A lo largo de la historia de las grandes ciudades,
se sabe que siempre ha existido una diferencia de etnias, tanto cultural como
geográficamente hablando. La Zona Metropolitana de Guadalajara, al ser
considerada la segunda ciudad más grande del país, detrás solamente de la
capital, es un territorio con amplia diversidad social. Es decir, étnicamente,
la población de Guadalajara cuenta con una gran variedad de etnias o razas.
Obviamente, esta diversidad alcanza todos los puntos que conforman una
sociedad: comercio, educación, gobierno, servicios, etc. Sin embargo, se ha
detectado que un problema social radica en una pequeña —gran— parte de la
población: Los indígenas.
Es conocido por la mayoría de los habitantes de
la ciudad que esta etnia acostumbra llevar un modo de vida sustentado gracias
al comercio de sus artesanías fabricadas enteramente a mano. A pesar de que los
productos que elaboran son de alta calidad y bien recibidos estéticamente, no
resultan tan bien recibidos por el medio consumidor. Los compradores de hoy en
día prefieren obtener artesanías, ropa u otros productos en establecimientos de
reconocimiento un tanto más internacional o simplemente en sitios que cuenten
con mayor y mejores estrategias de mercadotecnia.
Por otra parte, el mayor porcentaje de los
consumidores de productos indígenas resultan ser los extranjeros. Turistas que
llegan a la ciudad buscando explorar la cultura mexicana, quedan cautivados por
la belleza de las artesanías o los trabajos que estas etnias elaboran. Dando
como resultado que dichos productos terminen en manos extranjeras, donde son
bien recibidos y no en las de sus propios compatriotas.
Asimismo, una consecuencia más de la
discriminación hacia este comercio, es que, los pocos habitantes de Guadalajara
que se atreven a adquirir estos productos, lo hacen buscando precios más
“accesibles”. Resulta denigrante para las comunidades indígenas que un trabajo
realizado con sus propias manos en los cuales pueden llevarse hasta tres días
de trabajo, sea comprado por menos de la mitad de su valor original. Lamentablemente,
la falta de consumidores, les obliga a acceder a estos precios, ocasionando en
las mentes de quienes lo adquirieron que probablemente ni siquiera resulta de
tan buena calidad. Por lo tanto, el problema se torna cada vez más y más
grande, convirtiéndose en una cadena de situaciones que provocan que estas
comunidades y su comercio termine siendo relegada hasta el punto en el que no
puedan utilizarlo como medio de vida.
Además, la falta de atención o apoyo por parte
de las autoridades para/con las comunidades indígenas, les ha obligado a formar
parte del comercio informal o ambulante. Muchos no cuentan con un sitio
establecido para ofrecer sus productos, así que terminan haciéndolo en las
calles de la ciudad, plazas públicas, mercados y otros sitios en los cuales
simplemente no reciben la atención suficiente como para que pueda considerarse
un negocio. Esto, a su vez, ocasiona que la otra parte de la población, les
considere indigentes y por el simple hecho de ofrecer sus artesanías en las
calles, se crea que están pidiendo una limosna, cuando realmente estas personas
están trabajando, comerciando los productos que fabrican con sus propias manos.
Por si fuera poco, el hecho de que la misma
comunidad no reciba con los brazos abiertos al comercio indígena, las mismas
autoridades provocan un rechazo hacia éste. En los últimos años, se han
establecido leyes que regulan el comercio informal o ambulante, ocasionando que
los pocos vendedores que llevaban un ritmo relativamente productivo, fuesen
desalojados de la noche a la mañana, dejándolos sin las posibilidades de
mantener su medio de vida. Este abuso de autoridad y racismo en su más puro
estado, es un grano de arena más que se suma a las múltiples causas por las
cuales este comercio no tiene las vías necesarias para considerarse un negocio
propiamente.
Discriminados por la sociedad con la que
comparten una ciudad, tachados de delincuentes por las autoridades que deberían
estar ahí para apoyarlos o protegerlos y valorados únicamente por consumidores
ajenos al país, las comunidades indígenas han sido separadas del mercado en sus
propias tierras. No es suficiente de que, inclusive en la actualidad, aún no
cuenten con todos los derechos que la constitución les otorga, ni con los
servicios que por el simple hecho de estar vivos merecen.
Existen distintos programas de apoyo y
consciencia para estas comunidades, lamentablemente, no es suficiente para que
el resto de la sociedad brinde su atención a estas personas. Ciertamente, los
consumidores de hoy en día, prefieren comprar una prenda en una tienda
departamental de prestigio internacional que con un vendedor purépecha
establecido en una plaza pública, a pesar de pertenecer a la misma patria y que
se trate de un producto enteramente hecho a mano. Probablemente la mercadotecnia
ha cegado a los compradores, alejándolos de la opción de adquirir un trabajo
cien por ciento mexicano y los empuja a consumir en empresas internacionales.
Las causas pueden ser diversas, pero las
consecuencias nos llevan hasta un mismo destino: La discriminación comercial y
de razas.
Con el estado actual de este sector del mercado,
se augura que en algún futuro se pierda esta cultura. Si no hay más personas
que consuman estos productos, los fabricantes optarán por tomar otros rumbos
para mantener sus vidas en marcha y dejarán de elaborarlos. Si se sigue como
va, algún día estas artesanías dejarán de existir y quedará en el olvido esta
parte de la cultura mexicana.
