Cuando
yo inicie mi carrera, tenía la concepción de mejorar mi entorno, gestionar y
servir para la sociedad, en la medida de mis posibilidades; esas opciones me
las ofrecía el Trabajo Social.
Trabajo
Social se convirtió en la segunda oportunidad que tuve en la vida. Mi base ya
la construí, la estructura aún está por definirse; doy lo mejor de mí, para que
todo siga en pie, a pesar de las dificultades que me han complicado el camino.
Ahora
que llevo casi un año en mi carrera, visualizo la realidad de otra forma; sé
que un trabajador social no soluciona el mundo, y quizás solo alcance a
rescatar algo del gran abismo que hacen las injusticias sociales y las
deficiencias institucionales, aun así, por pequeño que sea lo que logre hacer,
me daré por bien servida. El dinero que se pueda obtener de una carrera o “el
éxito social” ante los demás, reconforta nuestras necesidades básicas como
persona, pero no logra humanizarnos tanto, como el hecho de llevar en la conciencia,
que pudiste contribuir a cambiar por lo menos una vida y a la vez, la propia.
Considero
que toda carrera en la que se pone empeño, dedicación y se logra concluir,
mejora el mundo ya sea cultural o socialmente; y cuando yo elegí mi carrera,
pensé en la voz de Marx “no basta con interpretar el mundo, hay que
transformarlo”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario