“La
moda es lo que pasa de moda”
¿Qué es la moda?
Uso pasajero que durante algún tiempo o en determinado país regula el
modo de vestirse, adornarse, etc. Magnitud del elemento que en un conjunto de
datos se presenta con mayor frecuencia.
Indica una elección, un mecanismo regulador de elecciones realizadas en
función de criterios subjetivos asociados al gusto colectivo.
Manifestación de individualismo y marginalidad; adopción,
singularización, igualación. Habito repetitivo que
identifica a un sujeto o grupo de individuos.
El filosofo Alfredo Cruz cita tres
finalidades en el vestir: “la primera, abrigarse, la segunda no ser vistos, es
decir, cubrirse y la tercera ser vistos por los demás de una forma agradable”.
El vestido, por lo tanto, se
convierte en una necesidad vital que ha ido evolucionando a lo largo de la
historia, al igual que otros comportamientos humanos.
La moda es comprendida como un
sistema histórico y geográfico específico para la producción y organización del
vestir, que surgió en el transcurso del siglo XIV en las cortes europeas,
especialmente en la corte francesa de Luis XIV, y que se desarrolló con el auge
del capitalismo mercantilista.
El vestido está relacionado con la
idiosincrasia de un país, con su clima, su historia, sus costumbres, su nivel
económico. “El traje es, sobre todo, una fotografía social de un momento
histórico. Un verdadero flash que sintetiza la realidad y los
anhelos de una época. Como símbolo y expresión sutil de la realidad humana
abarca desde la economía, la tecnología o la ciencia hasta la psicología, la
sociología o la historia; es pues una materia únicamente abordable desde el
punto de vista interdisciplinar y de muy complejo análisis. La moda tiene
además una específica cualidad: detecta de inmediato las tendencias estéticas y
éticas colectivas. En una palabra: la sensibilidad mostrada por ese fenómeno
social que llamamos moda, permite anticipar fenómenos sociales que se harán después
realidad”.
En este sentido, entendemos que el
filósofo Anatole France dijera que, si volviese al mundo un siglo después de su
muerte y sólo pudiese ver un libro para situarse en que momento estaba, pediría
una revista de moda. Por otra parte, algunos historiadores consideran la
evolución del traje como un elemento importante de estudio a la hora de valorar
los cambios en la sociedad y la cultura. Se ha visto, de hecho, como el cambio
de la moda está sujeto a transformaciones sociales, políticas y económicas.
Aunque la moda sea importante para definir los estilos en un momento dado,
éstos siempre están mediatizados por otros factores sociales como la clase, el
género, la etnia, la edad, la ocupación, los ingresos y la forma del cuerpo,
por nombrar unos pocos.
El descuido sociológico de la moda
refleja la ubicación histórica de la misma dentro de las artes más que dentro
de las ciencias sociales, aunque la consideración más superficial de la moda
demuestra su importancia sociológica como fenómeno individual y social, activo
aunque estructurado, creativo pero controlado: en resumen, un perfecto ejemplo
de estructura y acción.
Este olvido es sorprendente cuando se
considera que la moda ha sido importante en el desarrollo y en el carácter dela
modernidad occidental y que hoy en día sigue siendo una industria de
considerable valor económico y cultural. Además, cuando consideramos lo
importante que es la moda al delimitar nuestras elecciones diarias de qué ropa
ponernos, hasta qué grado es una influencia estructural primordial en la
presentación del cuerpo todos los días, es bastante evidente que la sociología
la ha desatendido mucho.
Las razones por las que la sociología
no ha abordado la moda y las formas de vestir cotidianas que pueden verse en
Occidente no están claras. Sin embargo, una explicación posible quizá sea que
desde sus comienzos en el siglo XIX, la sociología ha tendido a enfocarse en la
acción y en la racionalidad, hecho que supuso la subsiguiente represión del cuerpo
como un objeto de investigación sociológica y por ende el rechazo de las
prácticas, tales como el vestirse, que lo rodean (Bent-hall, 1976; Berthelot,
1991; Turner, 1985). Por otra parte, sugiere Polhemus (1988), la sociedad
occidental ha considerado que la decoración y el adorno del cuerpo no era
importante, que era algo efímero sin sentido, que no merecía un análisis serio.