Dejando de lado un poco a las artes plásticas,
otro grupo de indígenas se dedican a prestar servicios como músicos o artistas
callejeros. Sin embargo, estos no corren con mejor suerte, pues su trabajo
también es ampliamente desprestigiado, por el simple hecho de que no forman
parte de las artes más populares entre la sociedad consumidora.
En comparación, el sector indígena de la
sociedad, cuenta con una amplia gama de servicios o productos a disposición de
los habitantes de la ciudad. Por un costo mucho más reducido que lo
acostumbrado a consumir, se pueden adquirir artesanías, platillos, disfrutar de
bailes, obras de teatro, literatura, ropa y un sinnúmero de parafernalia
elaborada por manos cien por ciento mexicanas. Desafortunadamente, no todos
conocen esta variedad de productos y servicios que están a su alcance y quienes
están conscientes de ellos, no los aprecian o simplemente les parece ilógico
pagar los precios establecidos por ellos.
Además, no obstante, para las personas
indígenas, vivir en pobreza y con discriminación es la constante al estar en la
ciudad. Las personas sufren de humillaciones, persecución, abandono y esto,
como se había mencionado antes, los ha llevado a que poco a poco se tenga una
pérdida de la identidad cultural.
La manera en la que han tenido que vivir y
trabajar resulta indignante. Según testimonios de algunas personas indígenas,
indican que tienen que laborar bajo la ley, ya que el gobierno no ha logrado
dar un paso para la igualdad. Para lograr vender su mercancía deben de trabajar
en equipo, ya que de lo contrario, las autoridades como inspectores y policías
no permiten que comercien ambulantemente. Por sobre todo esto, es todavía más
denigrante la manera en la que se ven obligados a vivir, la mayoría de las
personas viven en hogares hechos de tablas y láminas, en tiempos de lluvias
prácticamente no es barrera para que su hogar no quede mojado.
La misma sociedad y gobierno se han encargado de
hacerlos menos y denigrarlos al llamarles “indios”, aun sabiendo que son
indígenas y se debería de tener orgullo,
ya que ellos han mantenido hasta la
fecha nuestras raíces y las costumbres verdaderamente mexicanas.
De acuerdo con datos del Instituto Nacional de
Estadística y Geografía en 2010, la zona metropolitana de Guadalajara tenía una
población indígena cerca de 52 mil personas, esto es más de la mitad de toda la
población indígena registrada a nivel estatal. Estas cifras, a su vez, han sido
comparadas con las de años anteriores y aumentan significativamente, dándonos
una idea de que la mayoría de los indígenas son migrantes, pueblos de otros
estados que buscan una oportunidad para llevar un mejor estilo de vida llegando
a la ciudad, cuando verídicamente, su trabajo no es lo suficientemente valorado
por los habitantes de ésta.
En la mayor parte de América Latina prevalece el
racismo hacia los propios orígenes, es decir, hacia los indígenas, pero en
México es de lo peor; ya que lo indígena se le asocia con lo “naco”, es como si
nos avergonzáramos de lo que somos, es absurdo despreciar nuestra raíz indígena.
(Jiménez, P. 2011).
Se nos olvida que somos una nación
pluricultural, sustentada originalmente en sus pueblos indígenas. La
Constitución (art. 2) reconoce los derechos de los pueblos y comunidades
indígenas, entre ellos, su derecho a no ser discriminados y a "preservar y
enriquecer sus lenguas, conocimientos y todos los elementos que constituyan su
cultura e identidad".
Decimos estar orgullosos de nuestras raíces, del
lugar donde nacimos, de nuestra riqueza cultural, pero que tan congruente somos
realmente. Acaso no vemos con indiferencia a personas con rasgos indígenas.
Criticamos su vestimenta, su dialecto, sus
costumbres, acaso tienen menos valor que los citadinos. Ellos viven en
comunidades donde hacen falta los
servicios más básicos, tienen muchas necesidades, viven carentes de comodidad.
Debido a esta situación es que se van a otras localidades a vivir en busca de
oportunidades.
Se debe ser consciente de la marginación que
viven estas personas y darnos la oportunidad de compartir conocimientos y habilidades
ya que se pueden perder estas tradiciones o costumbres al malbaratar sus
productos, ellos prefieren vender bebidas, frituras o productos chinos que
“están de moda” y así ellos guardar sus tradiciones para sí mismos.
De igual forma, se debe de abrir nuestra mente a
lo nacional, valorar todo lo que es mexicano, artesanías, arquitectura,
gastronomía etc, sobre todo valorar y respetar a nuestra gente que da lo mejor
cada día para progresar en esta vida tan difícil.
Christian Michael García López.
Bibliografía
-
Mural, comunidad. “Padecen
migración”. Viernes 2 de mayo del 2014.
-
Reporte Índigo. “Poco que
celebrar”. Martes 30 de abril del 2014.
-
“Derechos de los pueblos indígenas
y discriminación étnica o racial”. Número 11 de la colección “cuadernos de la
igualdad”. Yuri Escalante Betancourt.
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