¡A mí no me crean!
Cuentan quienes
dicen saber acerca de lo que cuentan, que en diciembre de 2010 el sindicato de
trabajadores académicos de la Universidad de Guadalajara prestó 70 millones de
pesos a la cámara de diputados de Jalisco para “pagos de sueldos y aguinaldo de
más de mil 200 empleados”. En un mensaje fechado el 9 de julio de 2012, se
afirma, empero, que “del monto prestado, aún se adeudan 21 millones de pesos.
Hace 10 meses que el Legislativo suspendió el pago. El Legislativo refiere que
no existe convenio firmado entre el Sindicato de la Universidad de Guadalajara
y el Congreso local, ello eximiría a los diputados de liquidar el adeudo”. Yo
sospecho que se trata de infundios que les hacen a los líderes sindicales y a
los legisladores, pues los primeros serían incapaces de prestar dinero ajeno
(de los profesores universitarios) y los segundos jamás han dejado de cumplir
con sus compromisos, así sean verbales, cuantimenos dejarían de pagar lo que
alguien les hubiese prestado para sacarlos de un apuro y continuar así
respondiendo tan eficientemente como hasta ahora con los jaliscienses que los
llevaron a sus curules.
Hay quienes dicen que buena parte de los funcionarios de la mencionada casa
de estudios manifiestan cierta fobia a la palabra “auditoría”, y por ello desde
hace años la llamada a la “rendición de cuentas” que se les hace desde dentro y
fuera de esa institución se ha convertido en un acalorado tema de debate.
¿Deben los jaliscienses saber en qué se gastó el dinero que ellos, como
contribuyentes fiscales han hecho llegar a esa institución? Dicen algunas de
mis fuentes que “eso sería lo más lógico”. Pero a mí no me crean, capaz que
esas fuentes de información están equivocadas y las autoridades de todos los
niveles dejan bastante claro siempre en qué se gastan los recursos recibidos,
en qué acciones y en qué adquisiciones.
No me crean a mí, pero dicen algunas personas que se etiquetan como
expertas, que hay algunos encargados de funciones dentro de la Universidad que
en realidad no cumplen con sus funciones, aun cuando éstas estén especificadas
en la normatividad de la institución. Se dice de algunos que llegan tarde y se
van temprano muy maquillados y sonrientes, a cumplir con sus concertadas citas
fuera de las oficinas y dentro de las cantinas, para establecer acuerdos a la
luz de los etanoles. Yo no soy una fuente confiable, pues a mí sólo me llegan
los chismes, pero hay quien incluso afirma que una buena parte de los recursos
de algunos centros universitarios se gastaron en las campañas de al menos dos
partidos en los que militan funcionarios-políticos que aseguran controlar a
esos partidos en el estado.
Hay quienes aseguran que en realidad lo que pasa es que esos funcionarios
se salen temprano de sus oficinas o no van a ellas porque desde ahí no son
capaces de gestionar recursos o apoyar las acciones académicas. Se dice
incluso, pero no me crean a mí, por favor, que hubo alguna vez un alto
funcionario al que tuvieron que explicarle que en la universidad hay que apoyar
que haya clases y apoyar que los estudiantes tengan espacios y recursos para
formarse en los niveles medio-superior y superior. Aun cuando yo tengo la
seguridad de que hay algunos funcionarios que no saben ni siquiera que la
docencia, la investigación, la difusión y la extensión forman el conjunto de
las funciones sustantivas de la universidad, no por eso tienen que creerme a
mí, y a lo mejor no es cierto que hay quienes, cumpliendo funciones adjetivas,
se consideran jefes de quienes realizan las sustantivas y hasta quieren limitarlos
en sus acciones y compromisos establecidos en la normatividad.
No me crean cuando les digo que hay rumores de que existen rectores en
los centros universitarios que se niegan a recibir a los trabajadores
académicos y administrativos o a los estudiantes para tratar acerca de las
maneras en que pueden apoyarse las actividades o mejorarse los procesos y
trámites atingentes a una institución de educación superior. Esos rumores han
de ser puros infundios de envidiosos de la eficiencia con la que se maneja la
universidad jalisciense que lleva el nombre de su ciudad capital.
Puras afirmaciones temerarias han de ser las de quienes señalan que
alguno de ellos ha declarado que no apoyan determinadas acciones a las que
están comprometidos según la normatividad pues “no importa que no se cumplan
determinadas funciones en el centro universitario, al cabo de eso ya hay mucho
que se ha hecho y se sigue haciendo”. Falso ha de ser, no me lo crean, que a
algunos de los maestros nos han mandado llamar en nuestros departamentos para
decir que no cumplimos con nuestra carga docente y nos muestran la lista de una
sola asignatura en vez de las cuatro que impartimos. Eso sería como reducir en
un 75% la carga real de algunos profesores con sepan los dioses qué
intenciones. Intenciones que los funcionarios de esta universidad jalisciense
serían capaces de siquiera concebir. Por eso, el dictamen de desaparición del
departamento de estudios de la cultura regional no tiene absolutamente nada que
ver con la tramposa definición que tan bien entienden los estudiantes de
ciencias sociales y de la salud en el sentido de que existen, en orden
ascendente de falsedad, “las mentiras, las mentirotas, las estadísticas y las
guardias”. En ese dictamen se recurre a la pura verdad y se decide suprimirlo
porque las estadísticas dictadas por alguno de esos funcionarios son la mera y
límpida verdad de diosito y la virgen María, pues esos funcionarios serían
incapaces de mentir con tal de borrar de un plumazo (que les tomó un año en
concretar) a la primer dependencia de la universidad dedicada a la
investigación en ciencias sociales.
No me crean a mí, pero dice ese mismo dictamen “Que la revista “Estudios
Sociales” que atiende el Departamento, también puede seguir su cauce y
desarrollo sin que sea necesaria la adscripción al DECUR” (punto número 11) y
han de ser puros rumores que esa revista ha tenido dificultades para aparecer
desde el 4 de mayo del 2011. Han de ser rumores y quizá no es cierto que los
autores han estado solicitando información a quienes trabajamos en esa revista
respecto a fechas de aparición de sus artículos. También ha de mentir quien
diga que la revista no ha aparecido y que la secretaría académica de la
rectoría de ciencias sociales y el propio rector de ese centro han sido eficientes
y atentos y han recibido a quien les pregunte, por escrito o en persona, acerca
del destino y manejo de la revista. No me crean a mí, pero al menos los
artículos correspondientes a dos secciones temáticas de números sucesivos de
esa revista han aparecido, a falta de apoyo de los funcionarios del centro de
ciencias sociales y humanidades de la Universidad de Guadalajara, en una
revista fuera del estado y de la mencionada universidad. Han de ser mentiras
que también ha aparecido un libro con
material que pudo haberse incluido en esa revista.
Han de ser puros infundios, aunque digan algunas de mis fuentes que
existen funcionarios que, aparte de creerse jefes y no servidores públicos,
enfurecen con el sólo escuchar que los universitarios, tanto académicos, como
trabajadores administrativos, o estudiantes, son capaces de disentir con sus
planes secretos.
Puras mentiras son ésas que achacan a algunos funcionarios y ex –
funcionarios de la universidad intereses políticos o económicos que van más
allá de la promoción de la cultura, la formación de profesionistas y técnicos,
la salvación de la humanidad y la reducción del calentamiento global. Puros
infundios. A mí no me crean. Vayan y pregunten a quienes sí saben de esto. A
ver si a ustedes sí les responden quienes se dicen con “autoridad”.
Luis Rodolfo Morán Quiroz
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