La moda también ha estado sujeta a los prejuicios que evitan que se la tome en
serio; ha sido vista como algo trivial, frívolo, irracional, un despilfarro y
algo feo.
La moda, tal como arguye Edwards
(1997), trata del individuo y de la sociedad, es una fuerza creativa por una
parte y un fenómeno estructurado (y estructurador) por la otra, y tiene razón
al señalar que sólo estos hechos hacen de ella una perfecta candidata para la
sociología, que tradicionalmente se ha centrado en los temas de la estructura y
de la acción.
Vestir para los demás tiene, por otra
parte, una doble vertiente; se utiliza la moda como medio de integración y de
embellecimiento. Efectivamente, el atuendo es un elemento de integración en la
sociedad. Ted Lapidus situaba la elegancia en “saberse mirar con los
ojos de los demás”.
La moda recoge una dimensión frívola de la existencia humana es por eso
que la sociedad tiende a cosificarla, lo que conduce a una generalización
excesiva, y de esa manera se le simplifica pasando por alto la complejidad de
la misma. Joanne Entwistle, El cuerpo y la moda (2000).
Para comprender la moda se necesita comprender la relación entre
producción, distribución y consumo. Además hay que adentrase en el tema de la
producción mercantil y el consumo exacerbado.
Durante el movimiento hacia la sociedad capitalista y el surgimiento de
la clase burguesa, la moda se desarrolló como un instrumento de la guerra por
la posición social. Según ellos, la moda fue uno de los medios adoptados por la
nueva clase capitalista para desafiar al poder aristocrático, en primer lugar,
burlándose abiertamente de las leyes suntuarias impuestas por la realeza y la
aristocracia y, en segundo lugar, adoptando la moda y estando al día en la
misma en su intento de conservar su clase y distinción (Simmel, 1971; Veblen,
1953).
La revolución industrial es punto clave en el tema de la moda ya que es
parteaguas del nacimiento del consumo de las masas. En esta sociedad de
consumo, el individuo quiere novedad. La innovación es el motor del sistema
capitalista, la innovación como proceso de la destrucción creadora.
La moda concilia los aspectos esenciales del capitalismo: la economía
regida por la necesidad de eficacia, la política, que se supone, tiende hacia
la igualdad y la cultura donde la preocupación dominante es la realización de
uno mismo.
A diferencia de otros fenómenos sociales aparecen y desaparecen sin
motivo aparente. Arbitrarios colectivos en el sentido de que su génesis es la
consecuencia de la acción no concentrada de una pluralidad de individuos
·
Simple multiplicación de casos individuales
·
No obedece ninguna lógica preestablecida.
Dos enfoques de mayor popularidad:
- el individuo manipulado por fuerzas que
lo sobrepasan y que lo incitan a adherirse a las tendencias
- el individuo que actúa
de manera racional a partir de estrategias especificas
Todo ocurre como si los deseos de la mayoría estuvieran regidos por una
autoridad tan poderosa como caprichosa. Produce una explicación
de los cuerpos como los objetos controlados por el poder-conocimiento. Esto,
tal como McNay (1992) arguye, da como fruto una explicación de los «cuerpos
pasivos»; se supone que los cuerpos carecen por completo de capacidad de acción
y de poder. Este concepto debilita la contención explícita de Foucault de que,
una vez el poder ha invertido en cuerpos, está facilitando y produciendo su
propia resistencia.
Sin embargo, la visión de los «cuerpos pasivos» no explica cómo los
individuos pueden actuar autónomamente.
