OBSERVACIÓN DE ORADORES
Al ir a la conferencia que nos recomendó el profesor, tuvimos
la tarea de elegir a algún expositor y analizar, rescatar y observar su forma
de explicar su tema ante la audiencia.
Se nos dijo que el análisis tendría que ser realizado solo
sobre un ponente, sin embargo, al permanecer durante toda la conferencia, tuve la
oportunidad de observar los 4 que estuvieron presentes.
Aquella mesa constaba de 4 profesionales que se dedicarían a hablar
sobre el año 1968 con un enfoque internacional y un moderador que sería el
encargado de dirigir a los ponentes, así como a los asistentes en la sección de
preguntas.
La primera en presentarse fue una universitaria llamada
Celina, que contaba con hojas impresas en las que concentró todo el tiempo su
mirada pues ahí plasmó su ensayo, mismo que nos leyó a todos y aunque
entendible, fue poco hábil para incluirnos a nosotros en su tema. Hubo contacto
visual nulo con el auditorio y el tono fue constante, sin alguna variación. Noté su nerviosismo y aunque su bagaje léxico
era amplio, quedaba de vez en cuando opacado con las veces que titubeaba al
hablar y gastaba un poco de tiempo en corregir.
El segundo en presentarse fue Jonathan, un joven también universitario
que, al igual que Celina, habló gracias al papel impreso que sostuvo en todo
momento. El contacto visual fue también nulo y aunque el tono y la fluidez fueron
mejores, no se logró esa conexión viva y presente con el auditorio. Por esto
mismo, si bien el fondo fue distinto, la forma fue sorprendentemente similar.
El tercero fue quien motivó nuestra asistencia; un antiguo
profesor de preparatoria de nuestro actual profesor de “Expresión oral y
escrita”, quien se abrió paso en nuestra disposición y llamó nuestra atención
en todo momento. Cumplió con las reglas de la retórica -hablar de lo que se
hablará, hablar de lo que se habla y hablar de lo que se habló- y en todo
momento hizo contacto visual con los oyentes. Asimismo, dejó de lado algún
papel con notas con el que contaba y había que estar realmente atento para
percibir si en algún momento echaba algún vistazo al mismo. Es de él de quién
rescato herramientas para utilizar en futuras exposiciones, pues no solo contó
con las características anteriormente mencionadas, sino que, además, sus
tiempos y momentos en el discurso fueron claros, con esto me refiero a que su
participación tuvo un claro comienzo, desarrollo y conclusión.
El último expositor fue un docente; tedioso en forma pues en
fondo me pareció interesante, sin embargo, no solo no cumplió con las reglas de
la retórica ni mantuvo un buen tono de voz, sino que no respetó su tiempo de
ponencia e ignoró por completo al moderador. Este último, alumno de sociología, no se
sintió como el papel que debía desempeñar y sus expresiones faciales delataron
su constante molestia.
Creo que este
ejercicio es útil pues nos muestra qué debemos y qué no debemos hacer al
momento de tener que presentar algún tema.
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