir se han ido abajo. La certeza de antaño se
transforma hoy en conceptos y principios ambiguos hasta el punto de producir
una anomia moral.
Por ello el hombre actual se
enfrente a un mundo de una doble moral, a un mundo que no llega a comprender
con relación a su propia vida, y esto lo obliga a insensibilizarse moralmente y
encerrarse en sí mismo en su esfera particular y privada, dentro de la cual se
siente protegido, pero a la vez atrapado.
Pareciera que la información
no es suficiente para ayudarlo a liberarse de estas ataduras, poseerla hoy no
es tan complicado como antaño, pero esta información resulta a la vez tan
variada que agota nuestra capacidad de analizarla. En todo caso se hace
necesaria una cualidad mental que nos ayude a utilizar esa información a fin de
descubrir la relación entre lo que ocurre en el mundo y en qué modo nos afecta,
esta cualidad se llama la imaginación sociológica.
La imaginación sociológica
es entonces la herramienta que nos permite comprender el escenario histórico
relacionado con la vida interior del individuo y su propia proyección en la
sociedad. Ella se ocupa de ubicar la trama de la sociedad moderna y dentro de
ella enfocar el malestar general de la sociedad hacia la solución de las
inquietudes individuales, y se logra con ello que las actitudes de indiferencia
o anomia se conviertan en interés por las cuestiones de la política.
El primer fruto de utilizar
esta herramienta es la idea que el individuo es capaz de comprender su
experiencia personal y evaluar su destino, ubicándose en su época y
reconociendo que sus propias circunstancias pueden ser las de muchos
individuos. Este descubrimiento puede resultarnos grato o ingrato, pues la
naturaleza humana es capaz de los logros más encomiables así como de las
degradaciones más abyectas.
El hecho es que todos los
individuos formamos parte de una generación, vivimos en una sociedad,
desarrollamos nuestra propia biografía, la cual a su vez forma parte de la
historia de la humanidad que se constituye en un continuo devenir; por tanto,
aunque fuera en una mínima medida, contribuimos a dar forma a nuestra sociedad
y al curso de su historia.
Esta es la tarea y la
promesa de la imaginación sociológica, ayudarnos a descubrir la íntima relación
entre la biografía de cada individuo y la historia de la humanidad enfocada
desde su realidad actual y su futuro.
Para analizar una sociedad
determinada en cualquier época o ubicación geográfica el analista social debe
formularse tres tipos de preguntas:
1. ¿Cuál es la estructura de
esta sociedad particular en su conjunto?, ¿cuáles sus componentes esenciales y
cómo se relacionan entre sí?, ¿en qué se diferencia de otras sociedades?,
¿dentro de ella, cuál es el rasgo particular para su continuidad o su cambio?
2. ¿Qué lugar ocupa esta
sociedad en la historia humana?, ¿cuál es el mecanismo por el cual está
cambiando?, ¿cuál es su lugar en el desarrollo de la humanidad y qué
significado tiene para ella?, ¿cómo afectará el rasgo particular que estamos
examinando su desarrollo histórico?, ¿qué características tiene este período y
en qué difiere de otros?
3. ¿Qué clase de hombres y
mujeres prevalecen en esta sociedad en la actualidad y qué clase tiende a
prevalecer?, ¿de qué manera estos individuos son seleccionados y formados,
liberados o reprimidos?, ¿su conducta qué clase de naturaleza humana nos
revela?
Estas preguntas nos servirán
para el análisis tanto de un Estado moderno, de un movimiento literario
reciente, de una pequeña familia o de una prisión. Estas preguntas son los
hitos que deberán servirnos para desarrollar el estudio de los hechos sociales,
con ello esperamos captar lo que ocurre en el mundo y lo relacionamos con lo
que ocurre dentro de nosotros mismos.
Mills, W. (1995) “La Promesa” en Mills, W. La Imaginación Sociológica. México: Fondo de Cultura Económica.
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