¿Somos libres de actuar o bien es el cuerpo social el que nos obliga a
tomar determinadas decisiones?
La idea de la moda y el vestir como práctica corporal contextuada
reconoce una tensión sociológica muy básica entre estructura y agente: las
estructuras como el sistema de la moda pueden imponer parámetros en torno al
vestir; sin embargo, dentro de estas restricciones, las personas pueden ser
creativas en sus interpretaciones de la moda y en sus prácticas del vestir.
Hay que apartarse del concepto de prenda como objeto, hay que contemplar
la actividad que encarna y como se transforma e integra en las relaciones
sociales. Las elecciones del vestir siempre están definidas dentro de un
contexto en particular: el sistema de la moda proporciona la «materia prima» de
nuestras elecciones, pero éstas se adaptan dentro del contexto de la
experiencia vivida de la mujer, de su clase, raza, edad, ocupación, etc.
Vestirse todos los días es una negociación práctica entre el sistema de la moda
como sistema estructurado, las condiciones sociales de la vida cotidiana, como
la clase, el género, etc., y las reglas o normas que rigen situaciones sociales
particulares.
El vestir, practica personificada tanto íntima como social. Nuestros
cuerpos no son sólo el lugar desde el cual llegamos a experimentar el mundo,
sino que a través de nuestros cuerpos llegamos a ser vistos en él. Los cuerpos
se vuelven sociales y adquieren un sentido e identidad.
El cuerpo forma la envoltura de nuestra existencia en el mundo;
la yoidad procede de esta
ubicación en el cuerpo. Por consiguiente, para Merleau-Ponty, la subjetividad
no es esencial ni trascendental: el yo está ubicado en el cuerpo, que a su vez
está ubicado en el tiempo y en el espacio. No obstante, al poner la corporeidad
en primer plano y hacer énfasis en que toda experiencia humana procede de una
posición corporal, Merleau-Ponty ofrece algunas visiones muy útiles para el
análisis del vestir como práctica corporal contextuada. El vestir en la vida
cotidiana siempre está situado en el espacio y en el tiempo: al vestirnos nos
orientamos hacia una situación y actuamos de formas concretas sobre el cuerpo.
Sin embargo, uno no actúa sobre el cuerpo como si éste fuera un objeto inerte,
sino como una envoltura del yo.
Comprender el vestir significa, pues, entender esta dialéctica constante
entre el cuerpo y el yo. Vestirse implica diferentes grados de conciencia en lo
que se refiere a cómo uno piensa respecto al cuerpo y cómo presentarlo.
Para comprender el vestir en la vida cotidiana hemos no sólo de observar
cómo los individuos recurren a sus cuerpos, sino cómo actúa la ropa entre los
individuos y cómo supone una experiencia intersubjetiva, a la vez que
subjetiva.
Generalmente, las teorías y discursos nos dan una explicación acerca de
la moda procesada socialmente y nos dicen como se habla del cuerpo y como se influye
sobre él pero no proporciona una explicación de la práctica. Para comprender la
moda y el vestir, su marco no describe la ropa tal como ésta es vivida y
experimentada por las personas.
Vestirse todos los días es una negociación práctica entre el sistema de
la moda como sistema estructurado, las condiciones sociales de la vida
cotidiana, como la clase, el género, etc., y las reglas o normas que rigen
situaciones sociales particulares.
Conclusión:
El mundo social es un mundo de cuerpos vestidos; nuestras prendas forman
demasiada parte de nosotros como si fueran una extensión del cuerpo. La moda
expresa el cuerpo creando discursos sobre el mismo que se traduce en prendas.
La moda no se limita a fenómenos frívolos y comerciales, por lo tanto, es
una dimensión esencial en la expresión de la identidad personal.
Bibliografía
Joanne Entwistle, El cuerpo y la
moda (2000)
Alfredo Cruz Prados, Moda, modos y
maneras (2008)
Gillaume Erner, Sociología de la
moda (2008)
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