DESDE CERO
Al acercarse el invierno, durante un
atardecer gris, dentro de una habitación en una casa algo alejada del pueblo se
encuentra un joven pensativo; de sus ojos salen un par de lágrimas que por más
que trata de tragarse ya no le es posible, estas salen al compás del repiqueteo
de las gotas de lluvia contra su ventana. Siente el frio de la ausencia,
recostado en la cama donde unos minutos antes se encontraba en compañía,
pero sabe que no hay vuelta atrás, ella se ha rendido y él ya no quiere dañarse
más y tampoco quiere hacérselo a ella porque aunque lo haya negado siente más
de lo que está dispuesto a admitir.
Le duele su ausencia, creer que el
adiós sea definitivo y no pueda volver a verse en esos ojos cálidos y fieros a
la vez, que tanto lo desarman, pero aun así prefiere quedarse con el
recuerdo de todo lo que vivieron, aunque en el fondo se arrepiente de tantas
cosas que hizo; el años atrás considerarla una chica fría, déspota, engreída y
no haberse dado la oportunidad de tratarla antes, por dejarse guiar por las
apariencias y las palabras de terceras personas. Después de conocerla, al
permitirse ambos la oportunidad ya no podían separarse, existía tanto
magnetismo como si fueran polos opuestos, a pesar de ser tan iguales pero
diferentes, rompiendo las reglas de atracción.
Erick nunca fue un chico que expresara
mucho sus sentimientos, no tomaba muchos riesgos en esas cuestiones a pesar de
que siempre fue un chico extrovertido, todo lo contrario que ella, mientras uno
corría haciendo tonterías con sus amigos ella escuchando alguna balada, lo
observaba disimuladamente por encima de sus libros. Cuando comenzaron a sentir
algo el uno por el otro, es algo que no se sabe con exactitud, pues el trato
era mínimo hasta finales de secundaria. No es muy claro cómo se acercaron pero
al poco, hablaban casi a diario y se confiaban cosas, compartían títulos de
libros, música, secretos y consejos.
Algo cambio dentro de él cuando uno de
sus amigos presento interés hacia ella, y en lugar de afrontar lo que sintió,
prefirió mentirse y aparentar que nada pasaba, les aconsejo que salieran y así
paso. Hasta que ella dio el primer paso y le confeso lo que sentía, pero él
dijo no estar listo; sin importar eso siguiendo con la amistad, se llegó una
noche, tranquila, de películas y escuchar música como amigos que no pudo
resistir y la besó. Cuyo beso fue correspondido y la noche paso de forma
mágica, como los mejores confidentes, no había que decir nada más, eso de ser
amigos solo era mitad mentira y mitad verdad.
Después de ese día puso distancia,
hiriendo a ambos, ella respeto su decisión y él no la busco, siguiendo cada uno
por su lado. Hasta esa tarde que se vieron por última vez, cuando le hizo saber
que se iría, y a sabiendas que tal vez nunca más la vería, aun así la dejo ir.
Pasaron la tarde juntos y después de llevarla a casa, se marchó, quedándose con
mil recuerdos, los momentos que compartieron, el recuerdo de aquel primer beso,
del día que no pudo decirle cuanto la quería y ahora la estaba dejando ir y
quizá para siempre. Se quedó lamentando en compañía de la lluvia su falta de
valor, por fin comprendió que hay momentos para todo, pero no siempre van a
estar ahí en cualquier momento. Por esperar que las cosas sucedieran, se le
paso el tiempo, comprendiendo que el pecio de los mejores momentos siempre fue
el tener que echarlos de menos. La ha perdido y en cada lágrima que viaja por
su mejilla y termina en sus labios solo está la esperanza de volver a verla,
deseando volver a empezar... Desde cero.
Situaciones como está, pasan todos los
días y pueden tomarse muchas reflexiones, moralejas, se puede tener una
interpretación diferente según cada persona, pero para mí basta escuchar la
canción con el mismo nombre que esté, de los cantantes Beret y Melendi.
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